HORIZONTES DE REDES NOOSFERICAS

Nada de lo aquí escrito nos pertenece.Si hubiese alguna pertenencia,sería el lazo noetico con el cual se han atado tantas bellas flores de conocimiento que son ofrecidas a la humanidad como un ramillete de noologias...... TOD@ TEXTO/ILUSTRACION ES USAD@ CON FINES DE DIFUNDIR VISIONES SOBRE NUESTRO UNIVERSO Y SUS PENSADORES. SI ALGUIEN SE SIENTE AFECTAD@ POR ELLO, CON SUMA DILIGENCIA RETIRAMOS DE ESTE PORTAL SU APORTE SOBRE EL PARTICULAR EN RAZON DE SU SOLICITUD PERSONAL EN LA EXPLICITUD ESCRITA Y DIRECCIONADA DE SU AFECTACIÓN

domingo, 27 de julio de 2008

MATRIX 1 - MANUAL DEL CIUDADANO ENCARCELADO


"Eres un esclavo, Neo. Igual que los demás naciste en cautiverio. Estás atrapado en una prisión que no puedes ver ni tocar. Una prisión para tu mente. Por desgracia no se puede explicar lo que es Matrix hasta verla con tus propios ojos."
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"Matrix nos rodea. Está por todas partes. Incluso ahora, en esta misma habitación. Puedes verla si miras por la ventana o al encender la televisión. Puedes sentirla cuando vas a trabajar, cuando vas a la iglesia, cuando pagas tus impuestos. Es el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad."
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”Hay una gran diferencia entre conocer el camino y recorrer el camino”
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“Uno no puede ver mas alla de una elección que no entiende.”
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“¿Qué es real? ¿Cómo defines lo real? Si estás hablando de lo que puedes sentir, lo que puedes oler, lo que puedes saborear y ver, entonces lo real son simplemente señales eléctricas interpretadas por tu cerebro.”
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"Matrix te posee. Tú te crees dueño de tu vida, de tus acciones, de todas esas pequeñas o grandes cosas que haces cada día, pero... ¿Cómo podrías demostrar que todo esto no es una ilusión? ¿Nunca has tenido un sueño que pareciera muy real? ¿Cómo sabrías entonces diferenciar sueño de realidad? El hacer creer que se vive una existencia normal es un poder muy grande, una forma de control terrible"
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“Ser el elegido es como estar enamorado, nadie te dice si lo estás o no, solamente lo sabes, al cien por cien, de la cabeza a los pies”
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“No pienses que puedes, sabe que puedes.”
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"Libera tu mente"
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"Tienes que comprender que la mayor parte de estas personas son todavía parte del sistema y que eso las convierte en nuestros enemigos. Tienes que comprender que la mayoría de la gente no está preparada para ser desconectada. Y muchos de ellos son tan inertes, tan desesperadamente dependientes del sistema, que lucharían para protegerlo."
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Uno de los aspectos más relevantes de esta perspectiva es, que nos permite "navegar" por múltiples lenguajes, hacer múltiples lecturas y hasta descubrir el error de la Matrix. Para navegar, los libres tendrán que poseer algún tipo de nave. Esta nave deberá soportar, independientemente de los elementos con que esté construida, los continuos ataques de las fuerzas mecánicas que se opondrán a la concreción de esta operación... y que ustedes vivirán en carne propia al seguir mi trayectoria.

Súbanse a su nave, que puede ser comandada por: Nietzsche o Kant, Platón, Cervantes, Antoine de Saint Exuperi, Schopenhauer, Heiddegger, Dostoyevski etc. Su nave podrá ser llamada de : Gnosis, Martillo, Nabucodonozor, Abraxas, Isis, etc.. será su egregor, su ecclesia. Ármense -y cuando digo ármense no es simplemente una alusión, sino que es literal-, con lo que puedan para el despertar real... aquí y ahora.

Preparen su nave, pues hasta el día de hoy jamás han tomado una píldora roja... sólo la azul, que es el alimento habitual para el hombre ordinario u operador normal. Aquel del tipo 123, que definiremos profundamente más adelante en esta bitácora de vida, y para el cual el error en la Matrix es algo imposible de pensar. No está hecho para comprender eso.

Y, para los que consideren tediosa esta lectura demasiado reflexiva, les aseguro un buen dormir. No se preocupen, que todo va muy bien. No pierdan su valioso tiempo en una lectura que les estropeara su sueño. Y sean "Bienaventurados los adormilados, por que ellos se dormirán primero". No sigan de frentón. Desistan de esta lectura. No les servirá. Puede sí ser una nueva recurrencia.


Para otros, para los que quieran seguir, sólo existirán posibilidades para cada cosa por un periodo de tiempo. Así que aprieten sus cinturones de combate, realicen su respiración embrionaria, respiren profundo, e inspírense pues aceleraremos mucho.

DEFINICIONES:
Entenderemos Matrix como la Matriz o útero femenino principio creativo. Esta palabra proviene del latín, y no fue escogida al azar, sino por el contrario: es un elemento narrativo y descriptivo para quién la sepa leer... se refiere a la madre que parió virgen al hijo del hombre, si la misma virgen Bíblica la madre del Cristo o Isis esposa de Osiris y madre de Horus, mas conocida como mar-IA, ser que se entrego por amor al padre creador de universo para concebir virgen al hijo del hombre su amado ideal encarnado en la materia corporal de un cuerpo físico y que duerme por miles de años y que volvera para rescatar del enemigo que la destruye, la humanidad mecanizada sin alma REAL y que tomando estos cuerpos físicos destruye a la madre naturaleza.

Aquí la lectura gnóstica para un vigilante despierto del cuarto tipo -como quien les habla-, será el mismísimo mundo físico tridimensional euclidiano común y silvestre, donde todo se "crea". Donde diversos "escenarios" se "recrean" y se destruyen incontables veces, repetitivamente según el "orden recurrente mecánico lunar" que sea necesario... donde "Raimundo y todo mundo" vive con su máquina: el cuerpo físico.

O sea, la peliculita no nos sitúa en ninguna fantástica dimensión superior, metafísica, desconocida. No en el "mas allá" sino en el mismísimo "mas acá" es decir claramente aquí...donde las restricciónes de todo orden nos someten y agobian. Para demostrar esto, me baso en la parte donde Morpheus sufre, aquí y ahora, de la tortura... eso sucede claramente en él "mas acá" y no hay ningún "más allá" para salvarlo... Es decir, los recursos de la nave sólo son aplicables por otros despiertos de la Matrix "aquí" en el mundo físico. Donde las balas matan...

El teléfono simbolizará la capacidad de retirarse de ciertos escenarios donde los agentes (de la mala vibración) nos tengan rodeados y podamos perder la máquina... cuerpo físico o el uso consciente de la misma... nuestra nave, nuestra ALMA REAL.

El viaje por el teléfono significará -en este lúdico escenario-, el viaje hacia el interior de la máquina humana, tan desconocida para el hombre ordinario. Este hombre será definido para efectos de este artículo, como el "operador" tipo 1, 2 o 3: o sea, un mister Anderson cualquiera, esta lectura debe incluir personas que son manejadas estrictamente por la energética corporal del chakra 1 o basal, que es la sombra o perversiones, 2 chakra sexual la mascara o la simulación, chakra 3 la inteligencia inferior, el interés del deseo.



Cuando la vigilante Trinity ataca a los policías simplemente se defiende de fuerzas transgresoras de sus valores, de sus ideales libres y conscientes, aunque para ella la cosa no es fácil... sabe algunas "cosillas" que los demás operadores tipo uno, dos y tres desconocen o no son "capaces" de captar... no saben.


Ella en cambio, ya injirió la píldora roja. Ya conoce la realidad. Tiene Gnosis. Sabe que cuando las personas ordinarias experimentan una sensación de repetición de las cosas (dejavu), los agentes le están tendiendo una trampa mortal. Ella lo sabe, y sabe que eso puede significar la muerte de su cuerpo emocional, su verdadero cuerpo sintiente chakra 4.

Aguarda en silencio en el hotel de su corazón (hotel "HEART" al principio del film) en su dimensión emocional, chakra real 4 que no pasa de ser una representación vacía de algo que no tiene, pues sabe que le falta algo. Más aún, no lo encuentra, su conexión con el chakra7 Ella simplemente esta frente a una pantalla de PC y en el cuarto no hay nada. En este enfrentamiento en busca de su despertar, arriesga a muerte su esencia, como concepto de vida para ella, respetando lo que ella tenga o entienda por lo mismo.

O sea "la esencia" de Trinity es conocer a "THE ONE" esa será su predestinación, su propia Matrix (restricción). Será donde tendrá que enfrentar a los agentes... por su esencia… de esa nadie se escapa. Nadie que tenga cuerpo físico y posea aun conciencia libre, es decir de ser un operador en su corazón ella deberá conectarce con su chakra 5 y para ello deberá cumplir con la misión de su eterno, la misión original encomendada por su alma a la personalidad inferior.
Así dadas las cosas, ella ya tiene su meta... su realidad será hacer tangible su predestinación, para no despertarse nunca más en la horripilancia de estar llenos de tubos (TV con transgresiones; "realitys"; literatura chatarra; comidita transgénica más barata, que quetara el hambre del mundo; periodismo distorsionarte; basura por todos lados) alimentándose de sus hermanos muertos...

Es decir, alimentándose de operadores tipo uno, dos y tres, que ya hayan perdido toda esperanza de tener un cuerpo emocional 100 % desarrollado (cuerpo idéntico al físico en la nave), de tener un cuerpo mental 100% desarrollado (cuerpo virtual igual al físico dentro de la nave, que es cargado con disquetes de operación que preparan para actuar en cualquier circunstancia en la "Task Force"). Todas sus esperanzas de cambio, es decir, sus esencias murieron. Perdieron toda posibilidad de despertar, de salir del tipo 1,2,3. Jamás despertarán de su sueño, y ya vegetan, aquí en este mundo del "más acá", con su maquina física fundida, estropeada de tanto entregarla a los agentes para sus fines. Ellos prefieren cooperar con los agentes por un poco de placer... así, la opción de los fracasados será la de Cypher, tomando un vinito, comiendo asadito con esos jefes de siniestros trajes oscuros y -por supuesto- usando cuanto Armani el programa Matrix te permita usar por día. En otras palabras: "poder"...

