Los esclavos desaparecieron porque eran caros de mantener, ahora los esclavos nos mantenemos solos y además les damos a ganar más dinero a los dueños y de forma voluntaria, sin latigo.
El ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, fué al Congreso, durante la gestión de Clinton, a explicar las maravillas del gran modelo económico que tenía el honor de supervisar.
Fue poco antes del estallido del crack en el que tuvo una responsabilidad clarísima.
Todavía se le llamaba "San Alan" y los economistas profesionales no dudaban en describirlo como uno de los más grandes.
Dijo que gran parte del éxito económico tenía que ver con la "creciente inseguridad laboral".
"Si los trabajadores carecen de seguridad, si forman parte del precariado, si viven vidas precarias, renunciarán a sus demandas.
No intentarán conseguir mejores salarios o mejores prestaciones.
Resultarán superfluos y será fácil librarse de ellos".
Esto es lo que, técnicamente hablando, Greenspan llamaba una economía "saludable".
La única forma de lidiar con un mundo sin libertad, es convertirse en completamente libre ya que entonces tu propia existencia es un acto de rebelión Albert CAMUS
En mayo de 1886 varios sectores patronales accedieron a otorgar la jornada de 8 horas a varios centenares de miles de obreros....
HOY muchos trabajan 10 horas al dia y sin cobrar 2 de ellas
Esto es lo que, técnicamente hablando, Greenspan llamaba una economía "saludable".
La única forma de lidiar con un mundo sin libertad, es convertirse en completamente libre ya que entonces tu propia existencia es un acto de rebelión Albert CAMUS
En mayo de 1886 varios sectores patronales accedieron a otorgar la jornada de 8 horas a varios centenares de miles de obreros....
HOY muchos trabajan 10 horas al dia y sin cobrar 2 de ellas
ejemplo de FLEXIBILIDAD LABORAL:
"Mandas al marido a trabajar a Nueva York y a su mujer la mandas a Cadiz......los hijos y el matrimonio ? ...
a la basura?"
a la basura?"
"La proporción en que la población de un país está empleada como doméstica, al servicio de las clases acomodadas,
indica el progreso de ese país en lo que respecta a riqueza nacional y civilización".
(Martin, R. M.; Ireland before and after the Union, 1818)
entrevista a Antonio Fornes
"No tenemos tiempo de ver a los amigos, de reflexionar en voz alta con ellos, ni de estar con nuestros hijos, estar de verdad. Hay que madrugar, no tenemos tiempo de hacer el amor con la persona que hemos elegido: la pasión se marchita. Lunes, martes, miércoles, jueves....
La rutina engulle nuestra vida a cambio de algún capricho, otro jersey negro que luciremos en la oficina, un mes de vacaciones, un coche nuevo para el atasco del domingo. Siento amargarte el desayuno, pero ¿eso es vivir?... ¿Abdicar de la vida para que tus hijos abdiquen el día de mañana de la suya? "
La TROIKA , TAMBIEN QUIERE REDUCIR LOS DESCANSOS ENTRE TURNOS y
ABARATAR EL DESPIDO A LA MITAD
Otras veces, el trabajo os asesinará con mayor sutileza, arrebatándoos las cosas importantes de la vida: el tiempo, la alegría, la posibilidad de tener hijos, la vitalidad, la autoestima…
Quizá, de las tres grandes formas de matarnos que tiene el trabajo sea esta última la más sádica y cruel. ¿Os sorprende? Pensadlo un momento ya que la ejecución es perversa.
Con este método se desarrolla el crimen perfecto; seguiréis respirando con normalidad, vuestro corazón seguirá bombeando, vuestras constantes vitales funcionarán perfectamente... pero algunos y algunas os levantaréis por la mañana sabiendo que cuando regreséis ya será de noche y que solo os quedará tiempo para cenar y dormir.
Otras personas os levantaréis con la certeza de que si decidís tener un hijo, os despedirán y que vuestra reinserción laboral será prácticamente imposible. Aunque también habrá quienes, a consecuencia de los productos que utilizan en el trabajo, hayáis quedado estériles (demuestre usted que ésa ha sido la causa). Algunas os levantaréis con el sabor salado de vuestras lágrimas recorriendo las mejillas, a sabiendas de que la tortura comenzará en el momento en que fichéis, cuando algún jefe o compañero continue, como cada día, haciéndoos la vida imposible, bajo la indiferencia, la complicidad o la indiferente complicidad del resto.
También habrá quien llegue todos y cada uno de los días de su vida con tal cansancio que no tendrá energía para nada más; ni aficiones, ni intereses, ni amigos, ni familia...
¿Existe algo más perverso? Nos roba la vida, poco a poco, día tras día, y encima tenemos que dar las gracias. Por trabajar. Porque la otra opción es no tener para comer ni para vivir y claro, eso también mata.
Es perverso porque mientras nos venden la obligatoriedad de la salud, de los cuerpos esbeltos, de los gimnasios, no tienen reparos en envenenarnos, en hundirnos y enajenarnos. Es perverso porque nos dicen que tenemos que darle lo mejor a nuestros hijos y lo mejor son unos estudios cada día más difíciles de costear, ropa de marca, una videoconsola para que no sea menos que los otros niños, una colección sin fin de juguetes para que tenga qué elegir y no se aburra... pero eso sí, que vivan con las sobras de nuestro tiempo, con nuestra ausencia. Es perverso porque tenemos inculcado hasta la médula que hay que trabajar si no queremos ser tachados de vagos.
Tal es la alienación y perversión a la que se nos somete, que a nadie sorprende ya ver cómo competimos por ver quién va a trabajar en peor estado de salud: "Mira esa, se ha cogido la baja por una gripe, yo el año pasado aquí estuve con 39 de fiebre y sin quejarme". Ninguneamos y cuestionamos las enfermedades derivadas de problemas psicosociales, pese a estar demostrado los trastornos que causan en la salud, aunque, eso sí, todos tenemos derecho a prejuzgar y criticar a quien se queje de su mermada salud.
Y es que si asumimos que la muerte pone fin a nuestra vida y que vivir es el tiempo para hacer las cosas que consideramos importantes, el trabajo, tal y como lo sufrimos nos convierte en muertos en vida. Decía José Mujica, Presidente de Uruguay: "Cuando tu compras, no lo haces con dinero, compras con tiempo. Tiempo de tu vida que tuviste que gastar para ganar ese dinero. La vida hay que vivirla y para eso hay que tener tiempo, tiempo libre". Cada vez nos roban más tiempo. Ahora está de moda meter horas extras gratis para arrimar el hombro por la empresa, para mostrar implicación. Sin embargo, ese tiempo, no nos lo devolverán esos ladrones; nos harán creer que "es lo que toca".
Y aquí quería llegar, a los ladrones. Al inicio he realizado una pregunta ¿quién nos quiere matar? Pero "el trabajo" no responde al quién sino al qué.
El trabajo no es el asesino, sino el arma homicida.
Sin embargo, detrás de este homicidio, como en todos los asesinatos hay un quién, alguien que se beneficia, que no tiene que dejar de pasear con sus hijos, que puede disfrutar de sus relaciones humanas, que posee tiempo para gastar, gracias a que vosotras y vosotros ya estáis renunciando a todo eso. Tienen nombres y apellidos, solo hay que pensar y querer saber quiénes se están beneficiando de robarnos la vida.
Cristina Bereciartua – Alternatiba
...hay una falsa creencia de que la vitalidad económica o la productividad depende del número de horas trabajadas.
Sin embargo,
Grecia es el país de Europa que más horas trabaja y la troika quiere que trabajen aún más horas. En el otro lado, está Alemania, que es de los países donde menos horas se trabaja.
Si comparamos la productividad de uno y otro vemos que no está relacionada productividad con horas de trabajo
CAE LA ESPERANZA DE VIDA:
Algo menos de existencia por delante, según la estadística. La esperanza de vida al nacimiento de los residentes en España ha caído ligeramente entre julio de 2010 y junio de 2011, según el INE. Se sitúa en 78,87 años para los hombres y 84,82 para las mujeres (81,87 de media para ambos sexos, ocho centésimas menos que en 2010). Aunque se trata de unas centésimas, los demógrafos consultados lanzan una llamada de atención: supone un giro respecto a los últimos años en la mejoría de un indicador de bienestar como es la expectativa de longevidad.
EDAD DE PROMEDIO DE VIDA en la EDAD MEDIA y POSTERIORMENTE---
¡ NO SE VIVIA TAN MAL EN LA EDAD MEDIA COMO NOS HAN CONTADO ¡¡
NO ES VERDAD QUE VIVAMOS 6 AÑOS MAS -
(durante los ultimos 30 años)
(lo que ha disminuido es la mortandad infantil):
El hecho de que la esperanza de vida de los españoles haya crecido seis años en los últimos treinta años quiere decir que las personas ancianas viven seis años más.
ESTO NO ES ASI:
Hay que saber cómo se calcula la esperanza de vida. Si España, por ejemplo, tuviera solo dos ciudadanos, uno la Sra. García, que vive hasta que tiene 80 años, y otro, el pequeño Juanito, que muere al poco de nacer, entonces la esperanza de vida promedio de España sería (80+0)/2=40 años.
Suponga el lector que treinta años más tarde España continuara teniendo solo dos ciudadanos.
Uno la Sra. Pérez que, como la Sra. García, muere a los 80 años, y el otro ciudadano, Manuel, que vive hasta los 20 años.
La esperanza de vida de esta España reciente sería de (80+20)/2=50 años, es decir, diez años más que la España de ayer.
Pero esto no quiere decir, como constantemente se malinterpreta, que la Sra. Pérez viva diez años más.
En realidad, continúa muriendo a los 80 años. Lo que ocurre es que el bebé que moría antes, ahora ya no muere y vive 20 años más.
Y esto es lo que ha ocurrido en España, la mortalidad infantil ha estado bajando mucho (lo cual ha estado ocurriendo también en la mayoría de países de la Unión Europea) y con ello la esperanza de vida (que es el promedio de años de vida que el ciudadano medio vivirá) ha subido.
Pero el aumento de la esperanza de vida no repercute automáticamente en el mismo aumento de años de vida de los ancianos.
http://www.vnavarro.org/?p=8976
ABARATAR EL DESPIDO A LA MITAD
Nos roban el tiempo, nos quitan la vida
- Nos quiere matar, quizá no literalmente, o tal vez sí, pero ciertamente nos quiere matar -¿Quién? - Os preguntaréis - El trabajo- Carcajada y cada cual a lo suyo.
