HORIZONTES DE REDES NOOSFERICAS

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miércoles, 28 de enero de 2009

FIESTAS LUPERCALES

Las Lupercales se celebraban el 15 de Febrero, mes en que nos encontramos con el final del invierno y la proximidad de la primavera, del año nuevo en el calendario de diez meses (que se iniciaba en Marzo); en el que encontramos rituales de liquidación y preparación, tomando especial importancia todo aquello concerniente a la purificación. Podemos intentar estructurar el ritual de las Lupercales a partir de las fuentes clásicas.

En primer lugar encontramos un sacrificio ritual en la gruta del Lupercal, situada en el monte Palatino, en la que, según la leyenda de la fundación de Roma, la loba había amamantado a los gemelos Rómulo y Remo. Las víctimas del sacrificio son cabras (en número indefinido) y también un perro, Ovidio (Fasti II, 361). También se hacían ofrendas de la mola salsa de las vestales, hecha con las primeras espigas del año anterior.

Plutarco (Romulus, 21,10) relata que, tras el sacrificio de las cabras, dos jóvenes (no se especifica si eran miembros de la cofradía de los Lupercos) se acercaban al altar, y el sacerdote les ungía la frente con el puñal del sacrificio aún manchado con la sangre del animal sacrificado. Seguidamente, los otros participantes les limpiaban la sangre con un pedazo de lana empapado de leche, momento en el cual los jóvenes debían romper a reír.

Es improbable que el sacerdote encargado de marcar la frente de los jóvenes fuera un flamen Dialis, ya que entre las privaciones a las que este sacerdocio estaba sometido encontramos que "no puede tocar una cabra, ni carne cruda, ni hiedra ni haba, y ni tan siquiera pronunciar su nombre" (Aulo Gelio, Noctes Atticae, X, 15, 12)

Los Lupercos, vestidos rudamente con las pieles de los animales sacrificados, según algunos autores (Justiniano 43, I, 7), o bien desnudos según otros (Ovidio, Fasti II, 267, 300), iniciaban una carrera al rededor del Palatino. Esta carrera imitaría, según Ovidio (Fasti II, 365-380), la de Remo y Rómulo para salvar los toros de este último de los ladrones. Corriendo, los Lupercos blandían las tiras hechas de la piel de los animales sacrificados, prodigando latigazos con ellas a aquellos que encontraban por el camino, pero especialmente a las mujeres, con el fin de asegurar su fertilidad.

Esta flagelación es justificada por Ovidio (Fasti II, 425-452) a través de una historia referente a la esterilidad de las Sabinas, tras ser raptadas por los latinos. La solución enigmática al problema, recibida de la Diosa Juno, " Italidas matres, inquit, sacer hircus inito!" (Que un cabrío sagrado penetre las mujeres de Italia), fue resuelta por un adivino etrusco; quién inmoló un cabrío, cortó la piel a tiras y flageló la espalda de las mujeres, que recuperaron así la fertilidad.

Se habla también de un banquete ritual con la carne de los animales sacrificados, que Valerio Máximo (II, 2,9, en la leyenda de la fundación) sitúa tras el sacrificio, y otros autores tras la carrera.

FIESTAS LUPERCALES


Cada 15 de febrero se repetía en las faldas del monte Palatino, en la antigua Roma, el sorprendente ritual de las fiestas Lupercales. Esta fiesta estaba dedicada a la exaltación de la fertilidad.

Dos grupos de sacerdotes (luperci) sacrificaban varias cabras, en el interior de la cueva Lupercal, ante dos jóvenes patricios.

Con la sangre de los animales manchaban la frente de los iniciados, que después limpiaban con un mechón de lana de cabra empapado en leche. En ese momento los lupercos soltaban una carcajada ritual.

Tras un festín regado con vino, comenzaba la carrera ritual alrededor del Palatino. Los lupercos, desnudos, agitaban látigos trenzados con lana de cabra y azotaban a cuantos salían a su encuentro, en especial mujeres, para concederles fecundidad.