Por el simple sueño de no recordar más... cuantas personas en el "más aquí" no hacen eso con sus amigos, con su país (Bush), con su familia, con su gente "amada" etc. Así salvan el pellejo, vendiendo alma... vendiendo esencia, negociando en el camino de los fracasados. Por cierto, el despertar, tiene sus incomodidades, sus restricciones, sus condiciones. Ciertas desgracias, como perder algunos elementos de tu nave, y también compañeros en la tarea de mantenerse vivos en sus ideales. Malas comidas, señal de dieta rigurosa, no puedes tragarte todo lo que te dice ese periodismo falso, el periódico la TV, los chismes, el cotorreo, y un largo etcétera, no puedes alimentarte de porquería eso te llevaría inevitablemente a reactivar tus chakras inferiores.
Además, exige cierta disciplina para mantenerse "vivo". Cierta ropa vieja. Aquí se describen antiguos elementos de nuestro baúl de los recuerdos: cuando aún éramos puros, niños, y libres jugábamos.

También se pide, bajo ciertas condiciones cero luz solar: restricción para no ser descubierto... y además esto posee otra lectura: hay cosas en la maquina humana que solo se "ajustan" cuando dejamos el estado de vigilia y simplemente dormimos, descansamos en la oscuridad o hacemos otras cosas. ¿Quién no ha sido testigo de cómo, al día siguiente de un día horrible, no aparecen nueva ideas cuando despertamos?








martes, 22 de julio de 2008

LO SIENTO, PERO SU ALMA ACABA DE MORIR




Podemos hablar de la SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO en el mundo occidental desde febrero del año 1995, cuando Louis Rossetto, cofundador de la revista Wired, vestido con una camisa sin cuello, con el pelo tan largo como Felix Mendelssohn y todo el aspecto de un visionario californiano, dio una conferencia en el Instituto Caton anunciando el alba de la civilización digital del siglo XXI. Como tema, eligió a Pierre Teihard de Chardin, el inconformista científico y filósofo jesuita que profetizó hace mas de cincuenta años que la radio, la televisión y los ordenadores crearían una «noosfera», una membrana electrónica que cubriría el globo y conectaría a toda la humanidad en un único sistema nervioso. Que la geografía, las fronteras nacionales o las viejas nociones de mercado y procesos políticos se volverían irrelevantes.




Pierre Teilhard de Chardin S.J. (1881-1955) fue un paleontólogo y filósofo francés que aportó una muy personal y original visión de la evolución. Miembro de la orden jesuita, su concepción de la evolución, considerada ortogenista y finalista, equidistante en la pugna entre la ortodoxia religiosa y científica, propició que fuese atacado por la una e ignorado por la otra. Suyos son los conceptos Noosfera (que toma prestado de Vernadsky) y Punto Omega. Nació en Sarcenat (Auvernia, Francia) en 1881, y muere en 1955 en Nueva York. Es el cuarto hijo de una familia numerosa. Su padre, naturalista aficionado, influye decisivamente en su vocación profesional; y la religiosidad de su madre en su formación espiritual. Cursa los estudios de ciencias y letras en el colegio jesuita de Mongré (Villefranche-sur-Saône). El 1899, a los 18 años de edad, ingresa en el noviciado jesuita de Aix-en-Provence. Allí, y más tarde, en 1908, en el colegio jesuita de Hastings (cerca de Piltdown, Gran Bretaña), cursa estudios de teología, tras los cuales es ordenado sacerdote. Es en esa época, durante su estancia en Gran Bretaña, en 1909, cuando conoce al naturalista Charles Dawson con quien compartirá la afición por la paleontología. Y es en 1912 cuando Chardín se ve envuelto en el escándalo del Hombre de Piltdown. Le une a este escándalo el hecho de ser uno de los primeros en conocer el descubrimiento de su amigo. El descubridor del supuesto hombre de Pitdown fue Charles Dawson, y Dawson junto a Smith Woodward, paleontólogo del Museo Británico de Londres fueron quienes lo presentaron a la Sociedad Geológica de Londres. No obstante, han sido muchos los intentos (después de que Teilhard adquiriera relevancia, no antes) de, con mayor o menor sutileza, unir su figura a aquél fraude, en unas ocasiones insinuando su participación, en otras, el conocimiento del mismo.



En 1912 entra a trabajar en el Museo de Historia Natural de París, trabajando junto a Marcellin Boule, paleontólogo quien había exhumado el primer esqueleto completo de un neandertal. En el Instituto de Paleontología Humana entabla amistad con Henri Breuil y participa con él (en 1913) en excavaciones en la, entonces recientemente descubierta (1903), Cueva de El Castillo de Puente Viesgo (Cantabria, España). Entre 1914 y 1919, permanece movilizado en el frente como camillero recibiendo la Medalla al Merito Militar y Legión de honor. En 1916 y 1919, publica sus primeros trabajos : La vida cósmica y El potencial espiritual de la materia. En ellos ya se transluce lo que será el núcleo de su pensamiento.



De 1922 a 1926, obtiene en La Sorbona tres licenciaturas de ciencias naturales: geología, botánica y zoología, y alcanza el doctorado con su tesis Mamíferos del Eocenos inferior francés y sus yacimientos. En 1923 realiza su primer viaje a China por encargo del Museo de París. Otra vez en París, imparte clases como profesor en el Instituto Católico. Un artículo suyo sobre el pecado original es la causa de sus primeros enfrentamientos con la Ciudad del Vaticano. Se ve obligado a abandonar la enseñanza y regresa a China donde participa junto a Henri Breuil en el descubrimiento del Hombre de Pekín el pariente más cercano del Pithecanthropus, Hombre de Java.



En 1931 participa en la Travesía Amarilla recorriendo el Asia Central. Hasta 1951, que se establece en Nueva York, prosigue una intensa actividad científica marcada por numerosos viajes de estudios: Etiopía (1928), los Estados Unidos (1930), la India (1935), Java (1936), Birmania (1937), Pekín (1939 a 1946), Sudáfrica (1951 y 1953).



En 1951 ingresa en la Academia de las Ciencias de Francia. Muere en Nueva York, el 10 de abril de 1955, el día de Pascua. Un año antes, durante una cena en el consulado de Francia de esa misma ciudad, confió a sus amigos: “Mi deseo sería morir el Día de La Resurrección”. Gran parte de su obra fue publicada con carácter póstumo por Jeanne Mortier, a la que nombró su albacea para temas editoriales. Esta obra ocupa trece volúmenes.



A lo largo de su vida había publicado numerosos estudios técnicos en revistas especializadas; era un gran cristiano y muy pronto sintió la preocupación de integrar sus descubrimientos dentro de una perspectiva general del “problema humano”, conciliada a la vez con el dogma católico y con las exigencias de la ciencia moderna. Consignó sus meditaciones en gran número de escritos que seguían inéditos en el momento de su muerte. En 1955 empezó la publicación de las Obras completas, bajo el patronazgo de varias personalidades científicas y filosóficas. Los volúmenes aparecidos hasta 1957 -El fenómeno humano (1955), El grupo zoológico humano (1956), La aparición del hombre (1956), La visión del pasado (1957), El medio divino (1957)- han suscitado inquietud en el Vaticano y levantado vivas oposiciones en ciertos medios teológicos. Pero al mismo tiempo han conquistado fervorosos partidarios en amplios sectores católicos y no católicos del mundo científico. Quedan todavía por publicar numerosos volúmenes. Señalemos también la edición de sus Cartas de viaje (1956-57).



Teilhard de Chardin sostuvo un evolucionismo teleológico; a la concepción materialista del darwinismo y del positivismo, opuso una cosmología que, pese a admitir el evolucionismo, e incluso extendiéndolo a la realidad espiritual, rechazaba una interpretación puramente mecanicista y materialista del cosmos. Así expresó su fe en relación con su concepción del universo: Creo que el Universo es una Evolución. Creo que la Evolución va hacia el Espíritu. Creo que el Espíritu se realiza en algo personal. Creo que lo Personal supremo es el Cristo-Universal. La materia originaria, según él, contiene ya en sí la “conciencia” como elemento organizativo, por el que la evolución se configura como un proceso no puramente mecanicista, sino teológico.






Así, la evolución de la pre-vida (mundo inorgánico) a la vida (”biosfera”) tiende a la producción del mundo del hombre y del pensamiento (”noosfera”), como su culminación. Pero el hombre no es el punto final. El universo, el hombre y su historia tienden a un “punto omega”: el Cristo cósmico, punto de unión de toda la humanidad (”cristosfera”). En medio de las visiones pesimistas que se alzaron a lo largo de su siglo, la obra de Teilhard apuesta por la esperanza y la alegría de sentirse humano.


Al ser obra demasiado amplia y profunda como para dar un resumen de ella por breve que sea, continuación citamos lo que opinó sobre él un científico contemporáneo suyo, Julián Huxley:
Desde mi primer encuentro con el padre Teilhard, en 1946, pude darme cuenta de que había encontrado en él no solamente un amigo, sino el compañero de una aventura intelectual y espiritual. Aunque él contemplaba el problema del destino humano desde el punto de vista de un cristiano y un sacerdote jesuita, y yo desde el de un agnóstico y un zoólogo, nuestros pensamientos habían seguido el mismo proceso y habíamos llegado a conclusiones sorprendentemente parecidas. Es que uno y otro estábamos resueltos a considerar el destino humano - las relaciones del hombre con el cosmos - como un fenómeno que había que observar y estudiar bajo el mayor número de aspectos posibles, pero siempre como un fenómeno y nunca como un problema metafísico, ético o teológico. En tal concepción, el hombre no aparece como una criatura extraña a la naturaleza, sino como un elemento absolutamente esencial del fenómeno de la evolución. El pensamiento y el espíritu no son un epifenómeno incoherente ni una emanación de lo sobrenatural, sino un fenómeno natural de la mayor importancia. La fuerza y la pureza de su pensamiento, unida a la facultad fecunda de comprender y amar todos los valores, han permitido al padre Teilhard dar al mundo un cuadro no sólo de una claridad excepcional. sino además rico en conclusiones irrefutables.


