- Hagamos una analogía entre la humanidad como oruga a punto de convertirse en mariposa y el Planeta Tierra como planta a punto de florecer.
- Dicha analogía ayuda a comprender el principio de correspondencia, una de las cinco relaciones primordiales de la naturaleza la cual dice "Como es Arriba, es Abajo"
- El «Arriba» constituye el ciclo de precesión de los equinoccios, el cual dura aproximadamente 25.000 años y en el que se definen las fases evolutivas de la humanidad: Edad de Oro, Edad de Plata, Edad de Bronce, Edad de Hierro, Edad del Héroe.
- El «Abajo» es el ciclo de vida de una mariposa, con sus cuatro fases bien definidas de huevo (Edad de Bronce), larva u oruga (Edad de Hierro), pupa o metamorfosis (Edad del Héroe), e imago o mariposa, teniendo la fase de imago dos instantes: antes de la fecundación (Edad de Oro) y después de la fecundación (Edad de Plata).
Nuestro verdadero potencial
Si dispusiéramos de un lenguaje para expresar nuestro verdadero potencial, podríamos redefinir quienes somos para convertirnos en aquel quien realmente queremos ser. Hay quienes dicen que ese lenguaje está en nuestro ADN, pero el ADN son meras instrucciones con las que construirnos un cuerpo y nosotros somos mucho más que el cuerpo físico.
Imagínate si pudiéramos concebir un lenguaje para instruir no al cuerpo sino a la mente. Antes de introducirte el mencionado lenguaje, permíteme que te exprese cual considero constituye nuestro potencial y lo haré por medio de una analogía.
Somos una oruga a punto de convertirnos en mariposa
Como muy bien sabemos las orugas se agarran a las hojas con sus diminutas patitas, devorándolas como si no hubiera un mañana. Lo hacen sin ser conscientes que su destino es convertirse en mariposas. Sin percatarse que un día emprenderán el vuelo, para volar de flor en flor succionando su néctar.
La humanidad es como una oruga arrastrándose sobre una hoja que llamamos Planeta Tierra, en una planta llamada Sistema Solar, una de muchas en un jardín de flores llamado Vía Láctea.
Desde el momento en el que dicha oruga rompió el cascarón, hace ahora cinco mil años, solo ha albergado un deseo: comer para crecer.
Nuestra madre depositó los huevos durante el ciclo previo. Ella fue la humanidad que nos precedió y de la cual recordamos poco. En nuestra memoria colectiva tan solo queda el recuerdo de nombres como Lemuria o Atlantis, junto con construcciones de piedra cuyo verdadero propósito es aun un misterio.
Aquellas culturas cuya memoria no sufrió una especie de amnesia colectiva, como los hopies, incas o toltecas, nos hablan de cuatro o cinco humanidades previas, dependiendo de a quien preguntemos. Yo creo que somos mucho más antiguos, habiendo vivido ese ciclo un número incontable de veces.
Pero recuperemos la analogía. La obsesión de la oruga por crecer es tal que todas sus células están ocupadas en digerir el alimento y multiplicarse. Bien, todas menos aquellas a las que los biólogos llaman «imaginales».
Al principio son pocas y viven aisladas. Sin una función concreta que llevar a cabo, se dice de ellas que están desactivadas. Pero cuando parece que la oruga expoliadora no posee otro propósito en la vida que seguir comiendo para crecer indefinidamente, las células imaginales empiezan a activarse.
Mientras que las células convencionales solo piensan en masticar hojas para convertirlas en tejidos con los que incrementar el tamaño de la oruga, las imaginales hablan de alas con las que volar, ojos con los que ver, antenas con las que comunicarse, largas patas con las que agarrarse a los pétalos de las flores, una lengua con la que succionar su néctar… Están, en definitiva, 'imaginando' una realidad distinta…
El sistema inmunológico de la oruga, al detectar el deseo de las células imaginales de manifestar una realidad diferente a la del crecimiento desenfrenado de su anfitrión, no las reconocen como propias y empiezan a atacarlas.
Ello las lleva a agruparse en pequeñas colonias. Aquellas que hablan de alas se congregan en un lugar. Aquellas que hablan de antenas en otro. Y lo mismo sucede con las restantes.
Los 13 numerales
EL UNIVERSO DANZA al compás de los ciclos y las diversas culturas del Anáhuac, como la olmeca, maya, mexica, zapoteca, hopi o apache, fueron expertos en computarlos. Ellos observaron cómo el ciclo solar es de aproximadamente 364 días (13x28); que Mercurio alcanza el punto más cercano a la Tierra cada 117 días (13x9); que Venus nos besa cada 584 días (13x45) y que Marte se coloca en su posición opuesta al Sol cada 780 días (13x60). Todos dichos ciclos, llamados sinódicos, son divisibles entre 13, un número primo. De ahí que su semana tuviera 13 días.
Trece también son las constelaciones de su zodiaco. ¿Porqué? El ecuador solar completa una vuelta cada poco más de 25 días, pero dado que la Tierra también se habrá desplazado en relación al Sol, observada desde la Tierra esa rotación dura aproximadamente 28 días. Así, al multiplicar 13 por 28 obtenemos 364. Y si con cada rotación del ecuador solar trazáramos una línea imaginaria entre nosotros y el Sol, obtendríamos una división de la eclíptica en trece partes iguales.
De ahí que el zodiaco maya contenga 13 constelaciones. Ellos llaman Tzab-ek (Cola de Cascabel) a la primera de tales constelaciones. Nosotros la llamamos Las Pléyades.1 Tzab-ek es el cascabel de una serpiente que tiene su cabeza en el punto opuesto, en una zona conocida como el centro galáctico. En la astrología maya la cabeza de esa serpiente corresponde a Itzamná (la iguana), también llamada shibkay (peje lagarto). El peje lagarto es un pez con hocico de lagarto típico de la región del estado de Tabasco. Dice la tradición que no puedes visitar el paraíso sin haber comido carne de peje lagarto. Tal creencia esconde un profundo conocimiento: la ubicación de los planos energéticos superiores (el Paraíso) en el centro galáctico (peje lagarto).
Los sumerios también consideraron a las Pléyades como la primera de sus constelaciones. Así, según el compendio Babilonio del Mul Apin el transito de la Luna surca 18 constelaciones, siendo la primera Mul Mul, y que justamente corresponde a las Pléyades.2 Los Babilonios heredaron de los sumerios las mencionadas 18 constelaciones, pero redujeron su número a 12, al tener en cuenta solo aquellas por las que transitaba el Sol (constelaciones de la eclíptica). Fue entonces que la primera constelación del zodiaco pasó a ser Aries, sistema que tanto occidente com la India heredaron.
Sin embargo, desde el año 1930 la Unión Astronómica Internacional reconoce que el Sol también transita por una treceava constelación, llamada Ofiuco y ubicada entre Escorpio y Sagitario, punto en el que se encuentra el centro galáctico o cabeza de la serpiente. Y al igual que los mayas con su constelación del peje lagarto (shibkay) o la iguana (Itzamná), la constelación de Ofiuco tiene como símbolo a la serpiente.
Y es que tanto los pobladores del Anáhuac como los antiguos sumerios sabían que nuestra galaxia disponía de una región central, la cual supieron ubicar. También percibieron que las estrellas emanaban de dicho punto, con brazos que como serpientes se extendían formando un arco, y que las Pléyades estaban en una de las colas de tales serpientes, aquella más cercana a nosotros, mientras que el centro galáctico se hallaba en la posición opuesta. Son conocimientos que seguramente partían de un origen pre-diluviano común, pero que muchos acabamos olvidando.
En el antiguo Egipto, mientras el pueblo adoraba al buey y miraba hacia la constelación de Tauro, ubicada justamente al lado de las Pléyades, los sacerdotes miraban en la dirección opuesta, hacia la cabeza de la serpiente, punto en el que se encuentra el sol de nuestra galaxia. El culto al toro por parte del pueblo del antiguo Egipto se dio durante el periodo en el que el equinoccio de primavera cruzaba la constelación del toro, hace entre dos mil y cuatro mil quinientos años, durante la llamada Era de Tauro.
Observa la serpiente que aparece saliendo del tercer ojo. Ella es Uraeus.
El ciclo sagrado de 260 días
LOS ANTIGUOS POBLADORES del Anáhuac no solo dividieron su zodíaco en 13 constelaciones, sino que también vincularon dicho número a los niveles energéticos que nos llegan del Sol y a los 13 cielos de su cosmología. Y de la combinación de dichos 13 niveles energéticos con su sistema vigesimal (base 20), obtuvieron el ciclo sagrado de 260 días. Veinte se obtiene de la suma de los dedos de las manos y de los dos pies, y también son las cualidades vibratorias que según su cosmología emanan del Sol. Ellos las representaron a partir de 20 glifos, los cuales observamos, por ejemplo, en la piedra del sol, de origen mexica (azteca).
Dichos 20 glifos son agrupados en cuatro grupos de cinco, en los que cada grupo posee un elemento dominante (Tierra, Aire, Agua y Fuego), y otro elemento secundario. Tal distribución la observamos en la Cruz de Quetzalcoatl (o Kukulkan) que aparece en la imagen inferior.