Según Ovidio (poeta romano), el ritual procedería del tiempo en que Rómulo se apoderó de las sabinas. Los dioses, ofendidos por el rapto, castigaron a los romanos con la esterilidad de sus esposas.

La maldición cesó cuando un adivino inmoló un macho cabrio y golpeó a las jóvenes con las correas, hechas de la piel del animal. El pueblo quedó "februatus", que en lengua sabina significa "purificado". Februarius era el "mes de la purificación". Februum es la palabra que recibieron ya los romanos de los sabinos. Con este nombre (en plural, februa) designaban los sistemas de purificación y las lustraciones, y por extensión las ceremonias religiosas destinadas a expiar los pecados, con los respectivos sacrificios expiatorios.

Las Lupercalia eran unas fiestas en las que se propiciaba la exaltación de la fertilidad. Se celebran desde tiempos inmemoriales, no sabemos cuál es su origen ni el dios al que se dedicaban. El día quince de Febrero dos grupos de jóvenes, los Luperci, subían a una pequeña gruta del monte Palatino llamada Lupercal donde sacrificaban un perro y cabras. Los dos jefes de los luperci se manchaban la frente con la sangre de las víctimas, que después se limpiaban con un paño de lana mojado en leche. Luego corrían por un sendero de piedras que estaba allí desde tiempos remotos. La carrera la realizaban desnudos tapados únicamente con la piel de la cabra sacrificada y azotaban con tiras d piel a todos aquellos que se cruzaban en su camino, especialmente a las mujeres. El clima era de desenfreno y frenesí. Algunos personajes importantes posteriores se avergonzaban de conocer a personas participantes en este tipo de fiestas, que eran a su entender inmorales, Este es el caso de Cicerón.

Todas las culturas han ritualizado con especial cuidado la necesidad de limpieza, que ha tenido además las dos vertientes: la puramente física y la anímica. Las lustraciones, que se distinguían en ordinarias y extraordinarias (las que se celebraban cada cinco años, son las que dieron nombre al lustro), el bautismo, las aspersiones con agua bendita en nuestra cultura, y con la sangre de las víctimas en otras, son ritos de purificación (que así es como se llama propiamente la fiesta de la Candelaria).

En la cultura romana el mes de febrero era el februarius, el mes dedicado a la limpieza general del año: en este mes se realizaba la poda de los árboles, no sólo como necesidad agrícola, sino también como rito; se limpiaban a fondo los establos; se limpiaban los campos (arva) y para dar solemnidad ritual a esta fase tan importante de las labores agrícolas, se hacía una solemne procesión por todos ellos en el contexto de las Lupercales y se celebraban las fiestas llamadas ambarvalias. Para las ciudades se instituyó una réplica denominada amburbium. El día en que se celebraba esta procesión se llamaba februatus dies.

En tiempos, la divinidad que presidía estos ritos era masculina, y se llamaba Februarius (el mismo nombre del mes) y eran los sacerdotes lupercos los que presidían la procesión lustral, cubiertos sus hombros con un vellón. Estos ritos tenían una clara conexión con la fecundidad. De hecho Ovidio los relaciona con las Feriae sementinae de enero, las fiestas de la siembra, que tienen su prolongación en febrero.

Acaso sea una simple casualidad, pero resulta que después de haber luchado el papa Gelasio I (492-496) y sus antecesores por extirpar las lupercales de las costumbres del pueblo, acabó por crear en las mismas fechas (la iglesia romana, el 2 de febrero; la griega, el 14; las lupercales, el 15) la fiesta de la purificación.

Más sorprendente aún es que el emperador Justiniano I introdujera esta fiesta en el imperio de Oriente el año 542 tras una peste que después de asolar Egipto y Constantinopla, amenazaba el resto del imperio. El sentido de purificación y expiación que informaba las lupercales, debía formar parte, con toda probabilidad, del sentido de esta nueva fiesta cristiana. La limpieza física y la de costumbres habían de formar parte de los ritos: para estar bien garantizadas.