El primer fenómeno que hay que destacar es el de la unidad. El cosmos, con sus dimensiones gigantescas en el espacio y en el tiempo, es uno. Y todo lo que evoluciona es igualmente uno: es la substancia única del universo, con sus propiedades materiales e intelectuales en su combinación necesaria.
El segundo fenómeno es el de la orientación: lentamente, el proceso de la evolución engendra la novedad,la diversidad, formas superiores de organización. de una manera irreversible. Un aspecto particularmente significativo de esta orientación es la tendencia de las propiedades intelectuales a manifestarse más y a hacerse relativamente más importantes en relación con las propiedades materiales de esa consciencia. Él llama «Omega» a ese foco de atracción trascendente que asegura la irreversibilidad del ascenso de la humanidad.
El tercer fenómeno es la existencia en el proceso de la evolución de puntos críticos donde la substancia del universo adquiere nuevas propiedades, donde nuevos mecanismos de transformación empiezan a intervenir, donde aparecen nuevas formas de organización. Hasta ahora hay dos puntos críticos de ese género: el origen de la vida - el punto en que la materia se hace capaz de reproducirse a sí misma - y el origen en el hombre de la reflexión constante, el punto en el que se puede decir que el espíritu se ha hecho capaz de reproducirse a sí mismo y en el que la evolución cultural o psico-social se ha sobrepuesto a la evolución biológica.


Para atenernos a la Tierra - la única parcela del cosmos donde la existencia de estos puntos críticos nos es efectivamente conocida - según el padre Teilhard, se pueden distinguir tres envolturas o esferas sucesivas: en primer lugar, la geoesfera, teatro de las manifestaciones inorgánicas; a ella se superpuso, hace unos dos mil millones de años, la bioesfera, o sistema evolutivo de la vida orgánica; luego, hace centenares de miles de años, la noosfera, que comprende el sistema evolutivo del pensamiento y dela consciencia humanos y de sus productos.
El cuarto fenómeno es el de la limitación. En el curso de la evolución orgánica los grupos agotan, los unos después de los otros, sus posibilidades de evolución, y sólo progresan las formas cada vez más limitadas de la vida. Hacia el final del plioceno no quedaba más que una forma de vida capaz de progresos importantes: el hombre, o más exactamente la cepa hominiana, Desde hace algunos millones de años el fenómeno del progreso evolutivo se reduce al fenómeno humano.


En su fase humana, el proceso evolutivo adquiere un carácter enteramente nuevo. En el curso de la fase orgánica, prehumana, cada nuevo tipo que consigue sobrevivir se fracciona, se diferencia, se diversifica en una serie de subtipos, los que producen un gran número de formas de vida biológicamente distintas: lo que llamamos las especies. El hombre es un caso enteramente distinto. Tras un breve período de diferenciación inicial - que produjo las grandes razas o subespecies humanas - la divergencia es sustituida por la convergencia, en primer lugar, de las unidades biológicas o razas humanas distintas, y luego de las unidades psicosociales o conjuntos culturales. Por tanto, aunque es un tipo evolutivo dominante de importancia capital, el humano representa sólo a una especie biológica y, dentro de unos siglos o milenios, está destinado a no formar más que un solo grupo cultural basado en un marco general único de ideas y creencias.

Esto nos lleva al quinto punto: la evolución del hombre que, por ser esencialmente cultural, depende principalmente del conocimiento que tiene del mundo y de sí mismo. El conocimiento es el fundamento dela representación justa. La representación define la actitud, y la actitud determina y dirige la acción. Puesto que el método científico - que fundamenta y ordena el conocimiento en base a hipótesis comprobadas por la experiencia o la experimentación - es el método más eficaz para aumentar nuestro conocimiento y nuestra comprensión, su aplicación cada vez más extensa a campos de estudios cada vez más numerosos parece ser la condición previa del progreso. Esto en ningún caso significa negar la importancia de la actividad creadora y su expresión en las artes, las letras y las religiones.


Finalmente, como lo ha recalcado el padre Teilhard, existe el fenómeno de la escala. La escala en la que se produce la evolución es gigantesca en el espacio y más todavía en el tiempo. Sólo familiarizándonos con esta vasta escala temporal podemos contemplar eficazmente los cambios de la evolución, en especial en los animales superiores y en el hombre. Estas no pueden ser percibidas y evaluadas sino a lo largo de centenares de millones de años de la historia pasada del mundo. Y las probabilidades igualmente enormes que podrían realizarse en la Tierra no se pueden concebir sino en el término de centenares de millones de años futuros. Sólo si comprendemos que el hombre se halla en el estadio inicial de su evolución, podemos interiorizar esta visión de las posibilidades de la especie, y sólo interiorizando así su porvenir posible, podemos esperar realizarlo en toda su plenitud.


Aunque yo también haya subrayado muchos de estos mismos puntos, el padre Teilhard ha visto más lejos que yo y mostrado más penetración. Pienso particularmente en su brillante concepción de lo que él llama el enroscamiento, que lleva a un psiquismo más intenso. Entiende por tal el hecho de que una parte constituyente del mundo se repliega sobre sí misma para formar una unidad organizada cuyas tensiones internas aseguran la cohesión, formando un sistema cerrado y automáticamente equilibrado. Los átomos, las moléculas, las células, los organismos multicelulares y las personalidades humanas son ejemplos de estos sistemas de enroscamiento, pero cada uno a un nivel diferente de organización. Además el padre Teilhard postula que cuanto más complejo es el sistema, tanto más estrechamente coordinada está su organización y tanto más activos e importantes son su vida interior, sus grados y modos de consciencia.


El padre Teilhard considera que la tendencia a la convergencia cultural, que se ha puesto de manifiesto ya en la historia del hombre, llevará inevitablemente a un enroscamiento de toda la noosfera, y engendrará así un sistema unitario de pensamientos y creencias o - como sin duda hubiera preferido decir - un solo todo pensante y creyente. A causa de su extremada complejidad, ese todo se encontrará en un potencial psíquico extremadamente elevado. Durante su formación se liberarán sin duda fuerzas psico-sociales explosivas; pero, una vez organizado, generará forzosamente un inmenso dinamismo para la evolución futura del hombre. Y el padre Teilhard considera ese futuro estado como el apogeo necesario de lo que llama la «hominización», es decir, el proceso mediante el cual el hombre se hace más verdadero y plenamente humano.


El padre Teilhard nos aporta una visión nueva del cosmos, una revelación vivificante de la manera como procede la realidad. Porque es verdadera, la revelación del padre Teilhard no se limita a vivificar, sino que además libera de muchas angustias el alma y la mente del hombre.

Obras principales
El Fenómeno Humano (1955)
La Aparición del Hombre (1956)
Cartas de un viajero (1956)
El grupo zoológico humano (1956)
La Visión del Pasado (1957)
El Medio Divino (1957)
El Futuro del Hombre (1959)
La Energía Humana (1962)
La Activación de la Energía (1963)
El Lugar del Hombre en la Naturaleza (1965)
Ciencia y Cristo (1965)
Cómo creo (1969)
Las Direcciones del Futuro (1973)
Escritos del Tiempo de la Guerra (1975)
El Corazón de la Materia (1976)




Según Rossetto, la vertiginosa expansión de Internet por todo el planeta hace que, gracias al módem, ese maravilloso momento Teilhardiano esté casi al alcance de la mano. Podría ser. Sin embargo, desde el 2007, todo el universo digital va a parecernos bastante trivial en comparación con la nueva tecnología que en 1996 era sólo un tenue resplandor en un minúsculo número de hospitales estadounidenses . Son las técnicas de obtención de imágenes cerebrales, y cuantos se atrevan a madrugar y contemplar un amanecer verdaderamente deslumbrante del siglo XXI no desearán apartar la vista.




La neurociencia, la ciencia del cerebro y el sistema nervioso central, se encuentra en el umbral de una teoría unificada cuyas repercusiones serán tan espectaculares como las del darwinismo hace más de cien años. Ya existe un nuevo Darwin o quizá debería decir un Darwin actualizado, puesto que nadie ha creído más religiosamente que él en Darwin. Se llama Edward O. Wilson. Enseña zoología en Harvard y es autor de dos libros que han tenido una influencia extraordinaria THE INSECT SOCIETIES y SOCIOBIOLOGÍA: LA NUEVA SÍNTESIS. No «una» nueva síntesis, sino «la» nueva síntesis. Edward O. Wilson ha creado y dado nombre a la nueva disciplina de la sociobiología y ha condensado su premisa subyacente en una única frase. Todo cerebro humano, afirma, no nace siendo una tabla rasa que la experiencia se encarga de rellenar, sino que es «un negativo expuesto a la espera de ser introducido en el líquido revelador». El negativo puede revelarse bien o puede revelarse de modo defectuoso, pero en cualquiera de los dos casos poco se obtendrá que no esté ya impreso en la película. Esa impresión es la historia genética del individuo, producto de miles de años de evolución, y nadie puede hacer gran cosa para alterar ese hecho. Es más, según Wilson, la genética determina no sólo cosas como el temperamento, las preferencias en los roles, las respuestas emocionales y los niveles de agresión, también muchas de nuestras reverenciadas elecciones morales, que en absoluto son elecciones en un sentido que implique libre albedrío, sino más bien tendencias impresas en el hipotálamo y las regiones límbicas del cerebro, una noción ampliada en 1993 por James Q. Wilson (sin parentesco con Edward O.) en THE MORAL SENSE, un libro que dio mucho que hablar.