Es una imagen del códice de Madrid, y en ella nos aparecen los 20 glifos con el diseño utilizado por los mayas. La imagen nos está definiendo el proceso evolutivo del alma. Dicho proceso evolutivo comienza con el elemento Tierra combinándose primero consigo mismo {1}, y después con Aire {2}, Agua {3} y Fuego {4}, para –una vez integradas todas las lecciones de ese nivel evolutivo– alcanzarse la quintaesencia, el quinto glifo del grupo a partir del cual Tierra se expresa en estado de equilibrio {5}.
De allí se saltaría al segundo grupo (aspa inferior), aquel que combina el elemento Aire con cada uno de los cuatro elementos, hasta alcanzarse nuevamente ese punto central que permite el salto hacia el siguiente estadio evolutivo y así sucesivamente hasta el glifo final llamado ahau (Sol), en el cual cerramos el ciclo al adquirir el pleno dominio de los cuatro elementos.4 Observamos la secuencia Tierra, Aire, Agua y Fuego, la cual es la misma utilizada por la astrología Occidental y Védica. Por ejemplo, a Tauro (Tierra) le sigue Géminis (Aire), Cáncer (Agua), Leo (Fuego), Virgo (Tierra), Libra (Aire) y así sucesivamente.
Dicho proceso evolutivo inicialmente se llevaba a cabo al nivel del primer numeral, de la primera octava, para con cada nueva vuelta acceder a un numeral más alto, hasta alcanzar el treceavo del último glifo (ahau) en el que la consciencia se manifiesta al nivel del Sol (20) Cósmico (13). Como resultado obtenemos trece octavas (numerales), con 20 acordes cada una (glifos), que resultan de la combinación de cuatro notas (elementos). Dicha escala celestial fue llamada tonalpoahuali por los mexicas, o tzolkin en el caso maya.5 y constituye su calendario sagrado.
Ambos, mayas y mexicas, también utilizaron dicha serie de 260 permutaciones para definir la cualidad vibratoria de cada día. Pero una cosa es la secuencia evolutiva del alma, la cual se alcanza a lo largo de muchas vidas, y otra la distribución vibratoria de los días, la cual se repite indefinidamente. Por ello, en el segundo caso la combinación entre glifo y numeral venía definida por dos ruedas, que como dos engranajes, iban girando una dentro de la otra. En la imagen inferior observamos ambas ruedas, utilizando los glifos mexicas:
Tal cantidad de días es la que media en la concepción humana, desde la fecha en la que se hubiera tenido que dar un nuevo periodo en la madre, y el momento del nacimiento del hijo. Y dado que como es arriba, es abajo, en el ciclo de 260 días los sabios del anáhuac supieron ver el máximo común divisor de los ciclos mayores, es decir, el ciclo más largo posible que los dividía sin dejar rastro. Así, mientras 13, como número primo, es el mínimo común múltiplo de los ciclos sinódicos del Sol, Mercurio, Venus y Marte; 260 es el máximo común divisor de sus ritmos conjuntos.
Por ejemplo, después de nueve ciclos sagrados de 260 días (2.340 días), Mercurio, Venus y Marte vuelvan a reencontrarse en la misma posición. El primero habrá completado 20 órbitas, el segundo cuatro y el tercero tres.
Después de 72 ciclos sagrados (18.720 días), los tres anteriores planetas coincidirán con otro ciclo: el tun o año armónico de 360 días. A dicho año se le llama armónico por ser el que media entre trece órbitas lunares o meses siderales (27.3 x 13 ≈ 355 días) y la órbita terrestre de poco más de 365 días. Los Babilonios lo utilizaron para definir los 360 grados de una circunferencia. Los incas también lo utilizaron. En ese instante habrán transcurrido 52 años armónicos, 160 años Mercurianos, 32 años Venusianos y 24 años Marcianos. Y un ciclo sagrado más tarde (260 días después) los 52 años armónicos de 360 días se habrán convertido en 52 haab o años vagos de 365 días.
Transcurridos 657 ciclos sagrados (170.820 días), los ciclos de Mercurio, Venus y Marte coinciden con los del haab o año solar vago de 365 días. Habrán transcurrido 468 años vagos. Entonces, 117 días más tarde, una vez Mercurio haya completado otra vuelta, habrán transcurrido 468 años julianos exactos (365.25 días). Será entonces que Mercurio y el Sol vuelvan a encontrarse en la misma posición.
El Fuego Nuevo
CADA AÑO, DURANTE el paso cenital de las Pléyades por la bóveda celeste, los mexicas (aztecas) celebraban el rito del Fuego Nuevo. Actualmente ello sucede hacia el 20 de noviembre, pero debido a la precesión de los equinoccios, durante aquella época las Pléyades surcaban su punto más alto del firmamento un poco antes, a la razón de un día antes por cada 72 años transcurridos.
Cada Fuego Nuevo anual tomaban una caña y cada 13 años hacían un atado de 13 cañas. Entonces, cada 52 años, una vez realizados cuatro de tales atados (13×4=52) el rito del Fuego Nuevo adquiría una especial trascendencia. Llegado dicho momento los sacerdotes destruían las imágenes de todos los templos, para evitar la idolatría. Y durante cinco días apagaban todos los fuegos del imperio, para encender un nuevo fuego con la llegada del nuevo ciclo de 52 años. De la llama de dicho fuego nuevo volvían a encender todas las hogueras, simbolizando un acto de renovación que también daba vida al Sol, para que éste brillara durante 52 años más.
Era el momento en el que dos de sus calendarios se sincronizaban, el del ciclo sagrado de 260 días y el año vago de 365 días (365 x 52 = 260 x 73). Mientras que justo 260 días antes, había sido el año armónico de 360 días el que se había sincronizado con el ciclo sagrado (360 x 52 = 72 x 260). Al sincronizarse los ciclos, tanto el año armónico como el vago volvían a empezar con la misma combinación de glifo y numeral que se había dado 52 años antes.
El milenio tolteca
OBSERVAMOS CÓMO LA semana de 13 días multiplicada por 20 nos da el ciclo sagrado de 260 días, y el mes de 18 días multiplicado por 20 nos da el año armónico de 360 días. Por lo tanto, resulta lógico esperar que el ciclo de 52 años, multiplicado por 20, también constituya otro ciclo importante. Constituye el periodo de 1040 años, también conocido como milenio tolteca. Los toltecas no fueron una etnia, sino que eran los hombres y mujeres de conocimiento. Tolteca es pues un estado de iniciación.
Dicho periodo de 1040 años corresponde al ciclo solilunar, tras el cual el Sol, la Luna y la Tierra regresan a su punto de partida. Diversas evidencias arqueológicas sugieren que transcurrido un milenio tolteca los sacerdotes destruían y abandonaban sus centros ceremoniales. Un posible ejemplo lo tenemos en el llamado colapso del periodo clásico. Así, hacia el año 850 d. C. y en el transcurso de menos de una generación, los grandes centros ceremoniales fueron inexplicablemente abandonados. Los hombres y mujeres de conocimiento que habían habitado dichos centros desde el siglo II a. C., durante 1.040 años, súbitamente se fueron, dejando sus lugares de culto huérfanos. Teotihuacan, Uaxacatún, Tikal, Yaxchilán, Bonampak y Palenque, entre otros, son los nombres de algunos de tales lugares.6 A dicho evento le siguió la decadencia del periodo postclásico, con la llegada de los mexicas (aztecas), y la posterior invasión y colonización europea y del criollismo.7
¿Cómo explicar dicho misterio? La hipótesis más plausible es que sus sabios habían identificado el ciclo de 1.040 años con el renacimiento, auge y muerte de las culturas. Ello les llevó a percatarse de que si no llevaban a cabo tal renovación de manera voluntaria, ésta les vendría impuesta por el destino. Era un sacrificio consciente que buscaba evitar el dolor causado por el colapso involuntario de un centro urbano y de la cultura ligado al mismo.
Dicha hipótesis se apoya sobretodo en el hecho de que otras culturas también definieron ciclos muy similares para el renacimiento y muerte de las culturas. Por ejemplo, los egipcios poseían la leyenda del ave Bennu, llamada Fénix por los Griegos, la cual renacía de sus cenizas cada 500 años, para entonces morir tras otros 500 años de vida y volver a renacer de nuevo, completándose un ciclo cada 1000 años. Mientras que el mundo andino posee el concepto de pachakuti, el cual simboliza un periodo de 480 años. Son 480 años dado que el sistema numérico inca era en base 40 y su año poseía 12 meses, (40 x 12 = 480). Un primer pachakuti marcaba pues la transición de la oscuridad a la luz y el siguiente de la luz a la oscuridad, completándose un ciclo cada 960 años.
Los soles
TODOS DICHOS CÁLCULOS servían para marcar un gran ciclo, el cual tanto mexicas como incas llamaron Sol, mientras que hopis y mayas llamaron mundos. Es un ciclo de 4.800 años en el caso inca, 5.000 años en el caso griego y 5.200 años en el caso del Anáhuac.