Lamentablemente, no es un chiste. El trabajo nos mata de muchas formas, a veces fulminantemente, de manera repentina mediante trágicos accidentes que suceden, en muchos casos, por ahorrarse unos pocos euros. En otras ocasiones, lo hace de forma paulatina, mediante alguna enfermedad. Si tenéis suerte os tocará una enfermedad reconocida como laboral, que no atenuará ni el dolor propio ni el de vuestra familia, pero dejará unos cuantos billetes en casa, lo que, a quien no haya sufrido esa situación en carnes propias o cercanas, podrá parecerle justo.Otras veces, el trabajo os asesinará con mayor sutileza, arrebatándoos las cosas importantes de la vida: el tiempo, la alegría, la posibilidad de tener hijos, la vitalidad, la autoestima…
Quizá, de las tres grandes formas de matarnos que tiene el trabajo sea esta última la más sádica y cruel. ¿Os sorprende? Pensadlo un momento ya que la ejecución es perversa.
Con este método se desarrolla el crimen perfecto; seguiréis respirando con normalidad, vuestro corazón seguirá bombeando, vuestras constantes vitales funcionarán perfectamente... pero algunos y algunas os levantaréis por la mañana sabiendo que cuando regreséis ya será de noche y que solo os quedará tiempo para cenar y dormir.
Otras personas os levantaréis con la certeza de que si decidís tener un hijo, os despedirán y que vuestra reinserción laboral será prácticamente imposible. Aunque también habrá quienes, a consecuencia de los productos que utilizan en el trabajo, hayáis quedado estériles (demuestre usted que ésa ha sido la causa). Algunas os levantaréis con el sabor salado de vuestras lágrimas recorriendo las mejillas, a sabiendas de que la tortura comenzará en el momento en que fichéis, cuando algún jefe o compañero continue, como cada día, haciéndoos la vida imposible, bajo la indiferencia, la complicidad o la indiferente complicidad del resto.
También habrá quien llegue todos y cada uno de los días de su vida con tal cansancio que no tendrá energía para nada más; ni aficiones, ni intereses, ni amigos, ni familia...
¿Existe algo más perverso? Nos roba la vida, poco a poco, día tras día, y encima tenemos que dar las gracias. Por trabajar. Porque la otra opción es no tener para comer ni para vivir y claro, eso también mata.
Es perverso porque mientras nos venden la obligatoriedad de la salud, de los cuerpos esbeltos, de los gimnasios, no tienen reparos en envenenarnos, en hundirnos y enajenarnos. Es perverso porque nos dicen que tenemos que darle lo mejor a nuestros hijos y lo mejor son unos estudios cada día más difíciles de costear, ropa de marca, una videoconsola para que no sea menos que los otros niños, una colección sin fin de juguetes para que tenga qué elegir y no se aburra... pero eso sí, que vivan con las sobras de nuestro tiempo, con nuestra ausencia. Es perverso porque tenemos inculcado hasta la médula que hay que trabajar si no queremos ser tachados de vagos.
Tal es la alienación y perversión a la que se nos somete, que a nadie sorprende ya ver cómo competimos por ver quién va a trabajar en peor estado de salud: "Mira esa, se ha cogido la baja por una gripe, yo el año pasado aquí estuve con 39 de fiebre y sin quejarme". Ninguneamos y cuestionamos las enfermedades derivadas de problemas psicosociales, pese a estar demostrado los trastornos que causan en la salud, aunque, eso sí, todos tenemos derecho a prejuzgar y criticar a quien se queje de su mermada salud.
Y es que si asumimos que la muerte pone fin a nuestra vida y que vivir es el tiempo para hacer las cosas que consideramos importantes, el trabajo, tal y como lo sufrimos nos convierte en muertos en vida. Decía José Mujica, Presidente de Uruguay: "Cuando tu compras, no lo haces con dinero, compras con tiempo. Tiempo de tu vida que tuviste que gastar para ganar ese dinero. La vida hay que vivirla y para eso hay que tener tiempo, tiempo libre". Cada vez nos roban más tiempo. Ahora está de moda meter horas extras gratis para arrimar el hombro por la empresa, para mostrar implicación. Sin embargo, ese tiempo, no nos lo devolverán esos ladrones; nos harán creer que "es lo que toca".
Y aquí quería llegar, a los ladrones. Al inicio he realizado una pregunta ¿quién nos quiere matar? Pero "el trabajo" no responde al quién sino al qué.
El trabajo no es el asesino, sino el arma homicida.
Sin embargo, detrás de este homicidio, como en todos los asesinatos hay un quién, alguien que se beneficia, que no tiene que dejar de pasear con sus hijos, que puede disfrutar de sus relaciones humanas, que posee tiempo para gastar, gracias a que vosotras y vosotros ya estáis renunciando a todo eso. Tienen nombres y apellidos, solo hay que pensar y querer saber quiénes se están beneficiando de robarnos la vida.
Cristina Bereciartua – Alternatiba
Suecia plantea retrasar la jubilación
hasta los 75 años
En tiempos de crisis ahorrarle gastos al estado es la prioridad para los gobiernos neoliberales, aunque devenga en pérdida de calidad de vida. Desde Suecia, el premier Fredrik Reinfeldt enarbola ahora la idea de jubilar a sus ciudadanos a los 75 años, ocho años más tarde de lo que establece la actual legislación.
...hay una falsa creencia de que la vitalidad económica o la productividad depende del número de horas trabajadas.
Sin embargo,
Grecia es el país de Europa que más horas trabaja y la troika quiere que trabajen aún más horas. En el otro lado, está Alemania, que es de los países donde menos horas se trabaja.
Si comparamos la productividad de uno y otro vemos que no está relacionada productividad con horas de trabajo
CAE LA ESPERANZA DE VIDA:
Algo menos de existencia por delante, según la estadística. La esperanza de vida al nacimiento de los residentes en España ha caído ligeramente entre julio de 2010 y junio de 2011, según el INE. Se sitúa en 78,87 años para los hombres y 84,82 para las mujeres (81,87 de media para ambos sexos, ocho centésimas menos que en 2010). Aunque se trata de unas centésimas, los demógrafos consultados lanzan una llamada de atención: supone un giro respecto a los últimos años en la mejoría de un indicador de bienestar como es la expectativa de longevidad.
EDAD DE PROMEDIO DE VIDA en la EDAD MEDIA y POSTERIORMENTE---
¡ NO SE VIVIA TAN MAL EN LA EDAD MEDIA COMO NOS HAN CONTADO ¡¡
NO ES VERDAD QUE VIVAMOS 6 AÑOS MAS -
(durante los ultimos 30 años)
(lo que ha disminuido es la mortandad infantil):
El hecho de que la esperanza de vida de los españoles haya crecido seis años en los últimos treinta años quiere decir que las personas ancianas viven seis años más.
ESTO NO ES ASI:
Hay que saber cómo se calcula la esperanza de vida. Si España, por ejemplo, tuviera solo dos ciudadanos, uno la Sra. García, que vive hasta que tiene 80 años, y otro, el pequeño Juanito, que muere al poco de nacer, entonces la esperanza de vida promedio de España sería (80+0)/2=40 años.
Suponga el lector que treinta años más tarde España continuara teniendo solo dos ciudadanos.
Uno la Sra. Pérez que, como la Sra. García, muere a los 80 años, y el otro ciudadano, Manuel, que vive hasta los 20 años.
La esperanza de vida de esta España reciente sería de (80+20)/2=50 años, es decir, diez años más que la España de ayer.
Pero esto no quiere decir, como constantemente se malinterpreta, que la Sra. Pérez viva diez años más.
En realidad, continúa muriendo a los 80 años. Lo que ocurre es que el bebé que moría antes, ahora ya no muere y vive 20 años más.
Y esto es lo que ha ocurrido en España, la mortalidad infantil ha estado bajando mucho (lo cual ha estado ocurriendo también en la mayoría de países de la Unión Europea) y con ello la esperanza de vida (que es el promedio de años de vida que el ciudadano medio vivirá) ha subido.
Pero el aumento de la esperanza de vida no repercute automáticamente en el mismo aumento de años de vida de los ancianos.
http://www.vnavarro.org/?p=8976
NO AUMENTA "ESPECTACULARMENTE" la esperanza de vida:
El error viene por asumir que el aumento de la esperanza de vida (algo que se puede verificar facilmente) significa que vivimos más. Nadie vive más. No hemos mutado. No nos hemos convertido en una super especie de homo sapiens que vive más. La que vive más es la sociedad en su conjunto. La esperanza de vida es la media de la cantidad de años que vive una determinada población en un cierto periodo de tiempo.
La realidad es que la esperanza de vida no aumenta porque de media todos vivamos un poco más, sino porque ahora la gente que hace unas décadas "bajaba la media" ya no lo hace. Es decir, ahora somos capaces de evitar que personas que han sufrido accidente, un infarto o un ataque de asma se mueran. Como no se mueren y viven durante muchos más años la esperanza de vida aumenta.
la esperanza de vida ha comenzado a frenarse, o al menos eso es lo que publica el último informe del Centro de Estadística de la Salud de EE.UU. Allí la esperanza de vida ha caído de 77, 9 a 77,8 de 2008 a 2009.
En España , en una medicion del año 2010 tambien habia tambien un pequeño descenso en la esperanza de vida.....
Entre 1989 y 1994 la esperanza de vida en los varones de Rusia cayo 7 años, por un extraordinario aumento en la mortalidad de hombres de edad media.
El deterioro de la economía afectó a todos los grupos y a ambos sexos.
José Ramón González Parada es Sociólogo, investigador de RIOS (Red de Investigadores y Observatorio de la Solidaridad) y Director de la Revista "Esbozos. Filosofía de la ayuda al desarrollo". ggp.joserra@gmail.com
la esperanza de vida ha comenzado a frenarse, o al menos eso es lo que publica el último informe del Centro de Estadística de la Salud de EE.UU. Allí la esperanza de vida ha caído de 77, 9 a 77,8 de 2008 a 2009.
En España , en una medicion del año 2010 tambien habia tambien un pequeño descenso en la esperanza de vida.....
"Aunque se trata de un descenso de centésimas, hay que prestar atención a esta caída, porque rompe la tendencia de casi 50 años de aumento de la esperanza de vida", afirma el demógrafo Albert Esteve, del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Entre 1989 y 1994 la esperanza de vida en los varones de Rusia cayo 7 años, por un extraordinario aumento en la mortalidad de hombres de edad media.
El deterioro de la economía afectó a todos los grupos y a ambos sexos.
Sólo trabajan la mitad de los jóvenes, es la mala noticia. Sin embargo podría enunciarse así, basta con la mitad de la fuerza de trabajo juvenil para que la economía funcione.
Esta formulación no es muy lejana de la que en su día se daba de la sociedad postindustrial y el fin del trabajo (Jeremy Rifkin, El fin del trabajo). Si basta con la mitad de la fuerza de trabajo juvenil para que la economía funcione, esto supone que la mitad de la energía juvenil no ocupada en la producción podría dedicarse a la formación, o a la creación de alternativas de cooperación, solidaridad, compromiso social, o a tocar la guitarra y al ocio sin consumo. Opción social y técnicamente viable si la mitad de la fuerza laboral se redistribuye mediante el reparto del trabajo, y si se crean formas de redistribución del salario social para que con medio tiempo de trabajo los jóvenes cubran las necesidades de su existencia.