Esta visión, la visión neurocientífica de la vida, se ha convertido en el campo de batalla estratégico del mundo académico, y la ofensiva para conquistarlo ya se ha extendido más allá de las disciplinas científicas y se ha adentrado en el ámbito del público en general. Tanto progresistas como conservadores sin un ápice de voluntad científica se afanan por ocupar ese terreno. El movimiento homosexual, por ejemplo, se ha aferrado a un estudio del respetado Dean Hamer, de los Institutos Nacionales de la Salud, en el que se anunciaba el descubrimiento del «gen homosexual». Es evidente que si la homosexualidad resulta ser un rasgo determinado por la genética, igual que el hecho de ser zurdo o de tener los ojos castaños, las leyes y las sanciones que la penalizan constituyen intentos de legislar contra la naturaleza. Los conservadores, en cambio, se han centrado en estudios que indican que, como consecuencia del largo trayecto de la evolución, los cerebros de hombres y mujeres están organizados de modo tan dispar que los intentos feministas de permitir a las mujeres el acceso a papeles tradicionalmente reservados a los hombres se reducen a lo mismo: una transgresión de la naturaleza condenada al fracaso.


Wilson es lo que en Estados Unidos se considera un liberal convencional, políticamente correcto, como se dice –al fin y al cabo pertenece a Harvard–, alguien preocupado por los problemas medioambientales y todas esas cosas. Sin embargo, ha afirmado que «imponer identidades de roles similares» a hombres y mujeres es algo que «hace caso omiso de miles de años en los que los mamíferos han demostrado una poderosa tendencia a la división sexual del trabajo. El hecho de que esta división del trabajo sea una constante desde las sociedades cazadoras recolectoras pasando por las agrícolas hasta las industriales sugiere un origen genético. No sabemos en qué momento de la evolución humana se desarrolló este rasgo ni cuán resistente es a las continuas y justificadas presiones a favor de los derechos humanos». En «resistente» habla Darwin II, el neurocientífico; en «justificadas», el liberal políticamente correcto de Harvard. No fue lo bastante liberal ni lo bastante políticamente correcto. Un grupo de manifestantes feministas interrumpieron una de sus conferencias, le lanzaron encima un cubo de agua helada y empezaron a corear: «¡Se ha mojado encima!, ¡Se ha mojado encima» La más destacada de las feministas estadounidenses, Gloria Steinem, insistió en una entrevista televisiva con John Stossel, de la ABC, en que había que frenar de inmediato los estudios sobre las diferencias genéticas de los sistemas nerviosos masculino y femenino. Sin embargo, todo esto no fuen nada en comparación con el pánico político desatado en relación con la neurociencia.


En febrero de 1992, Frederik K. Goodwin, reputado psiquiatra y director de la Administración de Salud Mental, Drogadicción y Alcoholismo, pero un perfecto inepto en relaciones públicas, cometió el error de describir en una reunión pública la Iniciativa contra la Violencia del Instituto Nacional de la Salud Mental. Se trataba de un programa experimental, que ya tenía diez años, cuya hipótesis era que, como entre los monos de la selva –Goodwin era famoso por sus estudios con monos–, la mayor parte de la criminalidad estadounidense estaba causada por unos pocos machos jóvenes predispuestos genéticamente; es decir, programados para cometer delitos. En la jungla, entre los parientes más próximos de los seres humanos, los chimpancés, parecía como si un puñado de jóvenes machos con cierta distorsión genética fueran los responsables de casi todas las muertes innecesarias de otros machos y el maltrato físico de las hembras. ¿Y si ocurría lo mismo entre los seres humanos? ¿Y si, en cualquier comunidad, resultaba que un puñado de muchachos con un ADN tóxico era el responsable del elevado número de delitos violentos? La Iniciativa contra la Violencia pretendía identificar a esos individuos en la infancia para, de algún modo, algún día, someterlos a una terapia farmacológica. Según dijo Goodwin, la idea de que las zonas urbanas de Estados Unidos castigadas por el crimen eran una «jungla» podía ser algo más que una metáfora gastada.
Eso la armó. Quizá fue ésa la palabra más estúpida pronunciada por un funcionario público estadounidense en todo 1992. El clamor fue inmediato. El senador Edward Kennedy de Massachusetts y el congresista John Dingell de Michigan (quien, como más tarde se hizo patente, padecía hidrofobia ante los proyectos científicos) no sólo condenaron por racistas las observaciones de Goodwin, sino que también emitieron su veredicto científico: las investigaciones con primates son «una base ridícula» para analizar algo tan complejo como «el crimen y la violencia que asola hoy nuestro país». (Lo cual constituyó una sorpresa para los científicos de la NASA que primero entrenaron y enviaron en vuelo suborbital con un cohete Redstone a un chimpancé llamado Ham y luego entrenaron y enviaron a otro llamado Enos, «hombre» en griego, a que orbitara la Tierra en un cohete Atlas, con lo que predijeron las respuestas fisiológicas, psicológicas y motrices de los astronautas humanos, Alan Shepard y John Glenn, quienes repitieron, meses más tarde, los vuelos y las tareas de los chimpancés.) La Iniciativa contra la Violencia fue comparada a las propuestas eugenésicas nazis para la exterminación de los indeseables. El congresista John Conyers, también de Michigan al igual que Dingell, presidente del Comité de Operaciones del Gobierno y miembro más antiguo del Caucus Negro del Congreso, pidió la renuncia de Goodwin, renuncia que obtuvo, al cabo de dos días, tras lo cual el gobierno, a través del Departamento de Salud y Servicios Humanos, negó que la iniciativa contra la violencia hubiese existido nunca. Desapareció en el agujero de la memoria, para utilizar la expresión de Orwell.


Para Mayo de 1993 se había previsto un congreso de criminólogos y otros académicos interesados en los estudios neurocientíficos realizados hasta entonces para la Iniciativa contra la Violencia, un congreso financiado, en parte, por los Institutos Nacionales de la Salud. Adiós también al congreso; los INS lo ahogaron como un gatito. En 1995 un experto legal de la Universidad de Maryland intentó reunir las tropas subrepticiamente, en un recinto casi oculto de los ojos de los hombres, en un pequeño pueblo llamado Queenstown en los remotos confines del condado de Queen Annes, en la costa oriental de Maryland. Los INS, demostrando que son de aprendizaje lento, concedieron discretamente 133.000 dólares para la reunión después de que Wasserman prometiera suavizar el encuentro invitando a detractores de la idea de un posible origen genético del crimen y organizar una sesión sobre los males del movimiento eugenésico de principios del siglo XX. ¡En vano! Un ejército de manifestantes descubrió a aquellos pobres desgraciados e irrumpió en el escenario gritando: «¡Congreso de Maryland no te escondas, sabemos que fomentas el genocidio!» Tardaron dos horas en aburrirse y marcharse y el congreso finalizó en un estado de completa confusión, con un comunicado de la facción políticamente correcta especialmente invitada que decía: «Tanto científicos como historiadores y sociólogos deben impedir ser utilizados para revestir de respetabilidad científica a la pseudociencia racista». Hoy en los INS la expresión Iniciativa contra la violencia es sinónimo de tabú. El momento actual recuerda la Edad Media, cuando la Iglesia católica prohibió la disección de cuerpos humanos por temor a que lo que pudiera descubrirse dentro de ellos arrojara alguna duda sobre la doctrina cristiana de que Dios había creado el hombre a su semejanza.

Aún más radioactivo es el tema de la inteligencia, tal como la miden las pruebas de inteligencia. En privado –no son muchos los que se atreven a hablar en público– la abrumadora mayoría de los neurocientíficos cree que el componente genético de la inteligencia de un individuo es notablemente elevado. La inteligencia de una persona puede mejorarse gracias a tutores hábiles y entregados o puede frenarse por culpa de una educación deficiente –esto es, el negativo se revela bien o de modo defectuoso–, pero lo fundamental son sus genes. El alboroto provocado por el libro de Charles Murray y Richard Hernstein THE BELL CURVE es seguramente sólo el principio del enconamiento que el tema va a producir.