Para las culturas del Anáhuac constituía la suma de cinco ciclos solilunares, de manera que 1.040 años se convertían en 5.200. Cinco como los dedos de una mano, o del pié, o las extremidades del cuerpo humano más la cabeza. Cinco como la quinta esencia, aquella que armoniza los restantes cuatro elementos de Tierra, Aire, Agua y Fuego. Cinco como los pétalos de la flor de Venus, planeta que entra en conjunción con el Sol cinco veces cada ocho años, describiendo una flor de cinco pétalos como la que aparece en la imagen inferior. A dicha quinta esencia en el idioma nahuatl se la llamó Macuilxochitl (cinco flor).
La mencionada imagen se obtiene al trazar una linea recta entre la Tierra y Venus cada dos días durante 8 años. Yo la llamo la Flor de Venus, símbolo de la armonía y la belleza que nos transmite dicho planeta.
Para medir dichos ciclos mayores, los mayas utilizaron el calendario de cuenta larga. Constituye su calendario más conocido, si bien también fue utilizado y conocido por otras culturas del Anáhuac, algunas incluso muy anteriores a los mayas.
Según el calendario de cuenta larga, 20 años armónicos de 360 días (tun) dan un katún, el cual se compone de 7200 días. Tal es la cantidad de días que media entre dos conjunciones de Júpiter y Saturno, llamadas Grandes Conjunciones, de manera que el katún parece permitirles anticipar tal tipo de conjunciones.
La siguiente unidad del calendario de cuenta larga es el baktún, periodo que comprende 20 katunes. Y dado que transcurridas 40 conjunciones entre Júpiter y Saturno, la nueva conjunción vuelve a darse en el mismo punto de partida, dos baktunes ajustados convenientemente abarcan un periodo de 800 años, periodo tras el cual ambos planetas volvían a entrar en conjunción en el mismo punto del firmamento.
Y así como la semana consta de 13 días, el mundo de arriba de 13 cielos, y el Sol de 13 niveles vibratorios, la suma de 13 baktunes nos da 5200 años. Dicha es la cantidad de años cuando los baktunes han sido ajustados, o sino el ciclo de 13 baktunes dura poco mas de 5125 años. Sin embargo, si tenemos en cuenta que los diversos calendarios del Anáhuac eran como engranajes dentro de otros engranajes, que encajaban a la perfección, resulta lógico esperar que el calendario de cuenta larga fuera convenientemente ajustado para que 13 baktunes duraran 5.200 años, equivalente a 5 milenios toltecas, a 100 fuegos nuevos de 52 años, y a 7305 ciclos sagrados (7200 + 100 + 5).
Tal vez hayan aquellos que se pregunten ¿y porqué llamaron Sol a dicho periodo de 5.200 años? Los llamaron soles por estar vinculados a la actividad solar y es que sus calendarios no solo fueron capaces de sincronizar los ciclos de los 5 planetas visibles, o del Sol y la Luna, sino también de los ciclos de actividad solar.
Tal sugerencia sería una mera hipótesis si no fuera porque el doctor Lonnie Thompson, paleontólogo y distinguido profesor universitario por la Universidad Estatal de Ohio, nos demostró que hace 5200 años una caída de la actividad solar causó el enfriamiento global del planeta, y la entrada en un periodo más seco.
Fue dicho periodo que convirtió la sabana del norte de Africa en el actual desierto del Sahara, y forzó a muchas de sus tribus nómadas a establecerse a las orillas del río Nilo, para habitar de nuevo unas tierras y ruinas que habían quedado prácticamente deshabitadas desde el gran deshielo o diluvio con el que terminó no solo el anterior gran ciclo de precesión de 26.000 años (5200 x 5), sino también una era glacial que la ciencia occidental estima había durado poco más de 2 millones de años (80 ciclos de precesión).
En la cordillera de los Andes, el incremento del frío y mayor escasez de agua consecuencia del cambio climático de hace 5200 años parece que forzó a sus habitantes a abandonar muchas de las terrazas de cultivo construidas en las laderas de las montañas para empezar a construirlas en los valles fluviales. Eran terrazas de cultivo que habían construido después del Unu Pachacuti (Diluvio Universal) con el que se dio fin a la anterior glaciación y que en su momento les llevó a huir de las zonas bajas y los valles fluviales, para refugiarse en las montañas.
El ciclo de precesión
DE LA MISMA forma que cinco milenios toltecas nos dan un Sol de 5200 años, cinco Soles constituyen el ciclo de precesión de los equinoccios, de aproximadamente 26 mil años. Se cree que dicho ciclo se debe al vaivén del eje terrestre, el cual gira completa un giro cada dicho periodo de tiempo, como si de una peonza se tratara. Sin embargo, mucho más plausible es que se deba a la rotación del sistema solar respecto al fondo estelar.
De venir causado por el vaivén del eje terrestre, el ciclo de precesión estaría desvinculado del resto del sistema solar, siendo un movimiento que únicamente afecta a la Tierra. Pero observamos como cinco Soles completan un ciclo de precesión, y como el final de cada Sol coincide con cambios en la actividad solar, con cambios climáticos que no solo afectan a la Tierra sino también a los otros planetas.
Por ello es más plausible que el ciclo de precesión sea la rotación de esa burbuja de espacio-tiempo que llamamos sistema solar en relación al fondo estelar, una rotación que podría ser el resultado de la órbita de nuestro Sol alrededor de una estrella binaria, o simplemente porque ese es su movimiento natural, un movimiento que afecta a todo el sistema solar y que por lo tanto nos une y vincula con el Sol y con los restantes planetas.
Conclusión
POCA ES LA información que nos llega de las diversas culturas del Anáhuac como la maya. En el caso maya, por ejemplo, su saber estaba registrado en los miles de códices que Fray Diego de Landa, arzobispo de Yucatán, mando quemar en 1562 durante el Auto de fe de Mani. Las palabras de Landa fueron:
"Hallámosles gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa en que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual sentían a maravilla y les daba pena".8
Casi todos los códices fueron quemados y ahora no nos queda otra opción que tratar de inferir la sabiduría que éstos contenían. Pero al inferirla, tendemos de nuevo a proyectar la visión occidental del mundo, la misma que llevó a Europa a llamar indios a los habitantes originales del continente americano, al creerse que había encontrado una ruta de comercio alternativa hacia las Indias.
Occidente no percibe el tiempo de manera circular sino lineal. Es por ello que después del quinto Sol, el cual se afirma concluyó el 21 de diciembre del 2012, fueron muchos los que pensaron que se acababa el mundo, como si a un Sol no le siguiera otro. Otros si comprendieron que después del quinto venía el siguiente, pero a éste lo llamaron el sexto, sin percatarse que el ciclo de precesión de 26.000 años se compone de 5 soles de 5.200 años cada uno, por lo que después del quinto volvemos de nuevo al primer Sol del siguiente ciclo.
Esa misma concepción occidental también buscó eventos astronómicos que dieran significado a las fechas. Por ello, muchos quisieron ver en la fecha del 21 de diciembre del 2012 alineaciones galácticas que no existían. El plano galáctico se halla cinco grados al sur del plano de la eclíptica, por lo que el Sol nunca pasará por el centro de la galaxia, sino que lo hará 5 grados más al norte. A parte, aun estamos a 3 grados de alcanzar la vertical de su ubicación exacta, linea que el Sol cruza actualmente el 18 de diciembre de cada año. Dado que el desplazamiento del fondo celeste es de un grado cada 72 años, no cruzará dicha linea un 21 de diciembre (Solsticio) hasta dentro de dos siglos.
Y es que dicho ciclo responde sobretodo a cambios en la actividad solar. Los antiguos pobladores del Anáhuac lo sabían y por ello a dicho ciclo de 5200 años lo llamaron Sol. A cada sol lo vincularon con una humanidad y un nuevo nivel de la conciencia. Los antiguos incas también lo sabían, pues ellos también llaman soles a los periodos de aproximadamente 5 mil años. Lo supieron los antiguos griegos, como Hesíodo, quien dividió el ciclo de precesión en cinco Edades de 5 mil años. O los aborígenes australianos, quienes llaman Senderos del Soñar a los ciclos de 5 mil años, cada uno caracterizado por un sueño de la consciencia colectiva humana.
De todos ellos tenemos mucho por aprender y dicho artículo intentó ser un granito de arena más que ayude a recuperar parte de la sabiduría ancestral perdida. Una sabiduría quemada por aquellos que en su ignorancia, la despreciaron. Es la misma ignorancia que quemó la biblioteca de Alejandría, para robarle a la humanidad un pasado en el que decididamente fuimos mucho más sabios que en la actualidad. Por suerte el Sol del materialismo y la ignorancia que rigió los últimos 5 mil años justo terminó. El velo se destapa, y el nuevo Sol nos promete algo mejor, un periodo de luz y harmonía.
Lecturas complementarias:
- Los Pilares de una Nueva Era, por Marc Torra, para leer cuáles fueron los pilares sobre los que se sustentó la Era o Sol de 5200 años que justo terminó.
- Tiempo Sagrado por Marc Torra, aporta una descripción más detallada de cuales son los ciclos más importantes que existen entre el anual y el de precesión de los equinoccios (26.0000 años), y el efecto que tales ciclos tienen sobre nosotros.