Que basta con la mitad de la fuerza de trabajo juvenil para producir los bienes necesarios lo demuestra el hecho de que hoy no existe penuria de viviendas, ni escasez de alimentos, ni de vestido, ni utensilios domésticos, ni faltan camareros o cajeras en los supermercados.
El carácter utópico de esta pretensión no choca con la realidad, sino que la contradice.
La realidad revela que la mitad de los jóvenes trabajan por todos, y agotan en ello toda su energía, mientras que la otra mitad simplemente la despilfarra. Los que trabajan lo hacen mayoritariamente en subempleos en relación a sus capacidades, con salarios muy bajos, y con jornadas que se alargan sin compensación. Los que trabajan no tienen futuro, solo un presente continuo. Y con el paso del tiempo o bien serán sustituidos por los jóvenes del próximo quinquenio, o bien serán abocados a la pobreza, a la inseguridad y al agotamiento vital. Los que no trabajan no se encuentran en situación muy diferente, pues se enfrentan a un futuro frustrante o a la esperanza de entrar en ese presente continuo sin futuro.
La palabra mágica es "crecimiento", pero este crecimiento es raquitismo social, pues sin cambiar el modelo productivo, se espera que la reactivación económica pueda albergar a suficientes camareros, crupiers, guías turísticos, aparcacoches y otras actividades que serán pagadas por consumidores venidos de otros países, en cantidad suficiente para bajar el paro juvenil, pero no tantos como para ocuparlos a todos, con el consiguiente impacto en los salarios que dejaría de hacer rentable nuevos contratos. Este es el escenario que explica que se desmonte la universidad pública y la investigación. No son errores, son opciones.
Ya pasó de moda la idea de los "yacimientos de empleos", filones de trabajo a descubrir con capacidad de generar empleo masivo, para una población acomodada con dinero para pagar y apetecer todo tipo de nuevos servicios. (Rafael Sánchez Ferlosio Non Olet). Se deduce que el crecimiento interno ya no permite renovar el discurso del los yacimientos, sustituido ahora por el de los "emprendedores". El traspaso de la falaz teoría de los yacimientos de empleo a la no menos falaz de los emprendedores, muestra el engaño, pues se admite que éstos nunca podrán descubrir un filón masivo de empleo, sino –solo algunos- triunfar con portentosos éxitos individuales y no repetibles. En el argot económico, no replicables. Pues si un emprendedor ingenia una novedosa muñeca llorona será él, y solo él, mediante el sistema de patentes, quien podrá beneficiarse del invento, pues un aluvión de emprendedores dispuestos a replicar y vender esta muñeca no solo inundarían el mercado, sino que la dejaría de hacer atractiva para los compradores, volviendo como en el juego de la oca a la casilla de salida. Así pues la teoría del emprendimiento significa que para cada emprendedor un producto, y para cada producto un vendedor. Para que el emprendimiento pudiera dar trabajo a los jóvenes se necesitarían un millón de productos nuevos que difícilmente encontrarían comprador. Por supuesto que nadie está pensando en esto, sino en justificar el triunfo de una muy exigua minoría para explicar el fracaso de los insuficientemente listos o los escasamente arriesgados. Lo que se busca es redirigir la energía juvenil hacia un sistema de fracaso asegurado, una tensión que habrá sido buena mientras duró. Una lotería, una moda, una cortina de humo.
El único emprendimiento con futuro es dar la vuelta a una sociedad yaciente, algo que históricamente corresponde a los jóvenes en tiempos de cambio como los que ahora vivimos. Una toma de conciencia que parta de un conocimiento preciso de lo que está pasando, de que el capitalismo avanza hacia el suicidio colectivo, y que el futuro que pregona y que puede ofrecer es solo un presente continuo. Volcar toda la energía en contradecir esta realidad es la función emancipadora de la utopía.
José Ramón González Parada es Sociólogo, investigador de RIOS (Red de Investigadores y Observatorio de la Solidaridad) y Director de la Revista "Esbozos. Filosofía de la ayuda al desarrollo". ggp.joserra@gmail.com
Mi gato vive mejor
Sumergidos en el gris?Así vivimos. La sociedad actual nos convierte en engranajes, máquinas productivas que anhelan continuamente hacer algo, incluso en su tiempo libre.
Lo llamamos aprovechar el tiempo.
Hacer y hacer, lo único que provoca es que el tiempo pase a una velocidad tremenda y que no saboreemos la auténtica densidad de la vida. Ya lo decía Pascal: el mayor problema del hombre es la incapacidad de estar solo consigo mismo.
Un viejo problema.
Mientras seamos máquinas de producir, somos perfectamente sustituibles tanto en el trabajo como en la familia.
Qué duro suena eso.
Sólo cuando reflexionamos ejercemos de seres humanos, y la reflexión es algo personal y necesario para el equilibrio.
La sociedad actual nos despieza, nos da remedios para el dolor, para las vacaciones, para ser guapos, contra el aburrimiento...Todo parece estar al alcance, y tenemos la esperanza de que las cosas externas van a resolver nuestros problemas, pero las respuestas no están fuera, sino dentro de nosotros.
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-El derecho al trabajo es la libertad de explotarnos, usarnos como una herramienta más y cuando no somos necesarios, tirarnos al basurero de la marginación, con nulas posibilidades de supervivencia.
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Es conocido que el capitalismo fabril del siglo XIX consiguió asentarse y progresar, haciendo uso de los valores que entendía que había que erradicar, entre otros, la esclavitud.
Es cierto que mucha población negra proveniente del sur de EEUU encontró en las fábricas del norte un tímido mecanismo de movilidad social y en el anonimato de la burocracia, un espacio de cierta neutralidad frente a la total arbitrariedad del esclavista sureño.
Pero el objetivo de su liberación de la esclavitud nunca fue proporcionar libertad, sino la de asegurar un tipo determinado de trabajador, adecuado al funcionamiento de la emergente industria.
Las fábricas no podían tirar para adelante con una mano de obra esclavizada -que conlleva un gran coste en manutención-, y de ahora en adelante, una fuerza de trabajo libre que vendría a a ser con el tiempo, también generadores de consumo.
Las fábricas no podían tirar para adelante con una mano de obra esclavizada -que conlleva un gran coste en manutención-, y de ahora en adelante, una fuerza de trabajo libre que vendría a a ser con el tiempo, también generadores de consumo.
Pero aquí es donde se da la paradoja: La misma esclavitud que hubo que abolir para continuar el proceso de industrialización fue en su origen, el pivote de la acumulación industrial. Como decía Marx:
"sin esclavitud no hay algodón;
sin algodón no hay industria moderna.
En la esclavitud radica el valor de las colonias".
sin algodón no hay industria moderna.
En la esclavitud radica el valor de las colonias".
El comercio de las colonias descansaba en las espaldas de los esclavos; condición necesaria para el surgimiento de la industria burguesa.
En el siglo XXI la nueva forma que toma la esclavitud, no será más representada por la frase popular
"la esclavitud no se ha abolido, sólo se ha puesto en nómina"
"la esclavitud no se ha abolido, sólo se ha puesto en nómina"
A través de Iván Karamázov, Dostoyevski cuenta que Jesús vuelve a la tierra y Torquemada, el gran inquisidor, lo encierra y le dice: tú te crees que los hombres quieren ser libres y buenos, pero es mentira...
drapetomanía: supuesta enfermedad que padecían los esclavos negros del siglo XIX, consistente en unas "ansias de libertad" o expresión de sentimientos en contra de la esclavitud.
Fue acuñada en 1851 por el médico Samuel A. Cartwright, perteneciente a la Louisiana Medical Association.
Fue acuñada en 1851 por el médico Samuel A. Cartwright, perteneciente a la Louisiana Medical Association.
Un monstruo ilustrado.
... Lo primero que busca todo hombre es alguien que le esclavice, que le diga lo que tiene que hacer. Quiere milagros, pero no quiere ejercer la libertad, prefiere ser un niño.
Llegar agotados a casa nos sirve de excusa para no tomar nuestras propias decisiones y no escucharnos a nosotros mismos. Ese continuo dejarnos llevar es infantil. Hay que entrar en la edad adulta.
"Levantarse, tranvía, oficina, tranvía, comida, tranvía, oficina, tranvía, cena".
Sí, eso dice Albert Camus en el mito de Sísifo. Pero un día surge el "por qué".
Porque tengo que pagar el alquiler...
Hay que cambiar el acento, volver a dar a las cosas su valor. Estamos sobrevalorando la propiedad y el trabajo, y más en tiempos de crisis. ¿Cuántas personas conoces que viven esclavizadas a una hipoteca por tener un piso 30 m2 más grande, un coche nuevo o unas vacaciones? ¿No es absurdo?
Es el miedo lo que nos esclaviza.
Actualmente trabajamos más horas que un esclavo romano, pero creemos que vivimos en una sociedad superlibre.
el "milagro" Aleman:
Alemania impone el sistema americano - ya probado - y España junto con el resto del ex-"primer" mundo es obligado a seguirlo:
Y sin embargo, a pesar de la sobreproducción de mercancías, a pesar de las falsificaciones industriales, los obreros invaden el mercado de manera innumerable, implorando: ¡trabajo!, ¡trabajo!
En cuanto una oportunidad de trabajo se presenta, se arrojan sobre ella; entonces reclaman doce, catorce horas para lograr su saciedad, y la mañana los encontrará nuevamente arrojados a la calle, sin nada para alimentar su vicio.
Atontados por su vicio, los obreros no han podido elevarse a la comprensión del hecho de que, para tener trabajo para todos, era necesario racionarlo como el agua en un barco a la deriva.
Como los loros de la Arcadia, repiten la lección de los economistas: "Trabajemos, trabajemos para incrementar la riqueza nacional".
¡Idiotas! de Paul La Fargue: el derecho a la pereza
LA ESCLAVITUD INDUSTRIAL:
(mucho mas sofisticada)
En su origen la palabra española «trabajo» remite a un instrumento de tortura, el tripalium. Y en alemán y ruso la etimología para «trabajo» (arbeit, rabot), de origen indoeuropeo, pertenece a la misma raíz que da lugar a la palabra «robot», que significa «esclavo». Si seguimos buscando en otras lenguas encontramos ejemplos parecidos que, como mínimo, nos dejan claro que el trabajo nunca fue plato de gusto.
Al menos ciertos trabajos: griegos y romanos distinguían entre «labor» y «trabajo» y usaban diferentes palabras para referirse a cada cosa. La labor era la tarea del hombre libre: la política, el debate filosófico, la caza, la guerra... Lo demás, la actividad productiva cotidiana, era casi todo cosa de esclavos.