Una compañía llamada Neurometrics buscó inversores e intento comercializar un invento simple, pero sorprendente, bautizado con el nombre de «casco de inteligencia». La idea era encontrar un modo de medir la inteligencia que no tuviera rasgo de «sesgo cultural», un medio que no obligase a nadie a enfrentarse con palabras o conceptos que podrían ser conocidos por personas de una cultura pero no por las de otras. El casco de inteligencia registraba sólo ondas cerebrales; y un ordenador, no un ser humano sujeto a posibles distorsiones analizaba los resultados. Estaba basado en la obra de neurocientíficos como E. Roy John [1], quien es uno de los principales pioneros de la obtención de imágenes electroencefalográficas del cerebro. Dulio Giannitrapani, autor de THE ELECTROPHYSIOLOGY OF INTELLECTUAL FUNCTIONS y David Robinson, autor de THE WECHSLER ADULTS INTELLIGENCE SCALE AND PERSONALITY ASSESSMENT: TOWARD A BIOLOGICALLY BASED THEORY OF INTELLIGENCE AND COGNITION y muchas otras monografías.
No era un proceso complicado. Se colocaban dieciséis electrodos en la cabeza de la persona cuya inteligencia quería medirse. Había que despeinarla un poco, pero no era necesario cortar el pelo y menos aún raparlo. A continuación se le decía que mirara un punto fijo. Se accionaba el interruptor y, en dieciséis segundos, el ordenador daba una predicción precisa (con un máximo de medio punto de desviación estándar) de lo que el sujeto obtendría en los once subtests del Wechsler Adult Intelligence Scale (WAIS) o, en el caso de niños, en el Wechsler Intelligence Scale for Children (WISC); todo en dieciséis segundos de ondas cerebrales. El test no tenía ni un atisbo de influencia cultural. El ahorro en tiempo y dinero era espectacular. Se tarda dos horas en pasar el test de inteligencia convencional; y los gastos generales, contando las personas encargadas de pasarlo, prepararlo, así como el pago del alquiler de los locales, ascienden como mínimo, a 100 dólares la hora. Para el casco de inteligencia eran necesarios quince minutos y dieciséis segundos –el cuarto de hora es lo que se tarda en colocar los electrodos- y una décima parte de un centavo en electricidad.
Los inversores de Neurometrics se frotaban las manos y ser relamían. Iban a forrarse. Lo que en realidad ocurrió fue que nadie se interesó por ese diabólico casco. No fue sencillamente que nadie creyera que pudieran extraerse cocientes de inteligencia a partir de las ondas cerebrales, fue que nadie quiso creer que pudiera hacerse. Nadie quiso creer que la capacidad cerebral humana está hasta tal punto... programada. Nadie quiso creer que era... una mediocridad genéticamente programada... y que lo mejor a lo que podía esperar en este Pozo del Error Mortal era a vivir su mediocre vida gris sin demasiado estrés.
Barry Sterman, de la UCLA, y director científico de una compañía llamada Cognitive Neuroscience, diseñador de una tecnología que aplica las ondas cerebrales a la investigación de mercados y los grupos de interés, considera posibles las pruebas de inteligencia por medio de las ondas cerebrales, pero en la actual atmósfera «tiene menos posibilidades que un chino de conseguir una subvención» para desarrollarlas.
Y aquí comenzamos a sentir el frío que emana del ámbito más efervescente del mundo académico. La premisa implícita y en gran medida inconsciente de la lucha por el estratégico terreno de la neurociencia es: vivimos en una época en que la ciencia es un tribunal que no tiene apelación. Y la cuestión esta vez, desde finales del siglo XX, no es ya la evolución de las especies, que puede parecer un asunto muy remoto, sino la naturaleza de nuestros apreciados “yos” interiores. Los patriarcas de la disciplina, como Wilson, son conscientes de ello y se muestran cautos, cautos en comparación con la nueva generación. Wilson aún sostiene la posibilidad de que, en algún punto de la historia evolutiva, la cultura empezara a influir en el desarrollo del cerebro humano en formas aún no completamente explicadas por la teoría darwinista estricta.
Sin embargo, los neurocientíficos de la nueva generación no son, ni de lejos, tan cautos. En conversaciones privadas, las charlas que crean la atmósfera mental de cualquier nueva ciencia en auge expresan un determinismo inflexible. Empiezan con la afirmación más famosa de toda la filosofía moderna, el «cogito ergo sum» de Descartes que consideran como la esencia del «dualismo», esa anticuada noción de que la mente es algo distinto de su maquinaria, el cerebro y el cuerpo. También se la conoce como la falacia «del fantasma dentro de la máquina», la singular creencia de que en algún lugar dentro del cerebro existe un «yo» fantasmal que interpreta y dirige sus operaciones.
Los neurocientíficos que se dedican a la encefalografía tridimensional afirman con claridad que no hay ningún lugar en el cerebro que sea la sede de la conciencia o de la autoconciencia (cogito ergo sum). Se trata de una mera ilusión creada por una combinación de sistemas neurológicos que actúan al mismo tiempo. La joven generación da incluso otro paso más. Puesto que la conciencia y el pensamiento son productos enteramente físicos de nuestro cerebro y nuestro sistema nervioso –y puesto que nuestro cerebro ya ha nacido impreso– ¿qué nos hace pensar que tenemos libre albedrío? ¿De dónde provendría? ¿Qué «fantasma», qué «mente», qué «yo», qué «alma», qué lo que sea que no resulte que no resulte inmediatamente atrapado por esas comillas despectivas, es lo que hincha nuestro tronco cerebral y se nos ofrece?.
Los neurocientíficos teorizan sobre la posibilidad de que, de tener ordenadores lo bastante potentes y sofisticados, sería posible predecir el curso de la vida de cualquier ser humano momento a momento, incluyendo el hecho de que el pobre diablo fuera a sacudir la cabeza ante esa misma idea. Dudo de que cualquier calvinista del siglo XVI creyera de un modo tan completo en la predestinación como estos efervescentes e intensamente racionales jóvenes científicos estadounidenses de finales del siglo XX.

Desde finales de los setenta, en la Era de Wilson, los estudiantes universitarios no cesan de acercarse a la neurociencia. La Sociedad para la Neurociencia se fundó en 1970 con 1.100 miembros. Hoy, una generación más tarde, sus miembros superan los 26.000. La última convención de esta Sociedad, en San Diego, reunió a 23.052 almas, con lo que se convirtió en una de las mayores convenciones profesionales del país. En el venerable campo de la filosofía académica, los jóvenes miembros del profesorado están desertando en número que resulta embarazoso y se pasan a la neurociencia. Van camino de los laboratorios. ¿Qué sentido tiene luchar con el Dios, la Libertad y la Inmortalidad de Kant si es sólo una cuestión de tiempo que la neurociencia es posible que gracias a las técnicas de obtención de imágenes cerebrales, revele la auténtica maquinaria física que envía esos constructos mentales, esas ilusiones, sinapsis tras sinapsis, hasta las áreas de Broca o de Wernicke del cerebro?

Lo cual nos lleva a la segunda afirmación más famosa de toda la filosofía moderna el «Dios ha muerto» de Nietzsche. Se formuló en el año 1882 (en el libro EL GAY SABER.) Nietzsche no la hizo como declaración de ateísmo, por más que en realidad él fuera ateo, sino sencillamente como comunicación de un acontecimiento. Consideró que la muerte de Dios era «el más grande de los últimos acontecimientos», el mayor acontecimiento de la historia moderna. La noticia era que como consecuencia del aumento del racionalismo y el pensamiento científico, incluyendo el darwinismo, en relación con los últimos 250 años anteriores, las personas cultas ya no creían en Dios.
Sin embargo, antes de que los ateos levantéis vuestras banderas triunfales, pensad en las implicaciones. «La historia que tengo que contar es la historia de los próximos dos siglos», escribió Nietzsche. Predijo (en ECCE HOMO) que el siglo XX sería un siglo de «guerras como nunca han ocurrido en la Tierra», guerras catastróficas más allá de todo lo imaginable. ¿Y por qué? Porque los seres humanos ya no tendrían un dios hacia quien volverse, que los absuelva de su culpa; seguirán atormentados por la culpa, puesto que la culpa es un impulso inculcado en los niños desde muy pequeños, antes de la edad de la razón. El resultado será que las personas no sólo aborrecerán a los demás, sino que también se aborrecerán a sí mismas.
La ciega y tranquilizadora fe que antes habían dedicado a la creencia en Dios, dijo Nietzsche, la dedicarían entonces a la creencia en bárbaras hermandades nacionalistas: «Si las doctrinas... de ausencia de toda distinción cardinal entre el hombre y el animal, doctrinas que considero verdaderas pero mortales –afirma aludiendo al darwinismo en MEDITACIONES INTEMPESTIVAS- son arrojadas a la gente durante otra generación... que nadie se sorprenda cuando... en el futuro aparezcan en escena... hermandades cuyo objetivo sea el robo y la explotación de los no hermanos>>.
La idea de Nietzsche de la culpa es también un siglo más tarde la de los neurocientíficos, que consideran la culpa como una de esas tendencias impresas en el cerebro en el momento del nacimiento. En algunas personas, la obra genética no está completa, y se lanzan a un comportamiento criminal sin un ápice de remordimiento, intrigando con ello a los criminólogos que quieren crear Iniciativas contra la Violencia y celebrar congresos sobre el tema.
Nietzsche dijo que la humanidad atravesaría el siglo XX «en la miseria» de la descomposición de los códigos morales inspirados por Dios y que luego, en el siglo XXI, llegaría un período más tenebroso aún que el de las grandes guerras, una época de «eclipse total de todos los valores» (en LA VOLUNTAD DE PODER). Se trataría también de un período frenético de «revaloración», en que la gente intentaría encontrar nuevos valores para sustituir a los osteoporóticos esqueletos de los viejos sistemas. Sin embargo, advirtió, fracasaréis porque no podéis creer en códigos morales sin creer al mismo tiempo en un dios que os señale con su temible dedo y diga lo que está bien y lo que está mal. ¿Por qué debe preocuparnos una espeluznante predicción que parece tan inverosímil como el «eclipse total de todos los valores»? A causa, precisamente de los antecedentes del hombre. Al fin y al cabo, en Europa, en la pacífica década de 1880, debió de resultar aún más inverosímil predecir las guerras mundiales del siglo XX y las bárbaras hermandades del nazismo y el comunismo. “Ecce vates. Ecce vates”. He aquí al profeta. ¿Qué más cabe pedir como prueba de los poderes de predicción de un hombre? .

Hace un siglo, quienes se preocupaban por la muerte de Dios podían consolarse con el hecho de seguir teniendo su propio yo resplandeciente y su alma inviolable como asidero moral, así como las maravillas de la ciencia moderna para encontrar su camino. Sin embargo, ¿y si, como parece probable, la mayor maravilla de la ciencia moderna resulta ser la obtención de imágenes cerebrales?

Los patriarcas, como el propio Wilson, Daniel C. Dennett, el autor de DARWIN’S DANGEROUS IDEA: EVOLUTION AND THE MEANINGS OF LIFE y Richard Dawkins, el autor de EL GEN EGOÍSTA y EL RELOJERO CIEGO, insisten en que no hay nada que temer de la verdad, del desarrollo último de la peligrosa idea de Darwin. Presentaron elegantes argumentos de porqué la neurociencia no disminuirá en modo alguno la riqueza de la vida, la magia del arte o la justicia de las causas políticas, incluyendo, si hay que decirlo, la corrección política en Harvard o en Turfs, donde Dennet es director del Centro para los Estudios Cognitivos, o en Oxford, donde Dawkins es algo llamado profesor de Comprensión Pública de la Ciencia. (Dennet, Dawkins, al igual que Wilson, defienden sincera y apasionadamente la corrección política.) .
No obstante, a pesar de todos sus esfuerzos, la neurociencia no llega al público en rizadas olas de erudición tranquilizadora. Y el caso es que las olas están creciendo, y con rapidez. La conclusión que sacan quienes no están en los laboratorios es: ¡todo está decidido de antemano!, ¡estamos programados! Y también, ¡no me eches la culpa, estoy mal programado!