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Rómulo y Remo amamantados por Luperca

Según la tradición romana, Rómulo (771 a.C. - 717 a.C.) fue el fundador de la ciudad de Roma, conjuntamente con su hermano Remo (771 a.C. - 753 a.C.). Éstos eran hijos de Rea Silvia y de Marte, el Dios de la Guerra.

Eneas al huir de Troya, recibió la misión de fundar una nueva ciudad, que iba a ser como una segunda Troya. Para ello, después de sufrir multitud de vicisitudes y vencer a muchos enemigos, encontró un lugar cercano al río Tíber, en el centro de la península Itálica, y allí fundó la ciudad, a la que llamó con el nombre de su segunda esposa, Lavinia. Eneas había enviudado aquel mismo día de la destrucción de Troya por los Griegos. El hijo de Eneas y de su primera mujer, se llamaba Iulo. Cuando se hizo mayor se marchó de la ciudad de su padre y fundó otra ciudad, Alba Longa, al sur del río Tíber.

La leyenda que los historiadores griegos y romanos transmitieron acerca de los orígenes legendarios de Roma sirvió de inspiración al poeta romano Virgilio para componer un poema épico denominado Eneida. Según esta leyenda, relatada por Virgilio, el héroe Eneas, hijo del mortal Anquises y de la diosa Venus habría sobrevivido a la destrucción de Troya por parte de los griegos. Eneas escapó de Troya con su familia: su anciano padre, Anquises, su esposa Creúsa y su hijo, llamado Ascanio o Julo. Se embarcó con todos los troyanos que en su fuga pudo reunir y navegó rumbo a Hesperia (las tierras de occidente) por el Mediterráneo hasta recalar finalmente, después un largo viaje errático, en las costas del Lacio, en Italia. En su viaje había perdido a su esposa y a su padre. Busto de Eneas, Museo de la Civlización Romana, RomaEneas, junto con su hijo, y los troyanos que los acompañaban recibieron la hospitalidad de Latino, rey de los aborígenes, habitantes de aquella región, y héroe epónimo que sería de los latinos. Este rey había recibido en sueños un aviso divino para que sellara una alianza con los recién llegados. Como muestra de buena voluntad hacia Eneas, Latino le promete en matrimonio a su hija Lavinia. La ciudad que después fundó Eneas recibió el nombre de Lavinium, en honor de su propia esposa.

A la muerte de Eneas reinó en Alba Longa su hijo Ascanio, al que sucedió Silvio, sobrenombre de todos los reyes de esta ciudad : Latino Silvio, Alba, Atis, Capis, Cápeto, Tiberino, Agripa, Rómulo Silvio, Aventino, Proca y Numitor, abuelo de Rómulo y Remo. Entre la destrucción de Troya y la fundación legendaria de Roma mediaban 400 años que se rellenaron a partir de Eneas con la dinastía Silvia..

La leyenda comienza propiamente con el rey Proca, que engendró a dos hijos, Numitor y Amulio. El reino le correspondía por derecho a Numitor, pero su hermano, llevado por el deseo de poder, le destronó. Al cabo de los años correspondió el gobierno de la ciudad al hijo primogénito Numitor. pero su hermano pequeño, Amulio, no sólo no lo aceptó, sino que lo cogió prisionero y se quedó solo con el reino.

La leyenda cuenta que Numitor junto con Amulio eran reyes de una ciudad de Lacio llamada Alba Longa. Amulio destronó a Numitor y mandó matar a todos sus hijos, salvo a su hija Rea Silvia, a quien obligó a dedicarse al culto de Vesta, para así mantenerla virgen. Amulio temió que si ésta llegaba a tener descendencia, sus hijos le disputaran el trono, y por este motivo procuró que no los tuviera. El mejor medio de evitar la descendencia para una mujer era dedicarla a mantener vivo el fuego del hogar en el templo de las Vestales, que era una especie de convento. Las Vestales, que eran las sacerdotisas de la diosa Vesta, la diosa protectora del hogar, no se podían casar ni tener hijos durante treinta años, so pena de un severo castigo.