Una idea que, con o sin distinta terminología, se ha dado en todas las civilizaciones de la Historia hasta fechas bien recientes. En la Edad Media, el Renacimiento y en realidad hasta el advenimiento de la doctrina capitalista liberal, el trabajo manual no sólo era cosa de siervos o castas inferiores: es que estaba mal considerado. Ser artesano, maestro, agricultor o lo que fuere se consideraba una mancha en el currículum social del individuo. En la literatura española del Siglo de Oro se hace alarde de la vagancia del hidalgo, que no da un palo al agua en su vida y presume de ello, dejando por rústico y poca cosa al que se gana el pan con el sudor de su frente.
Esta mentalidad se mantuvo durante siglos, hasta que el auge de las naciones protestantes y el triunfo de la burguesía establecieron una nueva mitología en torno al trabajo como indicador de éxito, garante de la Gracia Divina y signo de salvación. Poco a poco, y no sin resistencias, esta filosofía ha ido extendiéndose por toda la Tierra y en la actualidad incluso naciones tenidas por perezosas, como la española, enarbolan la bandera del trabajo como virtud máxima del ciudadano.
Sin duda el ser humano disfruta manteniéndose ocupado y quizá sea excesivo considerar, como hacían los antiguos, que el trabajo sea una mancha.
No obstante, cabe preguntarse también si el desplazamiento hacia el lado contrario del péndulo es tan bueno como nos dicen: ¿hasta qué punto el trabajo es una bendición tan fantástica como nos quieren hacer creer?
Ante todo hay que tener en cuenta que la historia del trabajo que nos venden los grandes medios de desinformación es falsa: el esclavo antiguo no era libre, pero su vida no era necesariamente tan horrible como nos pintan en las películas.
De hecho, la mayor parte de los esclavos antiguos llevaba una vida que, desde nuestra perspectiva, nos parecería bastante normal, incluso más que aceptable. El cine y la literatura contemporáneos nos ha mostrado una imagen de la esclavitud antigua por completo siniestra, pero eso es porque Hollywood, el gran generador de propaganda del capitalismo, deforma la historia para hacernos creer, deliberadamente o no (quizá sea sólo porque la maldad resulta más efectiva en pantalla), que todos los pueblos han tratado a los esclavos tan mal como lo hacían los puritanos estadounidenses y los civilizados europeos que, durante el siglo XIX, extendieron su miserable concepción de las cosas por todo el planeta.
Que la esclavitud, a la antigua o a la moderna, es detestable, no hay quien lo niegue. Sin embargo, cabe preguntarse si las cosas han mejorado para el trabajador actual.
El fin de la esclavitud no vino, pese a lo que se suele creer, por el resultado de la Guerra de Secesión de los Estados Unidos. Este episodio local sirvió ante todo para liquidar la lucha entre dos concepciones económicas muy diferentes con la victoria del capitalismo industrial tal y como lo conocemos.
Se culminaba de este modo, durante la segunda mitad del siglo XIX, un proceso que había empezado mucho antes, a principios de ese mismo siglo, con las primeras leyes británicas contra la trata y crianza de esclavos.
Curiosamente los británicos habían sido los mayores negreros y los que más beneficio habían sacado de la trata. ¿Por qué este interés más o menos repentino en acabar con un negocio tan boyante? Porque la industrialización, que comenzó en Inglaterra partiendo de los inmensos beneficios obtenidos precisamente del trabajo servil y de la venta de esclavos, puso de manifiesto una serie de realidades por completo nuevas en el universo del trabajo y el comercio.
La principal y más importante, la constatación, hecha en las fábricas del Reino Unido, de que un obrero asalariado trabaja mejor, es más fiable y sale más barato que un esclavo. Por otra parte, la firme determinación británica de acabar con la competencia «desleal» que para su comercio en expansión representaba el trabajo esclavo en otras naciones. Había que convencer al mundo de las bondades de la economía capitalista, con su mercado de trabajadores libres. Libres, aunque explotados más allá de toda medida, como nunca jamás lo había sido esclavo alguno.
A lo largo del siglo XIX se va estableciendo el cambio necesario de mentalidad para adaptar la producción, la economía y toda la sociedad a estas nuevas reglas del juego que perduran hasta hoy. El concepto de trabajo fue elevado a la categoría de virtud y al mismo tiempo se acababa con la lacra de la esclavitud que, por supuesto, tenía sus detractores entonces, como los había tenido en todas las épocas. Ciertas interpretaciones del socialismo también contribuyeron a este proceso, con su mitología del trabajador como héroe de la sociedad. Así se fueron poniendo los cimientos del mundo contemporáneo.
El proceso fue rápido y en cierto sentido fácil pero, por supuesto, no dejó de haber resistencias.
Los propietarios de esclavos, por ejemplo, no vieron con buenos ojos esta nueva filosofía social, e incluso en España llegó a haber un partido negrero. Además, los nuevos trabajadores (los proletarios) serían libres, pero en realidad vivían bajo un régimen de explotación inhumano y, por si fuera poco, su extrema pobreza los mantenía atados a las fábricas y talleres con más solidez que las viejas cadenas. El sufrimiento del trabajador durante la Revolución Industrial constituye la base del movimiento obrero, una forma organizada y persistente de resistencia que, curiosamente, no había estallado (salvo casos esporádicos como el protagonizado por Espartaco) en los largos siglos de la esclavitud.
El proceso siguió adelante durante los siglos XIX y XX, en parte porque no carecía de fundamentos morales: la esclavitud era insostenible no sólo económicamente, sino desde el punto de vista social y humano. Por otro lado, el cambio de régimen de la masa trabajadora vino acompañado de ciertas «mejoras» que en parte fueron resultado de la propia lucha social, pero también aportación interesada de los grandes capitalistas.
La educación obligatoria, la sanidad universal, el servicio militar no clasista, los impuestos progresivos, los transportes públicos, la policía civil... Toda la batería de derechos y servicios públicos que fueron conformando, con gran lentitud y esfuerzo, el denominado Estado del Bienestar, tenían y tienen no obstante un lado oscuro: formar una masa trabajadora no ya eficiente, sino troquelada desde la cuna para ser piezas sanas, controladas y productivas de la gran cadena de montaje en que se fue convirtiendo toda la sociedad.
Una sociedad concebida como máquina, en la que cada ser humano no es más que un elemento intercambiable, prescindible, con una vida útil y un precio calculados de antemano. Este es el gran resultado del capitalismo: la deshumanización de Todo. No es extraño que sea el mundo capitalista, el abanderado de la democracia y los derechos humanos, el que haya engendrado las peores dictaduras y acometido las guerras más salvajes de toda la historia. Pero incluso después de estos procesos que sacudieron el siglo XX y pusieron a nuestra especie al borde la extinción, el proceso no ha parado.
A pesar de las proclamas de la I Internacional a favor de la emancipación del obrero, de su lucha por liberarse de las cadenas del trabajo, y de las brillantes argumentaciones acerca del carácter alienante del trabajo asalariado por parte de conocidos autores como Proudhon, Marx o Paul Lafargue, tras la defección de la socialdemocracia y la victoria de la revolución bolchevique casi nadie mantuvo la propuesta inicial del socialismo, es decir, la definitiva liberación del ser humano: la del trabajo. Por el contrario, a lo largo del siglo XX y también en lo que llevamos del XXI persiste la maligna idolatría de ese concepto y es llevada a extremos tan delirantes que hoy incluso los ricos trabajan, lo cual es el colmo de la estupidez. Una masa de trabajo inagotable, absorbente y alienante con el único objetivo de mantener la máquina en funcionamiento, sin una finalidad clara y sin un progreso definido (más allá de las invenciones técnicas). El resultado: una humanidad cada vez más desquiciada.
Hoy, en el apogeo de la tecnología, proponer el fin de la civilización del trabajo para sustituirla por una cultura del ocio y la creación, mucho más humana y productiva, sigue siendo cosa rara y hasta mal vista. Por el contrario, se han acentuado todos los vicios del capitalismo hasta extremos de locura. Si la educación pública tuvo en sus orígenes una intención humanista, hoy, con o sin planes Bolonia, no se intenta siquiera disimular que el fin determinante del sistema educativo no es otro que disciplinar a los hijos de los trabajadores y generar «profesionales» entre los vástagos de las clases acomodadas, como corresponde a una sociedad cada vez más desigual y clasista. Del mismo modo, la sanidad parece orientada más como un taller de reparaciones que como un sistema que garantice la salud del común. El transporte público fomenta la expansión urbana y aleja a las personas más que acercarlas. La policía, que históricamente surgió como parte de la protección del procomún y el ordenamiento administrativo de la res pública, bajo el concepto de protección al ciudadano, ya no disimula su función pretoriana y represora en favor de los más ricos y de la propiedad privada. Y así la deseada sociedad global se ha transformado en una pesadilla obsesiva de control, producción y consumo.
En los últimos años el fenómeno del desclasamiento en las sociedades desarrolladas ha fomentado esta situación. La clase trabajadora, que constituye la mayoría de la humanidad, creyó ser clase media y adoptó los vicios tontos de esta casta grisácea que sólo destaca, como su nombre indica, por la más completa mediocridad. El esclavo o el obrero tenían al menos la esperanza en la revolución y el orgullo del luchador, pero el homo urbano contemporáneo sólo aspira a consumir más y más y no tiene otra bandera que el dinero. Dinero del que nunca dispondrá en cantidad suficiente, pero al cual adora —y en esto todas las clases comparten la fe— como al único dios verdadero.
El servum romano y medieval, el trabajador antiguo, fuera o no esclavo, no siempre estaba encadenado, no vivía sujeto a horarios rígidos, y su calendario laboral estaba repleto de fiestas y días de asueto. El trabajador actual no conoce el descanso. Su mal pagada jornada se prolonga lo indecible en horas extraordinarias que regala al patrón a cambio del privilegio de poder trabajar. Y en sus ratos libres se somete a una rutina agotadora de ocio-consumo que le ata aún más, vía deuda, a esas cadenas invisibles que la mayoría no lograrán quitarse en toda la vida. Charlie Chaplin yalo reflejó magistralmente en la película Tiempos modernos: el trabajador de la sociedad industrial es el esclavo más esclavo de todas las eras, pues ya ni siquiera se le considera humano. No es más que un engranaje y, como tal, cambiable, prescindible.
La esclavitud industrial es el gran regalo cotidiano que nos hace a todos el capitalismo. Bajo el esplendor de una sociedad tecnificada, llena de luz y de conceptos hermosos, se esconde (pero no demasiado) el peor momento de toda la historia (de por sí triste) de la civilización. El miedo lo domina todo. Miedo al Estado y a sus fuerzas represivas, miedo al paro, a la miseria (o al no-consumo), a la delincuencia, a las enfermedades, al clima...
La etimología de tripalium quizá sea falsa, pero la sociedad idólatra del trabajo ha convertido la vida del ser urbano en un tormento peor y más duradero que el de Sísifo:
ansiedad, obsesiones, angustia producida por una precariedad eterna que frena a todos el acceso al falso paraíso del consumo.