Este súbito cambio de una creencia en la educación, en forma de condicionamiento social, a una creencia en la naturaleza, en forma de genética y fisiología del cerebro, es el más grande de los acontecimientos intelectuales, para retomar las palabras de Nietzsche, de finales del siglo XX. Hasta hoy las dos teorías más influyentes del siglo XX habían sido el marxismo y el freudismo. Ambas se basaban en la premisa de que los seres humanos y sus «ideales» -también Marx y Freud sabían de comillas– se encuentran moldeados por el entorno.
Para Marx, el acontecimiento crucial era la propia clase social; los «ideales», las «fes» eran nociones que las clases superiores imbuían a las inferiores como instrumento de control social. Para Freud, el entorno crucial era el drama edípico, la trama sexual inconsciente representada por la familia durante la primera época de la vida del niño. Los «ideales» y las «fes» que tanto apreciáis son sólo los muebles de la sala de estar en la que recibís a los invitados; os mostraré el sótano, la caldera, las cañerías, el vapor sexual que recorre de verdad la casa.
A mediados de los cincuenta, incluso los antimarxistas y los antifreudianos habían llegado a asumir la centralidad de la dominación de clase y las pulsiones sexuales edípicamente condicionadas. Después vinieron Pávlov con sus «vínculos de estímulo-respuesta» y B.F. Skinner con su «condicionamiento operante», y la supremacía del condicionamiento se convirtió en algo que se acercaba a una forma precisa de ingeniería. ¿Qué ha ocurrido, pues, para que esta brillante moda intelectual haya llegado a un final tan chirriante e ignominioso?

La defunción del freudismo puede sintetizarse en una única palabra: “litio”. En 1949, un psiquiatra australiano, John Cade, administró durante cinco días –por razones totalmente equivocadas– una terapia de litio a un paciente mental de 51 años tan maníaco-depresivo que llevaba 20 años recluido en centros psiquiátricos. Al sexto día, gracias a la concentración de litio en la sangre era un hombre normal. Al cabo de tres meses recibió el alta y vivió feliz el resto de su vida en su propia casa. Ese hombre había sido y sometido en vano a dos décadas de logorrea freudiana. A lo largo de los siguientes veinte años, los fármacos antidepresivos y los tranquilizantes substituyeron por completo la palabrería freudiana como tratamiento de los trastornos mentales serios.
A mediados de la década de 1980, los neurocientíficos consideraban la psiquiatría freudiana como una pintoresca reliquia basada en gran medida en la superstición (por ejemplo, el análisis de los sueños... ¡el análisis de los sueños!) como la frenología o el mesmerismo. En realidad, entre los neurocientíficos, la frenología goza hoy de una mayor reputación que la psiquiatría freudiana, puesto que fue en un cierto sentido una precursora de la encefalografía. Los psiquiatras freudianos son hoy considerados como carcamales con títulos médicos falsos, como orejas velludas que algunas personas pueden permitirse pagar para hablar en ellas.

El marxismo llegó a su conclusión de una manera más abrupta –en un solo año, 1973– con la salida clandestina de la Unión Soviética y la publicación en Francia de los tres volúmenes del ARCHIPIÉLAGO GULAG de Alexandr Solzhenitsin. Otros escritores, en particular el historiador británico Robert Conquest, ya habían expuesto la vasta red de campos de concentración de la Unión Soviética, pero su obra se basaba en gran medida en el testimonio de refugiados políticos, a quienes se descartaba de modo rutinario porque se consideraban observadores tendenciosos y amargados. En cambio Solzhenitsin era un ciudadano soviético que seguía viviendo en suelo soviético, un «zek» durante once años («zek» es en argot ruso un prisionero de un campo de concentración). Su credibilidad procedía, nada más y nada menos que del propio Nikita Jruschov, quien en 1962 había permitido la publicación de su novela corta sobre el Gulag, UN DÍA EN LA VIDA DE IVÁN DENISÓVICH, como forma de recortar la intimidante sombra de su predecesor. «Si –había dicho en efecto Jruschov–, lo que este hombre, Solzhenitsin, dice es cierto. Tales fueron los crímenes de Stalin.» Esa breve descripción ficticia del sistema soviético de trabajo en régimen de esclavitud ya fue de por sí bastante perjudicial; pero ARCHIPIÉLAGO GULAG, un relato no ficticio, denso y detallado, de dos mil páginas sobre el sistemático exterminio por parte del PCUS [Partido Comunista de la Unión Soviética] de sus enemigos reales e imaginarios, el exterminio de sus propios conciudadanos, de decenas de millones de personas, por medio de un enorme, metódico y burocrático «sistema de tratamiento de residuos humanos», como lo denominó Solzhenitsin... ARCHIPIÉLAGO GULAG resultó ser devastador.
Al fin y al cabo, éste ha sido un siglo en el que ya no ha habido ninguna evasiva ideológica posible para el campo de concentración. Entre los intelectuales europeos, incluso entre los intelectuales franceses, el marxismo se desplomó inmediatamente como fuerza espiritual. Aunque parezca irónico, sobrevivió más tiempo en Estados Unidos antes de sufrir un piadoso golpe de gracia final el 9 de noviembre de 1989, con el derrumbe del Muro de Berlín, que puso de manifiesto de forma inequívoca el desastre de los setenta y dos años de experimento socialista en la Unión Soviética. (El marxismo sigue resistiendo, precaria y acrobáticamente, en las universidades estadounidenses bajo una forma manierista conocida como «deconstrucción», una doctrina literaria que describe el lenguaje como una herramienta insidiosa utilizada por el poder para engañar a proletarios y campesinos.).
El freudismo y el marxismo –y con ellos la creencia en el condicionamiento social– fueron derruidos de un modo tan rápido y repentino que da la impresión de que la neurociencia se ha alzado en un vacío intelectual. No hace falta ser científico para detectar la desbandada.
Todo el que tenga un hijo en edad escolar conoce perfectamente los síntomas. Es fascinador la fe que otorgan hoy los padres a los psicólogos que diagnostican a sus hijos un defecto conocido como trastorno por déficit de atención (TDA). Por supuesto, no hay medios para saber si este «trastorno» es o no una dolencia real, física y neurológica, pero tampoco lo sabe nadie en esta etapa temprana de la neurociencia. Los síntomas de esta supuesta enfermedad son siempre los mismos. Los niños o, más bien, el niño –cuarenta y nueve casos de cada cincuenta son varones– se agita en la escuela, mueve la silla, no presta atención, distrae a sus compañeros durante la clase y tiene un pobre rendimiento escolar. En otra época, se le habría presionado para que prestara atención, se esforzara más, mostrara una mayor autodisciplina. A los padres atrapados en el clima intelectual de los noventa, este enfoque les parecio cruel, porque el problema de mi querido hijo... ¡es que está mal programado! Pobrecito... ¡cuando nació ya estaba todo decidido! De modo invariable los padres se quejan: «Lo único que le interesa es sentarse delante del televisor y mirar los dibujos animados o jugar con los videojuegos.» ¿Durante cuanto tiempo? «¿Durante cuanto tiempo? Durante horas y horas» Durante horas y horas; como cualquier joven neurocientífico explicará, quizá el chico tenga un problema pero, desde luego, no se trata de un trastorno de la atención.

No obstante, a lo largo y ancho del país asistimos al espectáculo de toda una generación de niños, decenas de millares, a los que se les administro la solución mágica en boga contra el trastorno por déficit de atención (TDA), Ritalin, el nombre comercial dado por la compañía farmacéutica CIBA al estimulante metilfedinato. Cierta especie del género hippy recibía el nombre de Speed Freak, y cierta variedad de Speed Freak se llamaba Cabeza de Ritalin. A los Cabezas de Ritalin les encantaba el Ritalin. Ni un movimiento, ni un sonido... Se quedaban sentados, absortos en cualquier cosa... una tapa de alcantarilla, las líneas de la palma de la mano... indefinidamente... en lugar de comer... en lugar de dormir... Nirvana de metilfenidato puro... Entre 1990 y 1995, las ventas que CIBA realizó de Ritalin crecieron un 600 por ciento; y no a causa de las apetencias de alguna subvariante de la especie Speed Freak de San Francisco. Más bien a causa de toda una generación de estadounidenses que, desde las mejores escuelas privadas del Noreste hasta las más cenagosas escuelas públicas de Los Ángeles y San Diego es hoy adicta al metilfenidato que les suministraba cada día su contacto, la enfermera de la escuela. Estados Unidos es un país maravilloso. Lo digo en serio. Ningún escritor honesto pondría en duda semejante afirmación. La comedia humana no se queda nunca sin material. Nunca te deja colgado.