- Ciclos y Eras por Marc Torra, para indagar en el conocimiento de las cinco Eras o Soles del último ciclo de precesión.
- Dinosaurios y Flores por Marc Torra, nos explica el concepto de tiempo en espiral y los grandes ciclos (aquellos superiores al de precesión de 26.000 años).
- México Despierta por Lino Ramírez y Marc Torra, para leer sobre el nuevo despertar de México.
- Dicha información sobre las Pléyades siendo el punto cero de su zodiaco me fue dada por Fidelia García, estudiosa de la civilización maya.
- A ellas le siguen: Tauro, Orion, Perseus, Auriga, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario, Piscis, Pegaso, Andromeda y Aries.
- By Aoineko at fr.wikipedia CC-BY-SA-3.0 (http://creativecommons.org/
licenses/by-sa/3.0/ ), via Wikimedia Commons - Dicha explicación se la debo a Sergio Calderón, Fidelia García y a los trabajos de Hector Calderón. Ellos también me dieron permiso para mostrar la imágen de la cruz de Quetzalcoatl con los 20 glifos mayas.
- William E. Gates acuchó el nombre de tzolkin del idioma quiché ch'ol q'iij, y que significa 'el orden de los días'.
- León Portilla, Miguel. "La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes", FCE, México, 1956.
- Para indagar más sobre dicho periodo se recomiendan las obras de Guillermo Marin, disponibles en http://www.toltecayotl.org
- de Landa, Fray Diego "Relación de las cosas de Yucatán".
- See more at: https://mastay.info/es/2013/
LA VERSIÓN OFICIAL de la historia afirma que hace 20 mil años aún vivíamos de la caza y la recolección. Dice que los primeros centros urbanos no nacieron hasta hace entre 5 y 10 mil años. En cambio otros hablan de Atlantis o Lemuria, como si en esa época el mundo estuviera dividido en dos naciones, una en medio del océano atlántico (Atlantis) y la otra en el Pacífico (Lemuria). Constituyen dos interpretaciones extremas del pasado, y como suele suceder, la verdad debe estar en un punto intermedio entre ambas.
25 mil años atrás: Edad Dorada
Así, según mi parecer, durante la anterior Edad dorada, vivíamos en ciudades-estado, y aquéllos que no estaban organizados de tal manera, lo hacían en comunidades tribales. Eran ciudades que todo y conservar su independencia, formaban una red. Ciudades que se solidarizaban y ayudaban las unas a las otras al más puro estilo acuario. Ello sucedió durante la anterior Era de Acuario, hace 25 mil años. Por aquel entonces aun estábamos inmersos en un periodo glacial.
La gran mayoría de las ciudades-estado estaban ubicadas junto al mar, por las siguientes razones:
- Por encontrarnos en un periodo glacial, hacía más frío a altas latitudes y altitudes, mientras que las temperaturas cerca de los trópicos y al nivel del mar eran muy parecidas a las actuales. De ahí que el clima cerca del mar fuera mucho más agradable.
- A parte, el nivel de las aguas se había mantenido relativamente estable durante miles de años. Tal estabilidad ha causado que la antigua linea de costa aún sea apreciable desde cualquier foto satélite. En dichas fotos observamos una franja azul celeste, ubicada entre el azul marino de las mayores profundidades y la linea de costa actual. Tal franja señala el área que no estuvo sumergida durante los más de dos millones de años que se dice duró la glaciación. La erosión causada por el mar durante esos dos millones de años dio profundidad a la franja azul marino. Mientras, la escasa erosión sufrida durante los últimos 10 a 15 mil años hace que las tierras recientemente sumergidas sean aún poco profundas.
- En tercer lugar, el mar constituye una importante fuente de alimento.
- Y finalmente, el océano permite la movilidad utilizando la energía del viento, sin necesidad de construir infraestructura especial como carreteras, ni de utilizar la rueda.
20 mil años atrás: Declive
Pero vivir en zonas costeras hizo que la población fuera mucho más vulnerable a un eventual incremento en el nivel de las aguas. Aparte, quienes no vivían en la costa lo hacían en los grandes valles fluviales, los cuales también quedaron inundados al derretirse los glaciares que alimentaban los ríos. Por ello, cuando hace 20 mil años se alcanzó el último máximo glacial y el hielo empezó a derretirse y el nivel del mar a ascender, la población del momento intuyó que se acababa de producir un cambio de tendencia y que algo terrible se estaba gestando.
Las ciudades-estado del momento debieron entrar en declive. La población seguramente empezó a desplazarse, buscando nuevas tierras que ocupar en las zonas más altas. Ello creó tensiones que causaron el regreso de los conflictos bélicos, los cuales habían estado ausentes durante la Edad dorada. Las ciudades-estado empezaron a luchar entre sí, o se agruparon constituyendo naciones, para declarar la guerra a un tercero. Dejaron de gobernar los sabios, quienes lo hacen con el ejemplo, por medio del llamado gobierno magisterial, y empezaron a aparecer líderes más autocráticos, que acabaron por dar el mando a sus descendientes, muchos de ellos ineptos. Cinco mil años después, al final de esa Era, el mapa político del mundo había cambiado totalmente. Cuando se habla de Atlantis, seguramente se esté haciendo referencia a una de las naciones que surgieron de la agrupación de varias ciudades – estado.
15 mil años atrás: Era del Diluvio
Entonces, hace unos 15 mil años, se inició la Era del Diluvio, con su inestabilidad climática aún más acusada, el deshielo acelerado y, tal vez, fenómenos sísmicos de importancia. Los periodos de rápido deshielo anegaron los valles e incrementaron súbitamente el nivel de las aguas, sumergiendo aún más las zonas costeras. Por entonces ya poco quedaba de aquella Edad dorada. Las escasas ciudades–estado ubicadas lejos de la costa y en tierras que tampoco quedaron anegadas por los ríos, sufrieron el acoso de los refugiados, por lo que éstas fueron destruidas por verdaderos maremotos humanos.
Leyendas de la India nos cuentan cómo Manu, con siete sabios, tomó muestras de semillas y se refugió en las altas montañas del Himalaya. Las leyendas griegas nos narran como Deucalión y Pirra también lograron escapar, para continuar la civilización griega en otra parte. Las leyendas inkas nos explican cómo Manco Cápac y Mama Ocllo fueron enviados por el Padre Sol para sacar a los supervivientes del diluvio del estado de penuria en el que habían quedado. La Biblia nos habla de Noé. Leyendas sumerias nos hablan de Ziusura. Leyendas chinas lo hacen de Yu el Grande, hijo de Gun, quien construyó diques para protegerse de la subida de los ríos. Muchos son los relatos y las culturas que nos narran sucesos similares.
10 mil años atrás: Revolución Neolítica
Los que sobrevivieron se refugiaron donde pudieron para, regresada la calma, iniciar la cuarta Era, aquélla que ha sido interpretada por los historiadores como la revolución neolítica. Tal revolución no hubiera sido posible de no ser por las semillas y conocimientos que aún se conservaban. Es decir, muchos cultivos reaparecen de forma súbita, hace unos 10 mil años, sin que sea apreciable una linea evolutiva clara desde su forma silvestre a la domesticada1
. Y muchos conocimientos, tanto artesanales como arquitectónicos, también aparecen de la misma manera.
Mientras tanto, en los Andes…
Algunos de los supervivientes se refugiaron en las altas cordilleras de los Andes. A juzgar por las leyendas, éstos se establecieron primero en la zona del lago Titicaca, si bien se desconoce su punto de origen anterior. Tal vez procedieran de aquella franja del continente sudamericano que había quedado hundida bajo las aguas. Tal vez lo hicieran de los valles fluviales bajos, que todo y no quedar cubiertos por el mar, si fueron inundados por el deshielo de los glaciares andinos. O, tal vez, lo hicieran de tierras más lejanas.
Lo que si parece seguro es que eran iniciados que habían conservado algunos de los conocimientos alcanzados durante la anterior Edad dorada. Por ello, conscientes de que 10 mil años después, de ellos sólo quedaría el recuerdo de las piedras, construyeron lugares como Sacsauhuaman para dejar testimonio de su existencia.
Durante las dos Eras siguientes, la zona Andina experimentó la alternancia e inversión cíclica de culturas. Unas llegaron, otras se fueron, y si atendemos a su interpretación del tiempo en ciclos de quinientos años, es de suponer que tal fue la pauta aproximada que rigió el proceso. Sin embargo, por ser conscientes de la ley de la alternancia y la de la inversión cíclica, la cultura conquistadora en vez de destruir el mundo de la conquistada, construyó sobre sus bases. Tal reacción queda clara cuando el noveno Inca, Pachacútec, en vez de suprimir y reinventar la historia de los territorios conquistados, la respeta para incluso realzarla, cómo nos cuentan las crónicas de Pedro Sarmiento de Gamboa.
De ahí que cuando hablamos de los inkas, uno pueda estarse refiriendo únicamente a esas dos dinastías y trece gobernantes que reinaron durante el octavo pachacuti (1000 d. C. al 1500 d. C.). Pero cuando hablamos de cosmovisión inka o andina, tenemos necesariamente que hacer referencia a los 10 mil años de historia que la gestaron, para incluso ir más lejos. Ir al tiempo anterior al diluvio, hasta la última Edad dorada, posiblemente iniciada hará ahora 25 mil años.