Y ahora el amo ni siquiera está obligado a dar cobijo y comida al esclavo. En los viejos tiempos los amos más despreciables hacían horro (libre) al esclavo viejo. De aquí viene el término «ahorrar», pues de este modo, cuando el siervo ya no podía trabajar más, los amos se evitaban pagar la manutención y cobijo del que les había servido.
El amo actual es mucho más miserable que aquellos canallas, pues al tiempo que acumula riquezas más allá de toda capacidad de gasto, el rico contemporáneo, el «triunfador», «ahorra» continuamente de sus nuevos esclavos. Esclavos que ni siquiera saben que lo son y que ansían trabajar más y más, incluso gratis, porque el trabajo se ha convertido en el gran valor social.
Una sociedad sana debería aspirar a la abolición del trabajo, como se sugirió por última vez durante el Mayo del 68. Para eso inventamos máquinas: para trabajar lo menos posible. Pero lo cierto es que nunca ha habido tantos trabajadores, ni trabajando tanto, como ahora. ¿Qué es lo que falla? Pues por abajo el miedo de los pobres a ser más pobres aún. Y por arriba, el miedo de los poderosos a una sociedad liberada de la mayor de las prisiones: el propio trabajo.
El trabajo no es una virtud, no ennoblece ni engrandece ni, utilizando el palabro de moda, «realiza». El trabajo, como se sabe, no es más que una maldición de Dios. Pero esto, en una sociedad que ha perdido todos los valores, tampoco tiene mayor importancia. En otras épocas, no tan lejanas, se reivindicó el valor del ocio, del tiempo libre, de un reparto de la riqueza que nos permitiera a todos trabajar menos y vivir más. Hoy nos batimos por conseguir un trabajo peor que el de un esclavo, que nos permita malvivir con las sobras de la sociedad de consumo.
José Manuel Lechado
ENTENDAMOS QUE ES LA VERDADERA LIBERTAD:
Curso con Félix Rodrigo: Comprender nuestra época - 1 from MIZAR-PETRUS on Vimeo.
el "milagro" Aleman:
Alemania impone el sistema americano - ya probado - y España junto con el resto del ex-"primer" mundo es obligado a seguirlo:
Los nuevos esclavos del siglo XXI (mucho peor que la esclavitud del Imperio Roma)
Y sin embargo, a pesar de la sobreproducción de mercancías, a pesar de las falsificaciones industriales, los obreros invaden el mercado de manera innumerable, implorando: ¡trabajo!, ¡trabajo!
En cuanto una oportunidad de trabajo se presenta, se arrojan sobre ella; entonces reclaman doce, catorce horas para lograr su saciedad, y la mañana los encontrará nuevamente arrojados a la calle, sin nada para alimentar su vicio.
Atontados por su vicio, los obreros no han podido elevarse a la comprensión del hecho de que, para tener trabajo para todos, era necesario racionarlo como el agua en un barco a la deriva.
Como los loros de la Arcadia, repiten la lección de los economistas: "Trabajemos, trabajemos para incrementar la riqueza nacional".
¡Idiotas! de Paul La Fargue: el derecho a la pereza
LA ESCLAVITUD INDUSTRIAL:
(mucho mas sofisticada)
En su origen la palabra española «trabajo» remite a un instrumento de tortura, el tripalium. Y en alemán y ruso la etimología para «trabajo» (arbeit, rabot), de origen indoeuropeo, pertenece a la misma raíz que da lugar a la palabra «robot», que significa «esclavo». Si seguimos buscando en otras lenguas encontramos ejemplos parecidos que, como mínimo, nos dejan claro que el trabajo nunca fue plato de gusto.
Al menos ciertos trabajos: griegos y romanos distinguían entre «labor» y «trabajo» y usaban diferentes palabras para referirse a cada cosa. La labor era la tarea del hombre libre: la política, el debate filosófico, la caza, la guerra... Lo demás, la actividad productiva cotidiana, era casi todo cosa de esclavos.
Una idea que, con o sin distinta terminología, se ha dado en todas las civilizaciones de la Historia hasta fechas bien recientes. En la Edad Media, el Renacimiento y en realidad hasta el advenimiento de la doctrina capitalista liberal, el trabajo manual no sólo era cosa de siervos o castas inferiores: es que estaba mal considerado. Ser artesano, maestro, agricultor o lo que fuere se consideraba una mancha en el currículum social del individuo. En la literatura española del Siglo de Oro se hace alarde de la vagancia del hidalgo, que no da un palo al agua en su vida y presume de ello, dejando por rústico y poca cosa al que se gana el pan con el sudor de su frente.
Esta mentalidad se mantuvo durante siglos, hasta que el auge de las naciones protestantes y el triunfo de la burguesía establecieron una nueva mitología en torno al trabajo como indicador de éxito, garante de la Gracia Divina y signo de salvación. Poco a poco, y no sin resistencias, esta filosofía ha ido extendiéndose por toda la Tierra y en la actualidad incluso naciones tenidas por perezosas, como la española, enarbolan la bandera del trabajo como virtud máxima del ciudadano.
Sin duda el ser humano disfruta manteniéndose ocupado y quizá sea excesivo considerar, como hacían los antiguos, que el trabajo sea una mancha.
No obstante, cabe preguntarse también si el desplazamiento hacia el lado contrario del péndulo es tan bueno como nos dicen: ¿hasta qué punto el trabajo es una bendición tan fantástica como nos quieren hacer creer?
Ante todo hay que tener en cuenta que la historia del trabajo que nos venden los grandes medios de desinformación es falsa: el esclavo antiguo no era libre, pero su vida no era necesariamente tan horrible como nos pintan en las películas.
De hecho, la mayor parte de los esclavos antiguos llevaba una vida que, desde nuestra perspectiva, nos parecería bastante normal, incluso más que aceptable. El cine y la literatura contemporáneos nos ha mostrado una imagen de la esclavitud antigua por completo siniestra, pero eso es porque Hollywood, el gran generador de propaganda del capitalismo, deforma la historia para hacernos creer, deliberadamente o no (quizá sea sólo porque la maldad resulta más efectiva en pantalla), que todos los pueblos han tratado a los esclavos tan mal como lo hacían los puritanos estadounidenses y los civilizados europeos que, durante el siglo XIX, extendieron su miserable concepción de las cosas por todo el planeta.
Que la esclavitud, a la antigua o a la moderna, es detestable, no hay quien lo niegue. Sin embargo, cabe preguntarse si las cosas han mejorado para el trabajador actual.
El fin de la esclavitud no vino, pese a lo que se suele creer, por el resultado de la Guerra de Secesión de los Estados Unidos. Este episodio local sirvió ante todo para liquidar la lucha entre dos concepciones económicas muy diferentes con la victoria del capitalismo industrial tal y como lo conocemos.
Se culminaba de este modo, durante la segunda mitad del siglo XIX, un proceso que había empezado mucho antes, a principios de ese mismo siglo, con las primeras leyes británicas contra la trata y crianza de esclavos.
Curiosamente los británicos habían sido los mayores negreros y los que más beneficio habían sacado de la trata. ¿Por qué este interés más o menos repentino en acabar con un negocio tan boyante? Porque la industrialización, que comenzó en Inglaterra partiendo de los inmensos beneficios obtenidos precisamente del trabajo servil y de la venta de esclavos, puso de manifiesto una serie de realidades por completo nuevas en el universo del trabajo y el comercio.
La principal y más importante, la constatación, hecha en las fábricas del Reino Unido, de que un obrero asalariado trabaja mejor, es más fiable y sale más barato que un esclavo. Por otra parte, la firme determinación británica de acabar con la competencia «desleal» que para su comercio en expansión representaba el trabajo esclavo en otras naciones. Había que convencer al mundo de las bondades de la economía capitalista, con su mercado de trabajadores libres. Libres, aunque explotados más allá de toda medida, como nunca jamás lo había sido esclavo alguno.
A lo largo del siglo XIX se va estableciendo el cambio necesario de mentalidad para adaptar la producción, la economía y toda la sociedad a estas nuevas reglas del juego que perduran hasta hoy. El concepto de trabajo fue elevado a la categoría de virtud y al mismo tiempo se acababa con la lacra de la esclavitud que, por supuesto, tenía sus detractores entonces, como los había tenido en todas las épocas. Ciertas interpretaciones del socialismo también contribuyeron a este proceso, con su mitología del trabajador como héroe de la sociedad. Así se fueron poniendo los cimientos del mundo contemporáneo.
El proceso fue rápido y en cierto sentido fácil pero, por supuesto, no dejó de haber resistencias.
Los propietarios de esclavos, por ejemplo, no vieron con buenos ojos esta nueva filosofía social, e incluso en España llegó a haber un partido negrero. Además, los nuevos trabajadores (los proletarios) serían libres, pero en realidad vivían bajo un régimen de explotación inhumano y, por si fuera poco, su extrema pobreza los mantenía atados a las fábricas y talleres con más solidez que las viejas cadenas. El sufrimiento del trabajador durante la Revolución Industrial constituye la base del movimiento obrero, una forma organizada y persistente de resistencia que, curiosamente, no había estallado (salvo casos esporádicos como el protagonizado por Espartaco) en los largos siglos de la esclavitud.
El proceso siguió adelante durante los siglos XIX y XX, en parte porque no carecía de fundamentos morales: la esclavitud era insostenible no sólo económicamente, sino desde el punto de vista social y humano. Por otro lado, el cambio de régimen de la masa trabajadora vino acompañado de ciertas «mejoras» que en parte fueron resultado de la propia lucha social, pero también aportación interesada de los grandes capitalistas.
La educación obligatoria, la sanidad universal, el servicio militar no clasista, los impuestos progresivos, los transportes públicos, la policía civil... Toda la batería de derechos y servicios públicos que fueron conformando, con gran lentitud y esfuerzo, el denominado Estado del Bienestar, tenían y tienen no obstante un lado oscuro: formar una masa trabajadora no ya eficiente, sino troquelada desde la cuna para ser piezas sanas, controladas y productivas de la gran cadena de montaje en que se fue convirtiendo toda la sociedad.
Una sociedad concebida como máquina, en la que cada ser humano no es más que un elemento intercambiable, prescindible, con una vida útil y un precio calculados de antemano. Este es el gran resultado del capitalismo: la deshumanización de Todo. No es extraño que sea el mundo capitalista, el abanderado de la democracia y los derechos humanos, el que haya engendrado las peores dictaduras y acometido las guerras más salvajes de toda la historia. Pero incluso después de estos procesos que sacudieron el siglo XX y pusieron a nuestra especie al borde la extinción, el proceso no ha parado.