Mientras tanto, la noción de un yo –un yo que ejerce la autodisciplina, pospone la gratificación, doblega el apetito sexual, contiene la agresión y el comportamiento criminal–, un yo capaz de volverse más inteligente y alzarse hasta las cumbres de la vida por sus propios medios, gracias al estudio, la práctica, la perseverancia y la negativa a rendirse ante grandes retos... esa anticuada noción del éxito por medio de la iniciativa y la determinación desaparece... desaparece... desaparece... La fe típicamente estadounidense en el poder del individuo para transformarse y pasar de ser un don nadie a gigante entre los hombres, una fe que va de Emerson («Independencia») a las historias de «Luck and Pluck» de Horatio Alger y al «Cómo ganar amigos e influir sobre las personas» de Dale Carnegie, «El poder del pensamiento tenaz» de Norman Vincent Peale y «El vendedor más grande del mundo» de Og Mandino, esa fe se encuentra hoy tan moribunda como el dios de quien Nietzsche escribió el obituario en 1882. Sobrevive hoy sólo bajo la decrépita forma de la «charla motivacional», como la denominan los agentes de los conferenciantes, dada por estrellas del fútbol retiradas como Frank Tankerton a públicos formados por hombres de negocios, en su mayor parte deportistas frustrados acerca de cómo la vida se parece a un partido de fútbol americano. «Estás al final de la cuarta parte, pierdes por trece puntos, y los Cowboys te han arrinconado en tu línea de una yarda y es tu penúltima posesión de la pelota y tienes que hacer veintitrés yardas. ¿Qué haces?...» Lo siento, Fran, pero es tu última posesión de la pelota y tienes que hacer veintitrés yardas y la genética lo tiene todo decidido de antemano y la prensa popular y la televisión bombean el nuevo mensaje a un ritmo vertiginoso. ¿A través de quién? A través de una nueva raza que se llaman a sí mismos «psicólogos humanistas». No cabe duda de que hace terinta años esas mismas personas se habrían llamado a sí mismas «freudianos»; pero hoy son deterministas genéticos, y la prensa muestra un apetito voraz ante cualquier nuevo hallazgo que quieran presentarle.
Un estudio realizado por David Likken y Auke Tellegen de la Universidad de Minnesota con dos mil gemelos, psicólogos evolucionistas, muestra que la felicidad de un individuo es en gran medida genética. Algunas personas están programadas para ser felices y otras no. El éxito (o el fracaso) en cuestiones de amor, dinero, fama o poder es algo pasajero; no tardamos en bajar (o subir) al nivel de felicidad que tenemos asignado genéticamente. En septiembre de 1996, la revista Fortune dedicó una extensa sección con elaboradas ilustraciones a un estudio realizado por psicólogos evolucionistas de la Universidad de Saint Andrews en el Reino Unido que demostraba que juzgamos la belleza o el atractivo facial de las personas que conocemos no según los estándares sociales de la época en que vivimos sino según criterios estampados en nuestro cerebro desde el nacimiento. O, para decirlo de otro modo, la belleza no está en el ojo del que mira sino encastada en sus genes.
En realidad, a finales de 1996, a apenas tres años del final del milenio, si uno goza del suficiente apetito para seguir los periódicos, las revistas y la televisión, no tarda en tener la impresión de que no hay nada en la vida, incluyendo la cantidad de grasa del cuerpo, que no esté genéticamente predeterminado. El macho de la especie humana está genéticamente programado para ser polígamo, es decir, infiel a su pareja legal. Cualquier varón lector de revistas comprende enseguida la idea. (¡La culpa la tienen los tres millones de años de evolución!) Las mujeres se sienten atraídas por las celebridades porque están genéticamente programadas para percibir que los machos alfa son capaces de cuidar mejor a su descendencia. (Sólo soy vigilante de la reserva genética, cariño). Las adolescentes están programadas genéticamente para ser promiscuas y son tan incapaces de contenerse como los perros de un parque. (La escuela proporciona los preservativos). La mayoría de los asesinatos son resultado de compulsiones genéticamente programadas. (Los convictos también leen y luego dicen a los psiquiatras penitenciarios cosas como «Algo se apoderó de mí... y entonces el cuchillo salió disparado») [2] ¿Dónde queda a todo esto el autocontrol? ¿Dónde queda si la gente no cree, y así lo demuestran de una vez por todas las imágenes cerebrales, en ningún yo fantasmal?.
Hasta ahora, la teoría neurocientífica se basa en gran medida en pruebas indirectas, en estudios con animales o en los cambios que se producen en el cerebro humano normal cuando éste sufre alguna alteración (por accidentes, enfermedades, cirugía radical o punciones experimentales). El propio Darwin II, Edward O. Wilson, posee sólo un limitado conocimiento directo del cerebro humano. Es zoólogo, no neurólogo, y sus teorías son extrapolaciones de la exhaustiva labor que ha llevado a cabo en su especialidad, el estudio de los insectos.
El cirujano francés Paul Broca descubrió el área de Broca, uno de los dos centros del habla del hemisferio izquierdo del cerebro, como consecuencia del derrame cerebral padecido por uno de sus pacientes. Incluso la TEP y la TEP identificadora de genes/TEP identificadora de marcadores son, en términos técnicos, prácticas médicas invasoras, puesto que hacen necesaria la inyección de substancias químicas o virus en el cuerpo. Sin embargo, nos permiten vislumbrar cómo es probable que sean en el futuro las técnicas no invasivas de obtención de imágenes. Un neuroradiólogo lee en voz alta una lista de temas a una persona sometida a una TEP; temas relacionados con los deportes, la música, los negocios, la historia, cualquier cosa, y, cuando por fin hay uno que le interesa a la persona, en la pantalla se enciende un área determinada del córtex cerebral. Con el tiempo, a medida que se refinen las técnicas, la imagen resultante será tan clara y completa como las que muestran, en las ferias de automóviles, el funcionamiento de un motor de combustión interna. En este punto, a todo el mundo le resultará evidente que lo que contempla es sólo una maquinaria, un ordenador químico analógico, que procesa la información del entorno. «Sólo», puesto que por más que miremos no encontraremos dentro ningún yo fantasmal, ni mente ni alma algunas.

De modo que, en 2026, algún nuevo Nietzsche dará otro paso más y anunciará: «El yo ha muerto», salvo que, dada –como en el caso de Nietzsche– su tendencia a la poesía, lo más probable es que diga: «El alma ha muerto». Dirá que sólo se limita a dar la noticia, la noticia del más grande acontecimiento del milenio: «El alma, ese último refugio de los valores, ha muerto, porque las personas cultas ya no creen que exista». Si las garantías de seguridad de los Wilsons, los Dennetts y los Dawkins no empiezan también a crecer, el terrible carnaval que tendrá lugar hará palidecer la expresión «el eclipse total de los valores». Si fuera estudiante universitario, no creo que pudiera resistirme a la tentación de dedicarme a la neurociencia. Ahí encontramos los dos enigmas más fascinantes del siglo XXI: el enigma de la mente humana y el enigma de lo que ocurre cuando la mente humana llega a conocerse de modo absoluto. En cualquier caso, vivimos en una época en que es imposible e inútil apartar los ojos de la verdad.

De modo irónico, dijo Nietzsche, esa inflexible disposición para la verdad, esa pasión por el escepticismo, es el legado del cristianismo (por complicadas razones que no deben detenernos ahora). Y añadió una muestra última y quizá suprema de ironía en un pasaje fragmentario contenido en un cuaderno que escribió poco antes de enloquecer (como consecuencia del gran flagelo venéreo del siglo XIX, la sífilis). Predijo que la ciencia moderna acabaría dirigiendo la imparable fuerza de escepticismo contra sí misma, pondría en cuestión la validez de sus propios cimientos, los derribaría y se autodestruiría. Durante el verano de 1994, cuando un grupo de matemáticos y especialistas en computación celebró un congreso en el Instituto de Santa Fe sobre «Los límites del conocimiento». se expreso que la idea de base era que la mente humana, al ser en el fondo un aparato completamente físico, una forma de ordenador, el producto de una historia genética particular, resulta finita en sus capacidades. Al ser finita, al estar programada, es probable que nunca sea capaz de aprehender la existencia humana de un modo completo. Sería como si un grupo de perros organizara un congreso para intentar comprender «el Perro». Por mucho que se esforzaran, no llegarían demasiado lejos. Los perros sólo pueden comunicar una cuarentena de nociones, todas ellas primitivas, y no pueden registrar nada. El proyecto estaría condenado desde el principio. El cerebro humano es con mucho superior al perro, pero sigue siendo limitado. Por ello, cualquier esperanza, por parte de los seres humanos, de llegar a una teoría final, completa y autónoma de la existencia humana también está condenada al fracaso. Ésta visión, el Escepticismo Supremo de la ciencia, se ha ido difundiendo desde entonces. Desde hace dos años, incluso el darwinismo, el principio sagrado de los científicos estadounidenses a lo largo de los últimos setenta años no ha dejado de sufrir los embates de... las dudas. Los científicos –no los fanáticos religiosos–, en especial el matemático David Berlinski («The Deniable Darwin» - en Commentary, junio de 1996) y el bioquímico Michael Behe (DARWIN’S BLACK BOX, 1996), han empezado a atacar el darwinismo tachándolo de simple teoría, no un descubrimiento científico, una teoría que, lamentablemente, las pruebas fósiles no respaldan y que presenta auténticas majaderías en el núcleo de su lógica. (Ya se oyen los gritos de Dennett y Dawkins, para quienes Darwin es el Unigénito. Están fuera de sí, al borde del ataque. Wilson, el gigante, mantiene la calma y permanece por encima del estrépito).
En 1990, el físico Petr Beckman de la Universidad de Colorado había empezado a ir a por Einstein. Sentía una enorme admiración por su famosa ecuación de la energía y la materia, E=mc2, pero dijo que la teoría de la relatividad era en gran parte absurda y grotescamente incomprobable. Beckmann murió en 1993. Su testigo fue retomado por Howard Hayden de la Universidad de Connecticut, que cuenta con muchos admiradores entre la joven generación de físicos supremamente escépticos. El menosprecio que la joven generación dedica a la mecánica cuántica («no tiene aplicaciones en el mundo real», «todo son hadas que te espolvorean en la cara ecuaciones somníferas»), la teoría del campo unitario («un señuelo para el Nobel») y la teoría de la Gran Explosión («creacionismo para genios») se ha vuelto corrosivo. ¡Ojalá Nietzsche estuviera vivo! ¡Lo que habría disfrutado! ...

Decia una destacada geóloga californiana : «Cuando empecé a dedicarme a la geología, todos creíamos que, en ciencia, lo que se hace es crear una sólida base de hallazgos por medio del experimento y la investigación minuciosa a la que luego se añade una segunda capa, como una segunda capa de ladrillos, todo con mucho cuidado, y así sucesivamente. Al final, algún científico arriesgado apila los ladrillos en torres, pero las torres resultan ser poco sólidas y se derrumban, y entonces empiezas otra vez a colocar capas con cuidado. Sin embargo, nos hemos dado cuenta de que las primeras capas no descansan en absoluto sobre suelo firme. Se mantienen en equilibrio encima de burbujas, en conceptos que están llenos de aire, y ahora las burbujas empiezan a estallar, una tras otra.» De pronto, una visión del sorprendente edificio derrumbándose y del ser humano de este siglo XXI precipitándose de nuevo en el lodo primordial. Lucha, chapotea, busca aire, se agita frenéticamente en el lodo; entonces siente que algo enorme y suave nada detrás de él y lo levanta, como si fuera un delfín todopoderoso. No puede verlo pero su sorpresa es mayúscula. Decide llamarlo Dios.