- Un ejemplo de dicha aparición súbita de conocimiento lo tenemos en la ciudad de Çatalhöyük, al sur de la península de Anatolia.
El mundo andino tiene una mirada vertical y horizontal de la vida. Desde la visión vertical, el mundo se desarrolla en dos esferas: Uku Pacha, el mundo de abajo o de la Tierra, y Hanan Pacha, el mundo de arriba o del cosmos. De la comunión de los dos se produce una tercera (de la misma manera que de la comunión de papá y mamá se gesta un hijo), conocida con el nombre de Kay Pacha, el mundo de aquí y ahora, el fruto de la conjunción de las dos anteriores. Esto quiere decir que, para la tradición andina, no existe la idea de la trinidad, sino de la paridad y su resultante, lo cual es diferente de la separación de sí mismo en tres partes, base de la trinidad occidental (Padre, Hijo y Espíritu santo) u oriental (Brahma, Vishnu y Shiva).
Cada uno de estos submundos o esferas tiene una tarea y una misión para la vida: El Kuyay o Munay, que representa el amor, los sentimientos, los afectos, las emociones, la sensibilidad, se lleva a cabo en el Uku Pacha o en el Vientre de la Madre Tierra. El Yachay, que es el cosmocimiento (no conocimiento), la inteligencia, la sabiduría, la maestría, se lleva a cabo en el Hanan Pacha o en la Visión del Padre Cielo. De la conjunción entre ambos surge la vida sobre la superficie de la tierra, gracias a la labor de los dos submundos: la madre contenedora de vida (Pachamama) y el padre mantenedor de vida (Pachakamak).
Esta manifestación se denomina Lulay, que es el acto de laborar, de cultivar, de actuar, de movimiento, de voluntad. Este elemento no es el hacer (ruway), porque en las culturas andinas no existe el concepto de crear, sino el de recrear lo que ya está creado. El andino no se considera a sí mismo el productor o creador de algo (homo faber), sino el cultivador (talpuy) de eso que le ha sido concedido por la vida (homo maietecus). Comprende que, quien produce o crea una planta, no es el labrador o el agricultor, sino el trabajo de la lluvia, del Sol, de la tierra, del viento… y el ser humano tan solo es el impulsor de todo ello. De ahí viene el principio de que el ser humano pertenece a la tierra (culturas vitalistas), diferente a aquel que señala que la tierra le pertenece al hombre (civilización contranatural).
En el sistema civilizatorio, cuya carga conceptual (patriz) es mecanicista, se habla del homo faber bajo la concepción de que quien fabrica todo cuanto hay es el hombre y por lo tanto él es el que hace, y bajo ese criterio él puede hacer y deshacer de la naturaleza, de la materia, de los seres humanos. Y en ese sentido siempre está haciendo, y en ese hacer debe mejorar, progresar, desarrollar, para que todo esté cada vez mejor hecho. En cambio, para los pueblos andinos, que tienen una conciencia vitalista (matriz), no hay nada que hacer, pues ya todo esta hecho. Lo único que hay que hacer es guardar armonía y mantener el equilibrio con el Gran Principio Hacedor y Transformador de la Vida (Kontixi Wirakocha Pachayachachik), que es el que lo hace todo y del cual es parte el ser humano. Esto quiere decir que hay dos posibilidades para el ser humano: ponerse al servicio de la vida y seguir su cauce natural (estabilidad dinámica), o hacerlo a su manera dominando y sometiendo a la naturaleza (desarrollo ilimitado). En otras palabras, el ser humano o guarda, es decir, es guardián de todo lo que le ha sido entregado por el Gran Hacedor, que es la vida establecida y delimitada por toda la existencia en su conjunto (Vivir en Armonía y Equilibrio), o el hombre la mejora (es propietario) dentro de sus creencias de cambiar y transformar la vida (Vivir Mejor y Buen Vivir). Para ambos propósitos las tecnologías, los conocimientos y los sistemas son diferentes.
Desde una visión horizontal de la vida, ésta también se desenvuelve dentro de la paridad complementaria. Así, por ejemplo, el cerebro humano está formado por el cerebro rectilíneo y el cerebro límbico, y de esta simbiosis nace el cerebro neocórtex, el cual se encarga de complementar el razonamiento lógico (yachay) y las emociones conscientes (kuyay). Lo mismo sucede con los dos hemisferios del cerebro: la paridad entre el cerebro derecho (la percepción, la intuición) y el cerebro izquierdo (lo racional, lo analítico). En el mundo andino se prefiere hablar del lado derecho, que es el lado masculino y que tiene que ver con los pensamientos (yachay), y del lado izquierdo o femenino, que hace referencia a los sentimientos (kuyay). El equilibrio y la armonía entre ambos (co-razonamiento) hace posible una existencia ordenada y sinérgica para todos los seres de la vida y, en particular, para los seres humanos.
De igual manera, en el cuerpo humano, el Kuyay (Amor), que es la raíz, el Árbol de la Vida, se ubica desde los pies hasta el vientre, y nos conecta con la Madre Tierra, que representa el amor terrenal. Los pies y las piernas son el espacio humano que se asienta sobre la tierra, y el vientre, de donde procede la vida humana, está vinculado al vientre de la tierra, que da la vida a todos los tipos de seres sobre la tierra (lo femenino). El Yachay (Sabiduría), que son las flores y los frutos, va desde el cuello hasta la parte superior de la cabeza, y nos conecta con el padre cielo para representar la sabiduría cósmica. Es el espacio humano donde se manifiestan las reacciones, las respuestas o los resultados mentales para con la vida, desde la ignorancia o la inconsciencia hasta la sabiduría o suma-consciencia (lo masculino).
Estas dos cualidades (sentimientos y pensamientos) se combinan para manifestarse recreativamente en actos concretos y prácticos (lulay), los cuales pueden ser armónicos y equilibrados, o su contrario, de acuerdo a su nivel de amor y de sabiduría (kuyayachay). Este kuyayachay parafrasea a los griegos preclásicos (y en general a los pueblos vitales del mundo entero), que también entendieron este concepto de forma similar y lo denominaron con la palabra filosofía (filos: amor; sofia: sabiduría), es decir, el amor a la sabiduría o la sabiduría del amor. Ese es el gran misterio para los seres humanos: su entrenamiento y su formación para volver a saber amar la vida (sumakawsay), como lo hace la naturaleza y el cosmos de forma natural y habitual. El lulay (labor) sería el tronco y las ramas en el Árbol de la Vida. En el cuerpo humano va desde el ombligo-estómago hasta el corazón, que son los órganos que siempre están laborando y en gran movimiento.
Para los pueblos andinos sólo una persona en amor pleno (kuyay) y en cosmocimiento (yachay) es capaz de recrear (lulay) armoniosa y equilibradamente la vida, lo cual es el destino y desafío de los seres humanos, o su misión en este estado o expresión de vida. Y viceversa, un ser que no tiene amor y sabiduría, causa dolor y sufrimiento a la vida con sus acciones. Estos elementos podemos aplicarlos a cualquier ámbito de la vida social: economía, arte, deporte, política, familia, etc.
Entonces, el Sumakawsay (Arte de Vivir) está sostenido en dos pilares: el Kuyay Kawsay y el Yachay Kawsay, expresado o manifestado a través del Lulay Kawsay. Vivir amorosa y sabiamente permite convivir recreativamente en armonía y equilibrio con todo y entre todos. Estos son los dos principios o "mandamientos" andinos, que fueron deformados y tergiversados por los conquistadores en su trinidad del "ama shua, ama quella, ama llulla".
Sus diez mandamientos (no robarás, no matarás…) fueron sintetizados en tres (trinidad) para que sean repetidos dogmáticamente por los pueblos andinos: no robarás, no serás ocioso, no mentiras. Hábilmente tergiversaron el Vivir Amorosamente con su visión pecaminosa de no me robaras y no desearas a mi mujer ni mis cosas. El Vivir Sabiamente, con su creencia dogmática de no me mentiras y no pensaras más que en mi dios, en mi civilización, en mi ciencia. Y el Vivir Laboriosamente, con su actitud explotadora de no serás vago ni perezoso para que trabajes bien mis campos y me hagas rico. Ese fue su afán domesticador, evangelizador, civilizador con el que nos siguen instruyendo los colonizadores hasta nuestros días, pues no ha cambiado nada en esencia en estos 500 años.
En este sentido, es importante que los pueblos andinos retomen los ancestrales principios del Tawantinsuyu (Estado Inka) y los apliquen a su vida cotidiana, reemplazando ama shua, ama llulla y ama quella, impuestos por los colonizadores. Los dos principios andinos, de cuya intercomunicación surge el tercero, son en el mismo amor (shuklla kuyay), en la misma sabiduría (shuklla yachay) y en la misma labor (shuklla llankay). O también expresados de esta manera: con el mismo pensamiento (shuk yuyaylla), con el mismo corazón (shuk shunkulla) y con las mismas manos (shuk makilla). La expresión "en el mismo amor y sabiduría", se refiere a ESTAR (tiyay) conectados e imbuidos en el mismo amor total y en la misma sabiduría integral de la vida. De esta manera, expresamos y percibimos que no hay separación entre los seres humanos y los seres vegetales, animales, minerales, estrellas; que todo y todos somos y estamos hechos de lo mismo, por lo que todos somos vida o espíritu, manifestado en distintas expresiones o realidades interrelacionadas.