A pesar de las proclamas de la I Internacional a favor de la emancipación del obrero, de su lucha por liberarse de las cadenas del trabajo, y de las brillantes argumentaciones acerca del carácter alienante del trabajo asalariado por parte de conocidos autores como Proudhon, Marx o Paul Lafargue, tras la defección de la socialdemocracia y la victoria de la revolución bolchevique casi nadie mantuvo la propuesta inicial del socialismo, es decir, la definitiva liberación del ser humano: la del trabajo. Por el contrario, a lo largo del siglo XX y también en lo que llevamos del XXI persiste la maligna idolatría de ese concepto y es llevada a extremos tan delirantes que hoy incluso los ricos trabajan, lo cual es el colmo de la estupidez. Una masa de trabajo inagotable, absorbente y alienante con el único objetivo de mantener la máquina en funcionamiento, sin una finalidad clara y sin un progreso definido (más allá de las invenciones técnicas). El resultado: una humanidad cada vez más desquiciada.
Hoy, en el apogeo de la tecnología, proponer el fin de la civilización del trabajo para sustituirla por una cultura del ocio y la creación, mucho más humana y productiva, sigue siendo cosa rara y hasta mal vista. Por el contrario, se han acentuado todos los vicios del capitalismo hasta extremos de locura. Si la educación pública tuvo en sus orígenes una intención humanista, hoy, con o sin planes Bolonia, no se intenta siquiera disimular que el fin determinante del sistema educativo no es otro que disciplinar a los hijos de los trabajadores y generar «profesionales» entre los vástagos de las clases acomodadas, como corresponde a una sociedad cada vez más desigual y clasista. Del mismo modo, la sanidad parece orientada más como un taller de reparaciones que como un sistema que garantice la salud del común. El transporte público fomenta la expansión urbana y aleja a las personas más que acercarlas. La policía, que históricamente surgió como parte de la protección del procomún y el ordenamiento administrativo de la res pública, bajo el concepto de protección al ciudadano, ya no disimula su función pretoriana y represora en favor de los más ricos y de la propiedad privada. Y así la deseada sociedad global se ha transformado en una pesadilla obsesiva de control, producción y consumo.
En los últimos años el fenómeno del desclasamiento en las sociedades desarrolladas ha fomentado esta situación. La clase trabajadora, que constituye la mayoría de la humanidad, creyó ser clase media y adoptó los vicios tontos de esta casta grisácea que sólo destaca, como su nombre indica, por la más completa mediocridad. El esclavo o el obrero tenían al menos la esperanza en la revolución y el orgullo del luchador, pero el homo urbano contemporáneo sólo aspira a consumir más y más y no tiene otra bandera que el dinero. Dinero del que nunca dispondrá en cantidad suficiente, pero al cual adora —y en esto todas las clases comparten la fe— como al único dios verdadero.
El servum romano y medieval, el trabajador antiguo, fuera o no esclavo, no siempre estaba encadenado, no vivía sujeto a horarios rígidos, y su calendario laboral estaba repleto de fiestas y días de asueto. El trabajador actual no conoce el descanso. Su mal pagada jornada se prolonga lo indecible en horas extraordinarias que regala al patrón a cambio del privilegio de poder trabajar. Y en sus ratos libres se somete a una rutina agotadora de ocio-consumo que le ata aún más, vía deuda, a esas cadenas invisibles que la mayoría no lograrán quitarse en toda la vida. Charlie Chaplin yalo reflejó magistralmente en la película Tiempos modernos: el trabajador de la sociedad industrial es el esclavo más esclavo de todas las eras, pues ya ni siquiera se le considera humano. No es más que un engranaje y, como tal, cambiable, prescindible.
La esclavitud industrial es el gran regalo cotidiano que nos hace a todos el capitalismo. Bajo el esplendor de una sociedad tecnificada, llena de luz y de conceptos hermosos, se esconde (pero no demasiado) el peor momento de toda la historia (de por sí triste) de la civilización. El miedo lo domina todo. Miedo al Estado y a sus fuerzas represivas, miedo al paro, a la miseria (o al no-consumo), a la delincuencia, a las enfermedades, al clima...
La etimología de tripalium quizá sea falsa, pero la sociedad idólatra del trabajo ha convertido la vida del ser urbano en un tormento peor y más duradero que el de Sísifo:
ansiedad, obsesiones, angustia producida por una precariedad eterna que frena a todos el acceso al falso paraíso del consumo.
Y ahora el amo ni siquiera está obligado a dar cobijo y comida al esclavo. En los viejos tiempos los amos más despreciables hacían horro (libre) al esclavo viejo. De aquí viene el término «ahorrar», pues de este modo, cuando el siervo ya no podía trabajar más, los amos se evitaban pagar la manutención y cobijo del que les había servido.
El amo actual es mucho más miserable que aquellos canallas, pues al tiempo que acumula riquezas más allá de toda capacidad de gasto, el rico contemporáneo, el «triunfador», «ahorra» continuamente de sus nuevos esclavos. Esclavos que ni siquiera saben que lo son y que ansían trabajar más y más, incluso gratis, porque el trabajo se ha convertido en el gran valor social.
Una sociedad sana debería aspirar a la abolición del trabajo, como se sugirió por última vez durante el Mayo del 68. Para eso inventamos máquinas: para trabajar lo menos posible. Pero lo cierto es que nunca ha habido tantos trabajadores, ni trabajando tanto, como ahora. ¿Qué es lo que falla? Pues por abajo el miedo de los pobres a ser más pobres aún. Y por arriba, el miedo de los poderosos a una sociedad liberada de la mayor de las prisiones: el propio trabajo.
El trabajo no es una virtud, no ennoblece ni engrandece ni, utilizando el palabro de moda, «realiza». El trabajo, como se sabe, no es más que una maldición de Dios. Pero esto, en una sociedad que ha perdido todos los valores, tampoco tiene mayor importancia. En otras épocas, no tan lejanas, se reivindicó el valor del ocio, del tiempo libre, de un reparto de la riqueza que nos permitiera a todos trabajar menos y vivir más. Hoy nos batimos por conseguir un trabajo peor que el de un esclavo, que nos permita malvivir con las sobras de la sociedad de consumo.
José Manuel Lechado
Destruccion absoluta del tejido social:
En Alemania trabajan 18 millones de personas a media jornada y estos no computan como parados.
O sea hay que añadir 9 millones de parados.
O sea hay que añadir 9 millones de parados.
Curso con Félix Rodrigo: Comprender nuestra época - 1 from MIZAR-PETRUS on Vimeo.
Algo de razón tiene.
Damos demasiado peso a cosas superficiales; podríamos vivir con muchísimo menos, ese dejarnos llevar pesa demasiado. En los ambulatorios hay folletos para recordarnos que en verano hace mucho calor, que vayamos por la sombra y bebamos agua.
Absurdo, sí.
Hay que parar e incluso retroceder, porque el avance continuado es una especie de locura que nos lleva al vacío y la angustia. Hay una anécdota de Henry Ford que demuestra lo manejables que somos.
En plena crisis del 29 decidió subir el sueldo a todos sus empleados. Sus asesores lo tomaron por loco, y él les dijo:
¿Qué creéis que harán todos en cuanto les subamos el salario?
Comprarse un coche.
Efectivamente. La angustia está cuando nos volcamos fuera y nos olvidamos de nosotros. Lo hemos frivolizado todo en un esfuerzo por estar entretenidos como niños.
Ahora estamos atrapados: trabajamos más por menos.
El sistema no va a cambiar. Platón decía que el mejor sistema político es aquel que tiene a los mejores ciudadanos. Debemos cambiar nosotros, recuperarnos como seres humanos y vencer el miedo.
Tenemos muchos. ¿A cuál de ellos?
Estamos dispuestos a trabajar más por menos dinero por miedo a perder el puesto de trabajo, es lo que decía Dostoyevski: preferimos ser esclavos y no pensar y no temer, pero eso nos deshumaniza.
Entiendo.
Los subidones que nos provoca el consumo nos acaban convirtiendo en drogadictos.
No vale la pena trabajar un minuto más por tener un coche mejor.
La sofisticación y el placer están en cosas mucho más importantes y fáciles que nos mejoran como personas; desde una buena conversación hasta implicarnos, no con el mundo, sino con nuestro hermano y nuestro vecino.Cuando no tienes nada que perder es fácil rebelarte.
¿Qué es más importante que vivir? Lo estamos perdiendo todo cada día, deberíamos arriesgar porque tenemos mucho que ganar: vivir la vida en plenitud, estar orgullosos de haber vivido.
¿Qué nos quedará al final del camino tras haber sido tan buenos trabajadores?...
Igual la empresa te regala un reloj.
No tiene sentido, no podemos apostar nuestra vida en el trabajo, la casa y las obligaciones, eso es nada. Al final sólo nos quedará el haber vivido en la máxima de las dignidades, que es la de ejercer de ser humano.
¿Y qué es aprovechar la vida?
Masticarla. Hoy creemos que estudiar ha de servirnos para algo, ha de ser una herramienta, y no es así; el conocimiento nos enriquece como personas, nos eleva, para eso sirve.
Debemos vivir por vivir como el niño juega por jugar. Lo demás es puro engaño.
Nos dejamos arrastrar por el vértigo diario, evitando enfrentarnos a nosotros mismos. Antonio Fornés nos ofrece una estrategia para salir de esta trampa:
reiniciarnos. Apagar y volver a encender.
Silenciar el ruido del mundo exterior y reencontrarnos con ese gran desconocido que habita en nuestro interior para, a continuación, empezar de nuevo sobre bases más sinceras y valientes. No estaremos solos en este aprendizaje.
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comentarios varios:
0 - La Revolución Industrial prometió que las máquinas irían reemplazando a los hombres y, por consiguiente, no tendríamos que trabajar para vivir.
Tres siglos después, las máquinas han sustituido a los hombres en prácticamente todos los trabajos manuales, pero, sin embargo, no sólo los hombres siguen trabajando como entonces sino que ¡Las mujeres también han tenido que ponerse a trabajar!
¿Cuál es la clave de esta tomadura de pelo?
La clave está en el sistema monetario del dinero-deuda y el impuesto sobre la renta, que hacen que el dinero cada vez valga menos y perjudica al autónomo y le obliga a trabajar para otro para pagar los impuestos.
La realidad es que, si viviéramos en un sistema monetario justo, sólo tendríamos que trabajar tres horas al día con una capacidad adquisitiva 9 veces mayor que la que tenemos ahora.
1 - La esclavitud no terminó porque la gente entrase en razón, terminó porque había que dar a los esclavos comida y alojamiento para ellos y sus hijos durante todo el año.
Si no son esclavos puedes pagarles un sueldo inferior a lo que esto te costaría y/o dárselo sólo en las temporadas en las que haya trabajo que hacer, y luego que se busquen la vida hasta que los vuelvas a necesitar.
2 - Aunque os pueda sonar inimaginable, hoy en dia existe gente (mi padre, sin ir mas lejos) que defiende que "eso del tiempo libre es de vagos" o que lo "normal" es "vivir para trabajar".
Mientras la sociedad siga asi de lobotomizada, los de siempre seguiran saliendose con la suya.
Por mi parte me piro en unos meses a Alemania, ya que alli los horarios y salarios son normales, no tercermundistas como en este pais de gilipollas.