Grabado con una escena del culto de VestaFile:'Mars and the Vestal Virgin', oil on canvas painting by Jacques Blanchard, ca. 1630, Art Gallery of New South Wales.jpgFile:Rubens - Mars et Rhea Silvia.jpg

Mas, al cabo de no mucho tiempo se descubrió Una noche que se encontraba Rea Silvia durmiendo a orillas de un río, el Dios Marte la avistó y se quedó prendado de ella, poseyéndola y dejándola encinta.

Como consecuencia, tuvo dos gemelos a quienes llamó Rómulo y Remo. El rey, al enterarse, no la mandó matar, sino que dejó que diera a luz, pero luego ordenó que los colocaran en una cesta en el río Tiber para así ahogarlos.

Esta cesta embarrancó y ambos pequeños fueron amamantados por una loba, llamada Luperca, luego recogidos por un pastor, Fáustulo y cuidados por su mujer. Por casualidad entonces el río estaba crecido, y por casualidad, al bajar las aguas, los gemelos quedaron en seco. Lógicamente tenían hambre, y por casualidad una loba que iba a beber al río, les oyó llorar, y se desvió hasta llegar a ellos y les dio de mamar. Por casualidad, así los encontró el jefe de los pastores del rey, llamado Fáustulo, que se los llevó y se los entregó a su esposa Larentia para que los criara. Hay quien dice que Larentia era una prostituta a la que los pastores llamaban "la Loba". Se decía que fueron criados en el centro de Lacio, en Gabio más precisamente.

File:Rhea Sylvia.jpg

Al crecer, Rómulo y Remo se dedicaron al robo hasta que en una ocasión atacaron a unos pastores de Amulio. Remo fue apresado en el ataque y conducido hasta Amulio. Fue entonces cuando Faústulo decidió contar a Rómulo la historia de sus orígenes. Enterado Rómulo de su linaje real, fue a rescatar a Remo, asesinó a Amulio y colocó en el trono a su abuelo Numitor.

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Rómulo y Remo decidieron fundar su propia ciudad en el lugar en que habían sido recogidos por la loba, pero entre ambos surgió una disputa acerca de la localización exacta. La primera dificultad se originó porque querían mandar los dos, Rómulo y Remo, y no había manera de saber quién era el mayor, ya que eran gemelos. La solución la buscaron en los dioses: harían sacrificios a las divinidades protectoras del lugar. Ellas, por medio de señales que indicaran su voluntad ("augurios") designarían a uno de los dos como rey, y éste habría de dar su nombre a la nueva ciudad. Para recibir los augurios de los dioses, Rómulo eligió la colina del Palatino, mientras que Remo se colocó en la del Aventino, más al este y más cerca del río. Se cuenta que la señal se le apareció primero a Remo, ya que por su lado vinieron seis buitres. En el momento en que iban a anunciar que ya había ganado Remo, por la parte de Rómulo vinieron doce buitres, lo que hizo que sus partidarios lo tuvieran como una señal más importante. Ninguno de los dos dio su brazo a torcer, porque los dos se creían señalados por los dioses: Remo, porque había sido el primero en ver los pájaros; Rómulo, porque había visto el doble. Lo que comenzó con una simple discusión fue subiendo de tono hasta que los partidarios de uno y otro vinieron a las manos. En la pelea Remo fue golpeado y murió, pero la tradición cuenta esta muerte de una forma más épica.