El sumakawsay
El sistema del Sumakawsay o del Cosmocimiento de la Vida (vitalismo) tiene muchos siglos de experiencia. Los pueblos andinos, y en general todos los pueblos del Amaruka y del mundo entero, lo conocieron y lo vivieron ya desde mucho antes de la invasión castellana, en sus versiones particulares. Se practicó especialmente en la época del matrilinaje, donde no era el hombre el bien (Adán) y la mujer el mal (Eva), y no existía la dictadura patriarcal de los padres sobre los hijos, o la democracia de unas cosmunidades sobre otras en desacuerdo. Tanto es así, que dicho sistema matriarcal actualmente se sigue practicando en ciertas cosmunidades y familias andinas, así como en algunos lugares del mundo entero, e incluso en algunas familias de "occidente". A través del encuentro (tinkuy) entre personas o cosmunidades en conflicto, se busca la resolución de los problemas a partir del común acuerdo, hasta que todos acepten y queden satisfechas sus aspiraciones mínimas.
Los propios cronistas españoles también hablaron sobre este sistema social andino. El caso más interesante es el que relata Pedro Cieza de León, quién, en su obra Crónicas del Perú y el Señorío de los Incas, detalla el alto nivel de organización social y económica logrado en casi todos sus ámbitos de vida, fruto de una comprensión e interrelación íntima con el sistema natural. Explica un sistema muy elaborado y armónico de vida, el cual admiró a los europeos que leyeron este libro y que sirvió de inspiración a otros intelectuales para proponer un sistema parecido para Europa, como sostiene el francés Louis Baoudin en su libro El imperio socialista de los Incas. Los socialistas utópicos, como Owen, entre otros, posiblemente se inspiraron en los Incas para lanzar sus teorías socialistas, y seguramente también Carlos Marx, con sus teorías comunistas, pues en sus escritos hace referencia a estas sociedades ancestrales en todo el mundo.
Convivir en Armonía o el Vitalismo tampoco fue desconocido por los europeos antiguos, pues las culturas ancestrales originarias de Europa también funcionaron en sistemas cosmunitarios holísticos, especialmente en la época del matri-patrilinaje de las sociedades solares y lunares (también llamado por Marx el comunismo primitivo), hasta su descomposición en el matriarcalismo, que a su vez conllevó la aparición del patriarcalismo (excedente en la producción). Dice Marija Gimbutas, en referencia a Europa: "Todavía vivimos bajo la influencia de esa agresiva invasión masculina, y sólo estamos iniciando el descubrimiento de la larga alineación de nuestra auténtica Herencia Europea- la cultura gylánica, no violenta y centrada en la tierra-."
Hay una serie de libros que relatan los saberes de estos mundos antiguos y cómo proponían retomarlos y recuperarlos. En la Biblia Cristiana, se habla de la concepción del paraíso perdido hasta la Edad de Oro en la mitología griega y romana. Se señala La República de Platón como el primer planteamiento literario-filosófico de una comunidad ideal. Ya hacia el Renacimiento, Tomás Moro escribe su famosa novela Utopía (1516), en la que inventa el término con el que más tarde se nombraría a la corriente del socialismo utópico. Otras utopías literarias son La ciudad del sol (1602) de Tommaso Campanella, Código de la naturaleza (1755) de Morelly, Juan Jacobo Rousseau y El contrato social (1762), Foción (1763) de Gabriel Bonnot de Mably, Chateaubriand y su libro Átala (1803).
En este sentido, después de todos los experimentos de la arrogancia patriarcal separatista y jerarquisista (esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo), se hace necesario retomar el Sistema Armónico Natural y Orgánico de la Vida (vitalismo), conocido y asimilado por los abuelos y abuelas en todos los rincones de la Allpamama o Gaia durante, como mínimo, ocho mil años, desde el surgimiento de la agricultura. "Es habitual describir a nuestros ancestros remotos (que vivieron de esa riqueza sin saquearla, como hoy hacemos) como pobres y desdichados. Se los describe sufriendo malnutrición crónica, viviendo al borde del hambre. Nada más lejos de la realidad. Al respecto, ahora, la literatura científica es abundante y contundente. M. Sahlins, La economía de la edad de piedra, ha llegado a hablar de la edad de piedra como una era de abundancia y afluencia." (Javier Medina en Suma Qamaña)
Nos "Interesa aquí comprender que las filosofías del ser, impuestas por las instituciones de occidente a lo largo y ancho del planeta en que vivimos, han cumplido con su tiempo y que ya es hora de repensar los nichos culturales, emocionales, y racionales desde los cuales nos levantamos. Las Américas han traído a la mano muchas racionalidades, muchas lógicas, muchas maneras de vivir, de sentir y de emocionarnos." (Roberto H Espoto y Sergio Holas en "El ser y el estar", incluido en Rodolfo Kusch: hacia una condición postcolonial pensada desde categorías epistemológicas situadas.)
Para ello es primordial e imprescindible comprender qué es la cosmoconciencia andina, para así poder intentar definir qué es el Sumakawsay. Acercarse desde las corrientes civilizatorias occidentales modernas de derecha o de izquierda, mercantilistas o liberales, es caer nuevamente en el mismo error de siempre: pretender adaptar o categorizar ideas de otro mundo dentro de un tercero. "Por eso resulta inadecuado y hasta absurdo tratar de acercarse a la cultura y filosofía andina desde la ideología de una «ciencia materialista»; el reduccionismo occidental no es capaz de entender la riqueza sapiencial y científica del hombre andino". (Filosofía andina, de Josef Estermann)
Esto es lo que hemos vivido durante 500 años: los conquistadores, antiguos y modernos, analizando e interpretando desde sus antojos maniqueistas del «bien y el mal», y los indianistas e indigenistas, puntualizando desde sus «buenas intenciones». "Aunque las consecuencias… ya no llevan a la extinción física, la esclavitud forzada o la exclusión formal de los derechos humanos, las estrategias de la filosofía académica contra la irrupción de lo indígena en el área del pensamiento filosófico no difieren principalmente de las argumentaciones de los primeros conquistadores." (Si el Sur fuera el Norte, de Josef Estermann)
Pretender hablar del Sumakawsay sin conocer la cosmoconciencia andina es la práctica arribista, enajenante y estereotipada de siempre. Es simplemente continuar con el atropello y el abuso de los «extirpadores de idolatrías» del pensamiento y sentimiento ancestral andino. Es la prepotencia intelectual de quienes desconocen la tradición andina y, sobre todo, de quienes no la han vivido para interiorizarla en su vientre y enraizarla en su corazón. "Uno no puede conocer realmente el pensamiento filosófico de un pueblo si nunca se ha sentado a su mesa, si no ha bailado sus danzas, si no ha sufrido con él." (Filosofía andina, de Josef Estermann).
LOS GLIFOS QUE la anciana le había mostrado hasta el momento eran el resultado de la complementariedad que se obtiene al combinar elementos distintos de la naturaleza, como el Agua con Aire o la Tierra con Fuego. Es la complementariedad de la que surge el paisaje, con el polvo que levanta el viento, la humareda que sale del volcán y el manantial que brota de entre las piedras. Es el río que fluye montaña abajo, el vapor que se transforma en nube y la nube en lluvia. Es la cueva en la que nos resguardamos y, para no olvidar que el ser humano también es creador, es la olla en la que se cuece el caldo de la vida.
Sin embargo, también existe la complementariedad entre expresiones de un mismo elemento. Ella se obtiene cuando dos almas, una en cuya personalidad abunda un elemento y la otra en quien ese mismo elemento escasea, deciden unirse para hacer algo juntos, creando vasos comunicantes que ayudan a equilibrar la expresión de ese elemento en si mismos. Así es cómo la naturaleza alcanza el estado de homeostasis, de equilibrio dinámico. Y así es también cómo las almas se reencuentran para ayudarse mutuamente a afinar sus respectivos instrumentos. El mundo andino la llama yanantin y la anciana iba a explicarle cómo lograrla.
―Me comentaste que tocabas el siku― dijo la mujer.
―Si mamá.
Siku en la lengua aimará significa «tubo que da sonido». La variante quechua es la antara. Tanto el siku como la antara son zampoñas: instrumentos compuestos de varios tubos tallados a longitud variable para así obtener las distintas notas. Mientras que sikuri es el estilo musical melodioso que se obtiene de dicho instrumento, el cual suele ir acompañado del tam tam de un bombo o tambor.
―¿Sabes por qué el siku suele ir acompañado de un bombo?―preguntó la mujer.
―No.
―Como instrumento de viento que es, nos conecta con el mundo de arriba, con el Janan Pacha. Mientras que el bombo, como instrumento de percusión, nos conecta con las entrañas de la Tierra, con el Ukhu Pacha. El primero expresa el elemento Aire. El segundo, en cambio, está vinculado al elemento Tierra.