3- Si les das unos mendrugos de pan y los metes a dormir en un trastero no van a poder trabajar para ti porque estarán muy débiles. Y con el tiempo se te van a morir.
El dar techo adecuado y alimento a los esclavos no era porque los amos fueran buenos patrones, lo eran por necesidad comercial. Cuidaban de los esclavos de la misma manera de la que cuidaban de sus caballos en los establos. Si no lo cuidas bien se te muere y se te jode la inversión.
De hecho los romanos, según para lo que requerían el esclavo, también les daban instrucción de su propio bolsillo. Y si realizaban tareas de gran valor (capataces en sus tierras, mayordomos, contables, administradores del patrimonio, educadores de los hijos, fabricantes de algún producto valioso...) también solían recibir un peculio monetario. Aparte necesitas guardias para vigilarlos. Todo ello tiene un gasto enorme.
Esto que quiere decir, que cuando no había guerras y la oferta de esclavos era reducida, su precio aumentaba y un esclavo solía salir bastante más caro que un trabajador libre que cobraba por jornada trabajada. De ahí que la esclavitud se viniera abajo.
Muchos esclavos, principalmente los del hogar, salvando los gladiadores o los condenados a trabajos en las minas, no vivían peor que un trabajador actual. Tal vez lo más negativo es que los amos, si bien no acostumbraban a maltratarlos, si los utilizaban como esclavos sexuales. Esto para un hombre no sería muy negativo si la patrona es mujer, pero para una mujer sería terrible. ?
Lo que pasa que tenemos esa imágen grabada de las pelis americanas con los esclavos negros a los que mataban a latigazos, pero aún eso no parece que fuera algo muy común. Como ya digo los patrones debían cuidar bien "su mercancía".
4- En Grecia, los esclavos podian tener a su vez esclavos trabajando para ellos...
Lo que esta claro es que la revolucion industrial ha traido esto, bajo la premisa de que tenemos a nuestro alcance un sinfin de aparatos que nos han hacen la vida mas facil, tenemos cada vez que trabajar mas horas para poderlos mantener.
Un problema muchisimo mayor que pasa desapercibido ahora, resulta que las parejas jovenes que tienen hijos, dejan al cuidado de sus hijos a sus padres (los abuelos) por que estos ya estan jubilidados y ellos trabajan muchas horas al dia.
Ahora que han subido la edad de jubilacion y que cada vez se trabajan mas horas por menos dinero, ¿a quien dejaran a cargo los hijos de sus hijos? Por que seguramente los abuelos tengan que seguir trabajando...
LA TRAMPA DEL FEMINISMO : DIRIGIDO DIRECTAMENTE POR LAS ELITES:
LEER SOBRE TODO LA 2ª y 3ª COLUMNA
5- La universidad se ha convertido en una FP de 4 años y ha dejado de servir para lo que se instituyó.
6 - ¿No te parece curioso que se mantenga el mismo número de horas que en 1926? ¿Puedes creer que las increíbles máquinas y la bendita Ciencia no hayan liberado -¡ni si quiera un poquito!- en 100 años de esa esclavitud, que es el trabajo, al hombre? ¿Cómo puede ser que los bosquimanos trabajen la mitad que nosotros si viven en la pre-Historia?
http://www.meneame.net/story/trabajamos-mas-horas-esclavo-romano-antonio-fornes#c-4
En Hungría la extrema derecha que gobierna, ya está acondicionando campos de trabajo para llenarlos de parados. En Inglaterra sin ir tan lejos, pero en la misma acera, ya salen a la luz múltiples casos en donde se utilizan parados y paradas para limpiar casas y oficinas de empresas de forma gratuita, o en supermercados.
En España se está tramitando la forma para que los parados realicen actividades sociales, como si fueran culpables de algo, como si debieran algo.
En Grecia ya se habla de la generación de los 400 euros, pero según los empresarios seguro que esta situación se debe a que no se esfuerzan demasiado. Los trabajadores españoles se encuentran colapsados de información en el trabajo y también fuera de él. Un 64% de los españoles asegura que recibe llamadas telefónicas o correos electrónicos fuera de su horario de trabajo, lo que supone la cifra más alta de Europa, solo superada por Grecia (66%).
huelga de consumo - 29m
No adquirir ningún tipo de bien, producto o servicio con el objetivo de paralizar gran parte del sistema productivo, grandes empresas, bancos, multinacionales y presionar a los gobernantes". Implica, también, consumir la mínima cantidad de electricidad y agua, desplazarse con transporte compartido, evitar el consumo telefónico, el uso de tarjetas, no comprar en grandes almacenes, centros comerciales, supermercados, bancos ni gasolineras.
http://info.nodo50.org/Huelga-de-consumo-29M.html
http://info.nodo50.org/Huelga-de-consumo-29M.html
todos sabemos que la especulación de los ricos es la causa y origen de la degeneración de la vida, pero asumimos como piojos resucitados, que te tienes que joder más, cuanto más débil eres. Si levantas la voz, reaccionan y el miedo es su mejor escudero. El calcetín del capitalismo se ha estirado tanto que ha terminado por abarcar cualquier espacio físico en el globo terráqueo. Ahora se da la vuelta y pone especial atención en el plano mental, en comernos el cerebro.
El Neoesclavismo que nos anuncian los empresarios, las expectativas y la cada vez más cruda realidad, vuelve a sus orígenes pero junto con los restos de todo el recorrido histórico. Nos dijeron que con el trabajo tendríamos garantías de vida, aunque el trabajo que nos daban era lo contrario a la vida. Los hombres de más de 40 años ya no podían seguir en su puesto, decía Henry Ford.
Ahora el trabajo no está garantizado y tampoco garantiza nada si se tiene. Así de a poco, nos vamos perdiendo en un bucle siempre más miserable cuanto más tiempo pasa. Así, hasta acabar normalizando que eres libre de gozar de la precariedad absoluta, al tiempo que no se recibe siquiera la manutención del esclavo.
Yo me pregunto si no sería mejor tomar nota de Cornelius Castoriadis, y pensar que
"si la Democracia es tan buena, ¿por qué no la aplicamos a la empresa y la economía?"
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Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna "Dominio Público" en el diario PÚBLICO,
7 de noviembre de 2013
Este artículo analiza la necesidad de reducir el tiempo de trabajo como parte de las políticas de creación de empleo, así como componente importante de las políticas familiares y culturales del país.
Una medida que ha sido propuesta para disminuir el elevado desempleo es la de compartir el tiempo de trabajo de manera que cada trabajador trabaje menos horas por día, necesitándose así un número mayor de puestos de trabajo para realizar la misma tarea. Esta medida ya se ha experimentado ampliamente en varios países, como en Alemania, y en varias empresas (como varias cooperativas del País Vasco), evitando el despido masivo de trabajadores cuando la necesidad de producción disminuye como consecuencia de la reducción de la demanda de los productos producidos.
Una de las causas de que no se haya implantado con mayor intensidad esta medida es el enorme dominio que la patronal, y muy en especial la gran patronal, tiene en los centros de trabajo. Una de las causas de la resistencia a compartir el trabajo es que el empresario quiere evitar los costes de formación de nuevos trabajadores, prefiriendo retener a los que ya tiene y conoce, adaptando el tiempo de trabajo a sus necesidades de producción. La gran flexibilidad del mercado de trabajo en España, muy favorable para el empresario, explica que este prefiera la reducción del número de trabajadores cuando baja la producción y aumentar las horas extra del trabajador que permanece en la empresa cuando aumenta la demanda de sus productos, y por lo tanto, la necesidad de que aumente la producción.
Es interesante subrayar que el trabajador puede también ser reacio a compartir el tiempo de trabajo si ello significa que sufrirá una reducción del salario. De ahí que en varios países, como en Alemania, el gobierno permita el acceso a fondos públicos (por regla general, del seguro de desempleo) para complementar esa reducción salarial, manteniendo así su nivel de ingresos. Para el Estado es más económico hacer este subsidio complementario al trabajador que ve reducido su salario al disminuir el tiempo de trabajo, que pagar el seguro de desempleo completo en caso de que el trabajador dejara el trabajo.
Ahora bien, estas medidas, seguidas en momentos de gran recesión y elevado desempleo, no deberían retrasar la muy necesaria reducción del tiempo de trabajo manteniendo el nivel salarial.
Hay que darse cuenta de que el día laboral de ocho horas no ha cambiado desde el siglo XIX, cuando se consiguió por primera vez reducir el tiempo de trabajo diario a este número de horas. Es importante subrayar que los mismos economistas neoliberales (de los cuales hay una gran densidad en los fórums mediáticos del país) que se alarman de que la edad de jubilación no haya variado desde hace algo más de noventa años (desde 1919, con el Retiro Obrero Obligatorio, hasta 2012), deseando que se retrase la jubilación, no dicen ni pío sobre el horario laboral, que no ha variado desde el siglo XIX. En realidad, la productividad se ha incrementado enormemente, permitiendo que el PIB español sea 24 veces más grande ahora que en 1900. En cambio, los salarios no han cambiado en la misma proporción. Y el horario laboral tampoco.
Esta falta de cambio del horario laboral frente al enorme aumento de la productividad es un indicador del enorme poder del mundo empresarial. En realidad, John Maynard Keynes había predicho que en 2030 la gente trabajaría solo 15 horas a la semana ("Economic Possibilities for our Grandchildren", citado en "Work-Time Reduction: Possibilities and Problems", de Herbert J. Gans), predicción que hizo basándose en su estimación del crecimiento de la productividad. Ahora bien, lo que estamos viendo es precisamente lo contrario. La reducción del tiempo de trabajo se está haciendo a costa de la reducción del salario y del crecimiento del pluriempleo para sostener el nivel de ingresos. Ello ocurre como consecuencia de la debilidad del mundo del trabajo.
Esta situación está deteriorando la calidad de vida y bienestar de la población, así como debilitando la economía al reducir la demanda, y con ello el estímulo económico (ver mi artículo "Bajar salarios no es bueno". Público 01.11.13).
La lucha para reducir el tiempo de trabajo sin reducción salarial es clave para mantener y enriquecer el bienestar de la población y la eficiencia del sistema económico. Debería ser parte de la política familiar de un país para permitir un mayor tiempo de los padres con sus hijos. Y también debería ser parte de la política cultural del país facilitar y estimular la educación y formación (como intentaron tradicionalmente las casas del pueblo y cooperativas obreras) para instruir a la población, oponiéndose, a la vez, a los sistemas culturales televisivos que promueven la mediocridad como mecanismo de escape y parte de la campaña para idiotizar a la población sin ningún intento de enriquecimiento cultural. Para alcanzar estas medidas se requiere un mayor intervencionismo estatal que favorezca las políticas enumeradas anteriormente. Pero ello requiere un giro de 180º de las políticas públicas neoliberales que todavía hoy dominan los gobiernos.