Rómulo se creyó que había ganado y comenzó a realizar los ritos propios de la fundación de la ciudad: con un arado tirado por un caballo y un buey blancos hizo un surco que delimitaba la extensión de la ciudad. Éste era un rito propio de los Etruscos; por eso se dice que tal vez Rómulo y Remo eran de ese pueblo. A continuación empezó a levantar los muros que iban a rodear el Septimontium, o sea, las siete colinas de Roma. El lugar elegido para fundar la ciudad de Roma era el mejor. Estaba en un cruce de caminos: al lado del río Tíber, por donde se comunicaba con el interior, y en el centro de la península italiana, paso obligado para los que querían dirigirse hacia el sur. Además, al estar en siete colinas, estaba defendida de los posibles ataques de los otros pueblos. Las siete colinas de Roma son las siguientes: Capitolio, Aventino, Quirinal, Viminal, Celio, Palatino y Esquilino. La más alta de todas es la del Quirinal, que se levanta 69 metros sobre la llanura. Apenas levantaban las murallas unos palmos del suelo, cuando Remo tuvo la osadía de burlarse de su hermano y de la ciudad que estaba construyendo, y para demostrar que el motivo de su burla era real, saltó de un brinco las nuevas murallas. Rómulo afirmaba haber recibido una señal de los dioses que señalaba el emplazamiento en la colina Palatina, mientras que Remo se empeñó en demostrar la debilidad de las defensas saltando sobre el foso, acto que fue considerado sacrílego por Rómulo y por ello mató a su hermano Remo pasando a convertirse en el único rey de la nueva ciudad. Esto ocurrió un 21 de abril del año 1 de la fundación de Roma ("ab Vrbe condita" <a.V.c>), que corresponde con el año 753 a.n.e.

El problema más inmediato de Rómulo era la mano de obra para poblar Roma. Para atraerla estableció un refugio en el que podían residir con impunidad malhechores y proscritos de toda Italia. Para encontrar suficientes mujeres, invitó a las tribus sabinas de los alrededores a una ceremonia religiosa conjunta en mitad de la cual los romanos raptaron a las mujeres jóvenes.

El rapto de las Sabinas (David)

En respuesta, Tito Tacio, rey de los sabinos, declaró la guerra a Roma, e invadió las defensas romanas hasta llegar a la colina Capitolina. En este lugar se dio el encuentro de los que bajaban de la ciudadela con las tropas de Rómulo. Parecía que la batalla se inclinaba del lado de los Romanos. En ese momento hicieron su aparición las Sabinas, por cuyo rapto se había originado la guerra. Se presentaron con los cabellos revueltos, con las ropas rotas, en medio de la batalla sin temer las flechas que volaban en su derredor. -"¿Qué estáis haciendo? ¿Queréis que nos quedemos sin padres y sin maridos el mismo día? ¿Queréis que nuestros hijos vivan sin padres ni abuelos? Porque nuestros hijos son hijos de Romanos, pero nietos de Sabinos. Si os avergonzáis de que nos hayamos casado con los Romanos, nosotras somos las culpables. Matadnos, porque preferimos morir a quedarnos viudas y huérfanas al mismo tiempo."

Se hizo un repentino silencio, porque el discurso de las mujeres les había convencido. Hicieron alianzas y se hermanaron los dos pueblos, con dos reyes: el romano, Rómulo, y el sabino, Tito Tacio. Pero la sede del gobierno iba a ser Roma. Se dividió la población en 30 curias a las que dieron el nombre de las mujeres sabinas que habían parado la guerra., pero las mujeres sabinas, ahora convertidas en esposas romanas intercedieron para que cesase la guerra y se llegó a un acuerdo por el cual Tito reinó cojuntamente con Rómulo hasta su muerte.

Rómulo reinó durante 38 años hasta que un día desapareció de forma sobrenatural. Un día que había ido al Campo de Marte se levantó inesperadamente una tormenta. Se hizo tal oscuridad que la gente huyó despavorida. Y cuando retornaron, Rómulo había desaparecido misteriosamente. A Rómulo le sucedió Numa Pompilius, quien, según Plutarco, era un sabino que había estado casado con la hija de un amigo íntimo de Rómulo.



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