―No sabía que los instrumentos musicales también estuvieran relacionados con los elementos―comentó la chica.
―Todo hermanita, absolutamente todo, está relacionado con los elementos. Recuerda que son las notas de esta sinfonía a la que llaman Universo.
―¿Qué instrumentos estarían pues vinculados con los otros dos elementos?
―Los de cuerda frotada, como el violín, o pulsada, como el arpa, pertenecen al elemento Agua. Mientras que los de teclado, sean de viento como el acordeón y el órgano, o de cuerda percutida como el piano, corresponden al elemento Fuego. También están relacionados con Fuego los instrumentos electrónicos.
―¿Significa eso que la melodía resultante de combinar el siku con el del bombo, mezcla Aire con Tierra?
―Si, y como es el siku lidera mientras que la percusión le sigue, a dicha melodía le corresponderá el glifo del Polvo. De ahí que un sikuri sea la música ideal para inspirarse y descubrir el significado oculto de las cosas.
―¡Hay mamá «descubrir» es el arquetipo principal del Polvo! Nunca imaginé que los glifos y sus arquetipos también fueran aplicables a la música.
―Claro que lo son. Por ejemplo, ¿qué crees que sucederá cuando el instrumento de percusión sea el que domine mientras que el de viento le siga?
―En dicho caso tendríamos Tierra dominante sobre Aire, obteniendo como resultado el glifo de la Cueva. Por ser la «introspección» el arquetipo principal de la Cueva, ¿significa eso que como combinación de instrumentos nos ayuda a emprender ese viaje interior?
―Por supuesto, hermanita. En dicho caso ya no estaremos escuchando un sikuri sino emprendiendo un viaje chamánico. Es un viaje hacia las profundidades a las cuales nos lleva el tambor batido al ritmo de cuatro veces por segundo. Una vez en ese mundo subterráneo, el sonido melodioso del siku o de una flauta como la quena nos ayuda a acceder al mundo de arriba. Y es que como muy bien sabe el chaman, para alcanzar el mundo de arriba uno debe primero adentrarse al de abajo. Es decir, a la copa del gran árbol de la vida solo se accede por sus raíces.
Esta última observación hizo que Kusi recordara la experiencia de la cueva, en la que primero la anciana la llevó a visitar el mundo de abajo. Allí tuvo que encarar el lugar más oscuro jamás visitado. Fue solo después de sentir compasión por las almas allí morando que se le abrieron las puertas del paraíso, de ese otro mundo de arriba desde el que pudo contemplar el latido del Universo en su totalidad. La anciana la sacó de sus pensamientos al comentar:
―Veo que tu siku es seguidor (arkiri).
―Si mamá, mi papá toca la ira y yo la arca.
Dicen que las mujeres aimarás tocaban el siku mientras descendían de las montañas para con él honrar a la Madre Tierra. El instrumento completo se compone de trece tubos con los que se cubren casi dos octavas de la escala musical de siete notas. Sin embargo aquel siku de trece tubos era demasiado pesado como para que pudieran cargarlo junto con sus hijos, los productos del campo y el resto de sus enseres. Fue por ello que, haciendo gala de la habilidad andina de generar complementariedades, decidieron repartirse las dos filas de caños. El resultado fueron dos variantes del mismo instrumento: el ira, que lidera, y el arca que le sigue. Las notas están perfectamente repartidas de manera que si la más baja es el Re del arca, la siguiente será un Mi del ira, seguido de un Fa sostenido del arca, un Sol del ira y así hasta un Si de la octava superior del arca, llegándose a cubrir esas casi dos octavas.
Dicha disposición de las notas en zigzag pide que el instrumento sea tocado en pareja, o de ser en grupo, que el número de iras sea equivalente al de arcas. Ello posibilita que mientras unos aspiran aire los otros toquen, de manera que la melodía nunca deje de fluir. A pesar de ello, no es fácil. Para que fluya sin interrupción se requiere un gran sentido de la sincronización. Se requiere, como dicen en aimará, jjaktasina irampi arcampi (que el ira y el arca estén en concordancia).
De pequeña Kusi solía requintear con su papá. Requintear es cuando el arca improvisa un estilo con el que acompañar al ira, el cual lidera. Así su papá iba marcando la melodía mientras ella improvisaba. Pero desde que partió de casa para ir al instituto, tuvo que contentarse con improvisar sola, componiendo melodías musicales que incluyeran solo las notas del arca.
―¿Observas hermanita cómo dicho instrumento contiene toda la sabiduría te tus ancestros quechuas y aimarás?
―¿En qué sentido mamá?
―Primero separaron aquello que era un solo instrumento musical, el siku de trece caños. Pero no lo separaron para crear dos instrumentos iguales (masintin) pues ellos saben que la unión no es el resultado de la homogeneidad sino de la heterogeneidad. Crearon dos instrumentos complementarios (yanantin) a los que llamaron ira y arca. Una vez creados, la búsqueda de la complementariedad hizo que el ira marcara el paso y el arca le siguiera.
―Si, mi papá solía marcar el paso mientras yo le seguía, pero ahora casi apenas le veo ya que paso la mayoría del año en Paucartambo―remarcó la joven.
―Seguramente hayan aquellos que piensen que aquel quien toca el arca, al ser seguidor, se está sometiendo a la voluntad del ira que marca el paso, pero ello no es así. Como muy bien sabes cuando se requintea el que marca el paso debe respetar una melodía preestablecida, mientras que aquel que le sigue puede improvisar, siempre y cuando sea dentro de los límites establecidos por la melodía. ¿Te das cuenta? El que lidera debe ceñirse a un guión, mientras que el que le sigue puede improvisar. Así se alcanza el equilibrio. ¿Pero sabrías decirme en qué se inspiraron tus ancestros para poder definir tan armoniosa relación?
―No
―En un telar. Son la urdimbre y la trama de un tejido. La urdimbre está formada por los hilos longitudinales que van fuertemente amarrados al telar. Dado que durante el proceso de tejer la urdimbre siempre está en tensión, el hilo debe ser resistente. Así aporta fortaleza al tejido por un lado, mientras que por el otro sirve de guía a la trama.
―¡Cómo el ira que guía al arca!―exclamó la joven excitada.
―Si. Y como el ira, esa misma urdimbre también se ve obligada a ceñirse a los límites definidos por el telar, ya que es a éste al que se amarra para obtener su fuerza. Mientras que la trama no debe estar tirante, sino más bien suelta para dotar a la tela de elasticidad y que así no se desgarre. De ahí que sus hilos puedan ser menos resistentes. Pero será esa misma trama la que aporte diseño y colorido al tejido. Ella es la que puede improvisar, ser creativa, colorear y comunicar, como el arca.
―Comprendo mamá.
―¿Observas cómo vuelve a repetirse el mismo equilibrio de complementariedades? Uno es más fuerte y domina, pero está sujeto a los límites definidos por algo que le es superior, la melodía en el caso del ira o el telar en el caso de la urdimbre. El otro le sigue, pero con la libertad de ser creativo. Es el arca que hace que cada melodía sea única e irrepetible o la trama, la cual aporta diseño y colorido al tejido. Así es como se alcanza la complementariedad entre el hombre y la mujer. Par el andino, un hombre sin una mujer es como un ira sin su arca o una urdimbre sin su trama. Es una canción a la que le faltan la mitad de sus notas, un conjunto de urdimbres agarradas a un telar pero sin trama que las una y coloree. Mientras que una mujer sin su complementariedad masculina es como el arca sin su ira, una trama sin su urdimbre. ¿Comprendiste?
―Si mamá. Comprendí muy bien.
―Pues de igual forma se pueden combinar los elementos consigo mismos. Pero por tratarse del mismo elemento, no podemos combinarlos cuando expresan la misma intensidad ya que de lo igual no resulta complementariedad alguna sino más de lo mismo. Debemos diferenciarlos para que sea justamente a partir de lo distinto que se alcance la tan deseada complementariedad.
―Debemos separarlos como hicieron las mujeres aimarás con el siku―dijo Kusi para que la mujer supiera que estaba siguiendo su razonamiento.
―Si. Y ello lo hacemos distinguiendo entre la abundancia y la escasez del elemento, conscientes de que los atributos que resulten de su abundancia serán complementarios a aquellos que obtengamos de su escasez. Ello llevará a aquel que posea abundancia de un elemento a buscar la complementariedad de aquel en quien el elemento escasee.
―Comprendo mamá. ¿Y cómo se manifiesta esa abundancia o escasez en los distintos elementos?
―Mañana te lo explico, que hoy ya es tarde.
La anciana sabía que Kusi solo iba a pasar dos noches más en el monte, pues después debía estar de regreso con su familia. Para la chica, partir al pastizal con las alpacas le daba la oportunidad de estar a solas y encontrarse a si misma. Ese era el segundo verano que se las llevaba a pastar y dormía fuera, con ellas. Dado que la escuela secundaria de Challabamba quedaba demasiado lejos de su comunidad como para poder viajar a ella cada día, al cumplir catorce años sus padres la dejaron ir a vivir a casa de la tía Gloria, en Paucartambo. De eso hacía casi un año y la semana próxima la chica cumpliría quince. Ya era casi toda una mujer.