LAS BASES DE LA SALUD - 2 ENFOQUES COMPLEMENTARIOS:
En cuanto a los llamados "estilos de vida" puede decirse que hoy en día alrededor de tres cuartas partes de la humanidad no dispone de la opción de elegir libremente comportamientos relacionados con la salud como llevar una alimentación adecuada, vivir en un ambiente saludable, o tener un trabajo gratificante no nocivo para la salud.
Así pues, la salud no la elige quien quiere sino quien puede [Benach y Muntaner, 2005;Benach y Muntaner, Sin Permiso 2011]. Sin embargo, los gobiernos de la gran mayoría de países continúan "inundando" a sus poblaciones con recomendaciones relativas a los "estilos de vida". Algunos de los ejemplos que podemos seleccionar entre las recomendaciones que se hacen en la mayoría de países son las siguientes:
Hace una década, David Gordon, un epidemiólogo social crítico, redactó una lista de recomendaciones alternativas a las anteriores. Algunos ejemplos de su lista alternativa son los siguientes:
Con esa lista, Gordon quiso reivindicar el contenido "culpabilizador de la víctima" que tienen las recomendaciones centradas en los "estilos de vida" así como la necesidad de enfatizar la importancia de los determinantes sociales de la salud, ya que éstos influyen decisivamente en la producción de estilos de vida saludables que a su vez producirán buena salud [Gordon, 1999].
Trabajar sin cobrar en el Reino Unido
El Reino Unido fuerza a jóvenes parados a trabajar sin cobrar para no perder el subsidio
Los afectados trabajan hasta dos meses en importantes cadenas de supermercados como Tesco, Poundland y Sainsbury's sin recibir sueldo alguno y sin garantías de que, tras este periodo, serán contratados.
El programa de aprendizaje laboral del Gobierno conservador de David Cameron establece que los jóvenes parados pueden trabajar hasta ocho semanas sin que su empleador esté obligado a pagarles el salario mínimo.
El Departamento de Empleo y Pensiones ha explicado que los parados que "expresan interés" por una oferta del programa de aprendizaje laboral deben seguir trabajando sin sueldo tras un periodo de prueba de una semana. En caso contrario, se quedan sin subsidio.
Semana laboral de hasta 30 horas
Los jóvenes con que ha hablado The Guardian explican que hacen jornadas de hasta 30 horas semanales, realizan las mismas tareas que los trabajadores asalariados y han de estar disponibles desde las nueve de la mañana hasta las diez de la noche. nov. 2011
El programa de aprendizaje laboral del Gobierno conservador de David Cameron establece que los jóvenes parados pueden trabajar hasta ocho semanas sin que su empleador esté obligado a pagarles el salario mínimo.
El Departamento de Empleo y Pensiones ha explicado que los parados que "expresan interés" por una oferta del programa de aprendizaje laboral deben seguir trabajando sin sueldo tras un periodo de prueba de una semana. En caso contrario, se quedan sin subsidio.
Semana laboral de hasta 30 horas
Los jóvenes con que ha hablado The Guardian explican que hacen jornadas de hasta 30 horas semanales, realizan las mismas tareas que los trabajadores asalariados y han de estar disponibles desde las nueve de la mañana hasta las diez de la noche. nov. 2011
El trabajo físico constituye un contacto específico con la belleza del mundo e, incluso, en sus mejores momentos, un contacto de tal plenitud que ningún equivalente puede hallarse en otro lugar.
El artista, el científico, el pensador, el contemplativo deben, para poder realmente admirar el universo, penetrar esta película de irrealidad que lo cubre y que hace de él, para casi todos los hombres, en casi todos los momentos de la vida, un sueño o una decoración teatral. Deben, pero casi nunca pueden.
Aquél cuyos miembros se encuentran quebrados por el esfuerzo de una jornada de trabajo --es decir, una jornada durante la cual se ha visto sometido a la materia-- lleva en su carne, como una espina, la realidad del universo. La dificultad para él consiste en mirar y en amar; si lo logra, ama lo real.
(Attente de Dieu, Ed. Fayard, 1996, Collection du "Livre de Ville", p.161.)
La inflexible necesidad, la miseria, la angustia, el peso aplastante de la necesidad y del trabajo que agota, la crueldad, las torturas, la muerte violenta, la fuerza, el terror, las enfermedades --todo eso, es el amor divino. Es Dios quien por amor se retira de nosotros con el fin de que podamos amarle. Puesto que si nos viéramos expuestos a la irradiación directa de su amor, sin la protección del espacio, del tiempo, de la materia, seríamos evaporados como el agua al sol --no habría suficiente yo en nosotros para poder amar, para abandonar el yo por amor. La necesidad es la pantalla colocada entre Dios y nosotros para que podamos ser.
A nosotros nos toca traspasar esa pantalla para dejar de ser. No la traspasaremos jamás si no sabemos que Dios se encuentra a una distancia infinita más allá, y que en Dios solo es que reside el bien. (C.III,, p.13.)
El gran dolor del trabajo manual es que se ve uno obligado a esforzarse durante tan largas horas simplemente para existir.
El esclavo es aquél a quien ningún bien es propuesto como fin de sus cansancios fuera de la simple existencia.
Tiene entonces o que hacerse desapegado o caer en el nivel vegetativo. [...]
El desapego consiste en hacer todo lo que uno hace, no en vista de un bien, sino por necesidad, y en tomar únicamente el bien como objeto de la atención.
El hombre que vive por su ciudad, su familia, sus amigos, para enriquecerse, para mejorar su situación social... una guerra; es tomado como esclavo; y a partir de entonces, para siempre, tiene que agotarse hasta el límite de sus fuerzas, desde la mañana hasta la tarde, simplemente existir. [...]
Los momentos cuando se ve uno forzado a contemplar la simple existencia como fin único, he ahí el horror total, sin mezcla. Es el horror de la situación del condenado a muerte que el mismo Cristo resintió. (Ibid., pp.183-184.)
El materialismo ateo es necesariamente revolucionario puesto que, para orientarse hacia un bien absoluto aquí abajo, hay que ponerlo en el futuro. Se necesita entonces, para que el ímpetu sea completo, un mediador entre la perfección por venir y el presente. Este mediador es el jefe. Lenin etc... Es infalible porque es perfectamente puro; al pasar por él, el mal se convierte en bien... Ya Luis XIV, Napoleón, eran mediadores entre el presente y el futuro.
Son los mediadores del mal. (Ibid., p.201.)
Palabras de un viejo brujo esquimal cazador de renos: "Toda verdadera sabiduría no se encuentra sino lejos de los hombres, en la vasta soledad". No puede ser alcanzada sino mediante el sufrimiento y las privaciones. El sufrimiento es la única cosa que revela a un hombre lo que permanece escondido a los demás.
Estamos encadenados en la sociedad. La sociedad es la caverna. La salida es la soledad. (Ibid., p.231.)
La relación pertenece al espíritu solitario. Ninguna muchedumbre concibe la relación. (Ibid., p.234.)
Los obreros necesitan de la poesía más aún de lo que necesitan el pan. Necesidad de una luz de eternidad.
Sólo la religión puede ser fuente de esta poesía.
No es la religión, sino la revolución, lo que es opio del pueblo.
La falta de esta poesía explica todas las formas de desmoralización.
Pero la orientación de la atención hacia Dios tiene que ser sostenida por medio de intermediarios. Aun en una iglesia, a donde se va para eso. Cuánto más en el trabajo.
No fabricarlos. Encontrarlos escritos en la naturaleza de las cosas, puesto que ahí están de forma providencial. [...]
La esclavitud, es el trabajo desprovisto de luz de eternidad, sin poesía, sin religión. Era ésa la gran desgracia de los esclavos del Imperio romano.
Que la luz eterna provea, no una razón de vivir y de trabajar, sino una plenitud que dispense de buscar esta razón.
A falta de esto, los únicos estimulantes son la sujeción y la ganancia. La sujeción, lo cual implica la opresión del pueblo. La ganancia, lo cual implica la corrupción del pueblo. (Ibid., p.238.)
Estudios y fe. La oración al no ser sino atención bajo su forma pura y, los estudios, al constituir una gimnástica de la atención, cada ejercicio escolar debe ser una refracción de vida espiritual. Pero a condición de un método. Cierta forma de hacer una versión latina, cierto modo de hacer un problema de geometría, y no cualquier forma, constituyen una gimnástica de la atención propia para hacerla más apta a la oración. [...]
El cansancio del trabajo paraliza las facultades discursivas, no así la contemplación. Sólo que hacen falta intermediarios que sean algo distinto de las facultades discursivas. (C.III, p.239.)
Al igual que el poder, el dinero es puro medio. Tiene por único valor la posibilidad de procurarse cosas. Nuestro bien supremo, nuestro fin...
El puro medio es un ersatz del fin absoluto a causa de su generalidad.
De ahí la comparación del reino de los cielos y de la perla.
El dinero es una imagen. (Ibid., p.244.)
Mala unión de contrarios. El imperialismo obrero desarrollado por el marxismo. Proverbios latinos sobre la insolencia de los esclavos recientemente liberados. La insolencia y el servilismo se agravan mutuamente. [...]
La mala unión de los contrarios, mala porque es mentirosa, es aquélla que se hace sobre el plan donde se encuentran los contrarios. La unión auténtica está sobre un plan superior. (Ibid., p.247.)
La verdad sola destruye el mal que hay en nosotros, pero sólo a condición de que sea pensado como tal. Pero es destructora lenta. Hay que ser paciente e impaciente para apurar la destrucción.[1] (Ibid., p.252.)
... Las gallinas matan a la gallina herida. Es una ley de lo sobrenatural. Pero aquél que tiene acceso al mundo sobrenatural no está sumiso a esta ley en el ámbito de la naturaleza. [...]
La creación es un acto de amor y es perpetua. A cada instante nuestra existencia es amor de Dios por nosotros. Pero Dios no puede amarse sino a sí mismo. Su amor por nosotros es amor de sí a través de nosotros. Así pues, el que nos ha dado el ser, ama en nosotros el consentimiento de no ser. Si este consentimiento es virtual, él nos ama virtualmente.
Nuestra existencia no es otra cosa sino su voluntad que consintamos a no existir.
Perpetuamente nos mendiga nuestra existencia que él nos da. Nos la da para mendigárnosla. (Ibid., p.260.)
[1] A continuación S.W., expone la doctrina escondida en el Timeo ("en pasajes expresamente dispersos", dice) referente a la simiente: "El alma inmortal está en la cabeza..."
Comentario de un lector:
"realmente el trabajo mas que un derecho es una maldicion , y el dinero , el oro y los tesoros al final te acaban encadenando porque temes perderlos en este mundo de ladrones, estafadores, banqueros, politicos y artistas, simulantes y cuentistas y porque interiormente sabes que deberias renunciar a esas riquezas maldigo el dia en qeu acepte el yugo del trabajo, ojala hubiera sabido en aquella hora que los politicos y banqueros vacian las arcas ciclicamente para comenzar nuevos ciclos de engorde de los borregos que libremente elegimos la servidumbre"