[1] La palabra «neurométrico» se identifica con E. Roy John, que ha ideado la «batería neurométrica», un sistema para analizar las funciones cerebrales y el «analizador neurométrico», un instrumento patentado que se utiliza con la batería; sin embargo, John no tiene ninguna relación con Neurometrics Inc. La batería la describe en NEUROMETRIC EVALUATION OF BAIN FUNCTION IN NORMAL AND LEARNING DISABLED CHILDREN, Ann Arbor: University of Michigan Press, 1989.
[2] Contado por Theodore Darlymple, psiquiatra penitenciario británico, en la revista CITY JOURNAL.

“... y todo lo demás es monte y culebra...”




Venezuela: “... y todo lo demás es monte y culebra...”
La frase que circula en el lenguaje popular de Venezuela resume el modelo urbano y de consumo impuesto a partir del auge del petróleo. Importaba estar en la ciudad, todo lo demás -el campo- era monte y culebra.



Un grupo documentalista retoma la expresión para narrar las incipientes experiencias de agroecología y la revalorización del trabajo campesino cooperativo que se desarrolla actualmente en las tierras venezolanas bolivarianas desde el 2002. “Monte Culebra” es un documental realizado por Malojillo, un pequeño y reciente grupo de comunicadores que viven en Buenos Aires. Filmado de modo autogestivo durante 2007 en varios estados de Venezuela, se estrenó en mayo de este año en el Centro Cultural de la Cooperación en el marco del Festival de Derechos Humanos. A partir de allí los documentalistas emprendieron la difusión y el debate sobre la agroecología en diversos centros culturales y encuentros, en Buenos Aires y alrededores, en una gira que sigue activa. [1]


Se suele leer o escuchar que el proceso venezolano tiene contradicciones, o que es “un proceso abierto”. Al analizar políticas puntuales se pueden encontrar elementos tanto de lo nuevo como de lo viejo. Y el caso de las políticas agropecuarias no es la excepción. “Monte Culebra” da cuenta de un modo certero de esa complejidad y eso lo convierte no sólo en un buen aporte sobre el tema agroecología, sino también en testimonio sobre cómo ser críticos en el marco de procesos de cambio sin caer en el sectarismo.


La situación política actual de Venezuela abre un escenario en el que las familias pueden migrar hacia tierras productivas y ponerse a trabajar. Cecilia, integrante del Colectivo Malojillo, explica que “hay gente que se empezó a organizar a partir de la posibilidad de ocupar tierras, que no tenían una cultura de la organización y que se empieza a desarrollar a partir de las posibilidades que abre el actual gobierno. La ley de tierras dispone entregar los latifundios que no se ponen a trabajar, ya que uno de los objetivos es lograr una soberanía alimentaria. Esto implica recuperar tierras para producir. Pero el gobierno impulsa la recuperación no de manera individual o familiar, sino mediante la conformación de cooperativas, como una manera de incorporar el modo de organización anterior de los campesinos. A esto se agregan, como otro factor, los movimientos campesinos. No todas las cooperativas se incorporan a un movimiento campesino. Algunos eligen ser una cooperativa y nada más. En cambio otros sí lo hacen porque ven lo que implica pertenecer a una identidad mayor. Y hay varios movimientos, no está sólo el Ezequiel Zamora, pero todos son de una reciente conformación. En Venezuela, a diferencia de otros países de América Latina, no había una fuerte organización campesina debido a la represión y desarticulación de las redes campesinas desatada desde los años sesenta”.


Claro que los latifundistas no ceden sus privilegios con facilidad, como enseña la historia de las luchas populares, y desde que comenzó el proceso de recuperación de tierras se han cobrado la vida de 187 dirigentes campesinos. Y ese incremento de las represalias tiene que ver con el incremento de la disputa por la tierra. Por lo tanto, una de las puntas del ovillo son las políticas del gobierno venezolano: el plan “Vuelta al campo” apoyado en la ley de tierras del año 2002. Las tierras declaradas improductivas son entregadas a familias conformadas en cooperativas que implican “una apuesta por lo colectivo y el abandono de lo individual”, como afirma un testimonio en el film.


Fundo Zamorano” es el nombre de esta estrategia del gobierno para asignar tierras ociosas a cooperativas a través del Instituto Nacional de Tierras (INTI). Uno de los grandes objetivos perseguidos es velar por la seguridad agroalimentaria del país. Un fundo puede alcanzar las 500 has. y estar destinado a decenas de familias. Y aquí es donde aparecen algunas de las contradicciones. Si lo que se persigue es el autoabastecimiento de la nación a secas, se puede caer en el productivismo, un componente principalísimo del ideario capitalista. Y una muestra de esa desviación es la promoción por parte del Estado venezolano de los ya harto difundidos “paquetes tecnológicos”, de semillas y herbicidas transnacionales, que se venden a las cooperativas mediante créditos flexibles.


Este nudo problemático abrió arduas discusiones luego de una proyección de “Monte Culebra”. Por ejemplo Álvaro, militante peruano que estuvo colaborando un año y dos meses con el Frente Campesino Ezequiel Zamora, argumentó que “el INTI sin duda tiene en su interior personajes que defienden los intereses de los latifundistas y son los que difunden los paquetes tecnológicos. Pero hay una pugna y también hay sectores comprometidos con la agroecología, expresada por ejemplo en una alianza de los diferentes sectores campesinos con el MST de Brasil. El avance que está teniendo actualmente la agroecología no sería posible sin la voluntad política de sectores del gobierno, sin duda, como también por el empuje del propio movimiento campesino que se ha desatado gracias al proceso revolucionario”.



Y a continuación un miembro del área de comunicación del estado venezolano, Ernesto Navarro (integrante de CANTV), que estaba presente en la proyección, pidió que se comprendiera que “en Venezuela se aprende en el andar, sin recetas previas y con la gente que está ahí, dispuesta a aprender”. Claro que las voces de condena hacia estas políticas de difusión de uso de agrotóxicos y semillas transgénicas no pasaron como un dato más y pueden generar una divisoria de aguas insalvable para muchos activistas que así lo manifestaron.


Agroecología y el camino de la tierra
Según narran los campesinos en el documental, a las cooperativas se le presentan dos trabajos de importancia. El primero es tomar la tierra y lograr mantenerse allí dando la lucha legal y el enfrentamiento directo con los latifundistas. Pero en segundo lugar se les presenta la pregunta de qué hacer con la tierra. Y esto abre todo un territorio de lucha ideológica que tienen que dar los sectores avanzados para poder implementar un modelo orgánico y contrarrestar el modelo que facilita el Estado (el de los paquetes de las transnacionales químicas y semilleras). Fue a partir de una tragedia, la muerte de un campesino llamado Manuel Heredia por intoxicación con herbicidas, que una de las cooperativas empieza a buscar alternativas a un modelo que se les aparecía con el rostro de la muerte.


Así la “Cooperativa La Alianza”, ubicada en el estado Lara, crea un laboratorio en el que comienza a desarrollar investigaciones para el cultivo orgánico. Y resulta verdaderamente subversivo ese laboratorio que se atreve a desarrollar sus propias herramientas combinando lo más avanzado de las tradiciones campesinas con el aporte de los métodos científicos. El más claro ejemplo de ello es el impulso del “control biológico de plagas”, esto es, cómo impedir que una plaga destruya la cosecha pero sin acudir al veneno. Es dentro del laboratorio “Manuel Heredia” que se afianza un concepto de “agroecología” que contrapone la visión campesino-orgánica a la industrial-dependiente.


Los agrotóxicos son sólo una parte del “paquete tecnológico” industrial que se impone en el mundo. La otra batalla se da en el terreno de las semillas. Por eso “La Alianza” manifiesta toda una tarea por la recuperación de las semillas tradicionales, por el acopio y la reutilización de semillas que son valoradas incluso como un acervo cultural debido a la relación histórica a la que remiten, y que también implican un quiebre en la dependencia económica con las transnacionales de la manipulación genética.


Y como las luchas ideológicas no van demasiado lejos desde la mera suma de esfuerzos individuales, la cooperativa “La Alianza” refuerza la importancia del cooperativismo. El conocimiento desarrollado en este terreno es socializado mediante cursos que brindan a otros fundos y cooperativas interesados tanto en agroecología como en el cooperativismo en sí, como modo de organización y gestión. Incluso destacan el reciente acercamiento de los funcionarios del Estado que quieren conocer la experiencia y aprender de su propuesta.


Estas cooperativas recuperan de modo creativo y superador tanto las tradiciones campesinas de producción aplastadas por el urbanismo y sus modernas técnicas productivistas, como así también el “carácter colectivo y de democracia interna de las cooperativas” (unos rasgos que el capital se encargó velozmente de combatir en la historia por ser contrarios a su lógica de concentración y depredación).




La propuesta cierra su ciclo de innovación mediante la “feria de consumo familiar”, un espacio que se abre viernes, sábado y domingo, y donde confluyen productores y consumidores de los poblados cercanos. Ya en la feria, el consumidor compra directamente al productor, lo que implica no sólo cambios en el modelo productivo sino también en la comercialización y el consumo. La megaurbe propone una góndola proveniente de manos anónimas, con productos procesados y envasados con el fin principal de estimular el deseo de un consumidor. La feria de consumo familiar reemplaza este modelo por otro en el cual prima el contacto humano, el diálogo y la satisfacción de las necesidades, donde se evita tanto el derroche como las estimulaciones ficticias.


Al menos éstos comienzan a ser los desafíos de cooperativas como “La Alianza”, bien retratadas por los documentalistas del grupo Malojillo y que enriquecen el ideario del cambio social en estos tiempos de "revolución".


[1] Se pueden consultar las proyecciones por venir en http://www.malojillo.com.ar/ o consultar con los documentalistas info@malojillo.com.ar.
Por
Marcelo Maggio Para Agencia de Noticias Biodiversidadla