Durante ese primer año en Paucartambo, alejada de su núcleo familiar, se había acostumbrado a campar a sus anchas. Al principio solía regresar a casa los fines de semana, pero durante la segunda mitad del año su atareada vida social hizo que casi cada fin de semana tuviera compromisos que la llevaran a quedarse en la capital de provincia. Por ello, ahora que había regresado a casa durante el periodo vacacional, la joven buscaba cualquier excusa para poder ganar de nuevo esa mayor autonomía de la que disfrutaba durante el periodo lectivo. Llevarse las alpacas al pastizal era la oportunidad y excusa perfecta.
La época de lluvias era un momento de bonanza. Los pastizales se teñían de verde y la hierba abundaba. Éstos solían encontrarse por encima de los 3500 metros, mientras que su comunidad estaba ubicada a menor altura. Alcanzarlos a paso de punta de alpacas le llevaba toda una jornada. Dos días caminando, uno para ir y otro para regresar, más tres días en el pastizal. Ese era el trato acordado con sus padres.
Su sueño era acabar la secundaria para entonces poder estudiar en el Cusco. Allí viviría en la casa de algún pariente. Familia no le faltaba. Su tío Ezequiel regentaba una agencia de viajes. Entre otros destinos, organizaba expediciones al Parque Nacional de Manu. El verano anterior su tío le permitió acompañarlo en una de esas expediciones y le prometió que si aprendía inglés y estudiaba turismo, podrían trabajar juntos. Sin embargo Kusi aspiraba a más. Ella no quería conformarse con recibir a aquellos que viajaban. Lo que realmente deseaba era viajar.
Cenaron algo y se fueron a dormir. Durmieron fuera por estar el suelo seco. Era una noche despejada, sin apenas nubarrones, cosa muy poco común a finales del mes de enero. Tan solo había una espesa capa de niebla que como un manto cubría la selva. Y al quedar la selva al oriente, con un poco de suerte vería amanecer el sol por encima de ese manto, sin nubarrones que se lo taparan.
Entonces se acordó de lo que una vez su tío Ezequiel le comentó: "Volar en avión te permite ver salir el sol por encima de las nubes, como cuando contemplas el alba desde Tres Cruces." Ella se hallaba a apenas unos pocos quilómetros de Tres Cruces. El lugar en el que ambas mujeres campaban les permitía contemplar una salida del sol igual de espectacular, solo que al no haber una pista de acceso por la que pudieran transitar los vehículos, tan solo los locales lo conocían. Era su pequeño secreto, accesible desde los pastizales que quedaban al oeste o desde un sendero que al este descendía a la selva.
Las leyes de pensamiento de la llamada «sociedad moderna» proceden de las civilizaciones de Fuego, tienen 2.500 años, y ya va siendo hora que las reemplacemos por otras que nos permitan recuperar el equilibrio perdido.
Un único principio
Las civilizaciones de Fuego están principalmente ubicadas al norte del trópico de Cancer, en algunas de las regiones más frías del planeta. Son tierras que durante el último periodo glaciar quedaron cubiertas por el hielo. Sus antepasados las fueron ocupando a medida que se iban retirando los glaciares. Allí encontraron una tierra sin historia, cuya impronta vibratoria fue formateada por miles de años de glaciación. Ello les dotó de un territorio virgen, sobre el que construir una sociedad sin ataduras con el pasado. Además, a causa del frío, aquellos quienes allí se aventuraron a vivir acabaron expresando el elemento Fuego en su carácter emprendedor, su constante dinamismo, el deseo de modificar un entorno que percibieron como hostil y la capacidad de previsión a medio plazo, para que no les agarrara desprevenidos el invierno. Ello les lleva a expresar la pereza no como falta de actividad, sino como acción desenfrenada para no tener que afrontar lo verdaderamente importante.
Las culturas y civilizaciones en las que abunda el elemento Fuego suelen interpretar la divinidad como dios único, generalmente solar, quien muere simbólicamente cada año en el transcurso de la noche más larga, llamada solsticio de invierno. Al morir, permanece tres días estacionario, para renacer la mañana del 25 de diciembre, cuando en nuestro astro vuelve a desplazarse, esta vez hacia el ecuador. A su dios lo llaman Señor o Padre, pues lo perciben masculino y con el amor y la autoridad paterna. Él es su comandante, aquel quien los dirige y gobierna, hecho que les lleva a mezclar constantemente su espiritualidad con la política. También lo perciben como luz, opuesta a las tinieblas, para verse ellos bajo el influjo de esa luz y percibir al otro en la oscuridad. Y a pesar de hacerlo omnipresente, consideran que su dios no puede incluir al mal, el cual tienden a proyectar en la divinidad del otro.
Esa tendencia a mezclar espiritualidad con política convirtió la búsqueda existencial de su conexión con el Todo en un acto de fe y una herramienta de dominio. Así fue cómo esa búsqueda se transformó en religión: espiritualidad organizada cuyo propósito es el de cohesionar un grupo para poder llevar a cabo una empresa conjunta. Y como su religión acabó olvidado el propósito inicial de indagar en el porqué de la vida, tuvieron que inventar un nuevo sendero de conocimiento al que llamaron ciencia. Una vez ideado, en vez de intentar que ambos senderos se complementaran, los opusieron, creando un conflicto entre ambos que aun perdura.
Aquellos que siguieron el camino de la ciencia, al principio la intentaron mantener libre de dogmas. Los dogmas son creencias consideraras como ciertas, las cuales no pueden ser puestas en duda por el grupo. También buscaron separar la ciencia de la política, así como mantenerla al margen de las fuerzas del mercado. No querían que ella acabara igual que su religión: sustentándose en actos de fe y convirtiéndose en un instrumento de poder. Pero poco a poco esa ciencia se fue haciendo cada vez más dogmática, se llenó de política, y acabó por acostarse con el dios mercado.
Al principio el mercado no era un dios, ni diosa era la ciencia, pero al haber negado el dios de su religión, acabaron colocándolos a ambos sobre un altar. Y por ser su tendencia la de creer en un único principio generador y un único principio gobernador, asignaron el primero a la ciencia y el segundo al mercado. Ello les llevó a que su ciencia afirmara la existencia de una «singularidad inicial», principio único del que todo emana y al que todo retorna. Mientras que su mercado lo creyeron regido por una «mano invisible», capaz de gobernarlo todo y de incluso trasmutar mágicamente la codicia en bondad. Fue desde ese altar que ambos engendraron a una hija, a la que llamaron Tecnología, la cual es realmente quien les gobierna.
De ahí que su fe en la ciencia no difiera mucho de aquella que antes pusieron en su religión. Y es que cuando el origen es uno y homogéneo, esa unidad pasa a ser inefable: imposible de describir mediante palabras, o de comprender a partir del intelecto. El intelecto necesita de como mínimo dos principios, para poder definir el tipo de relaciones que puedan darse entre ellos, así como sus estados de equilibrio, las formas de alcanzarlo, sus expresiones desequilibradas, y las formas de evitarlas.
En el dios mercado si identificaron dos principios, a los que llamaron demanda y oferta. Después idearon un modelo ideal de equilibrio, al que llamaron competencia perfecta, en el que muchos compiten, por lo que todos se ven obligados a vender al menor precio. A continuación dotaron de personalidad a unas entidades, inspiradas en sus compañías religiosas, cuyo propósito ya no fue el de maximizar conversos sino el de maximizar beneficios financieros. El problema es que la maximización del beneficio no se logra a partir de la competencia perfecta sino del monopolio y de la integración vertical de los mercados, por lo que esas entidades van haciéndose cada vez más grandes, devorándose las unas a las otras, así como devoran también nuestro entorno natural y el legado de nuestros hijos.
Tres leyes de pensamiento
Al disponer de un solo principio, necesitaron unas leyes de pensamiento que les permitieran razonar lo inefable para transformar así sus creencias en verdades que no necesitaran ser probadas. Las leyes de pensamiento utilizadas por las civilizaciones de Fuego son atribuidas al griego Aristóteles que rigieron el mundo coccidental durante 1800 años, hasta que fueron complentadas por el DIRCURSO DE METODO de frances RENEE DESCARTES.
A la primera la llamaron «ley de identidad», la cual considera que dos cosas constituyen una unidad cuando comparten la misma esencia.A la segunda la llamaron «ley de no contradicción», la cual nos dice que aquello que disponga de una cualidad, no puede disponer al mismo tiempo de la negación de esa cualidad.Y la tercera es la «ley de la mitad excluida», con la que niegan que algo pueda ser verdadero y falso a la vez.
Diez proposiciones dogmáticas
Dotados ya de esas tres leyes de pensamiento, el siguiente paso fue identificar diez proposiciones, para ponerse a creer en ellas, hasta considerarlas verdades, elevándolas así al rango paradignatico de conocimiento dogmático. Las diez creencias son:
1. El tiempo es lineal, con un inicio y un punto final. Ello crea la ilusión del «progreso constante», además del temor a la muerte y a un fin del mundo, el cual percibimos siempre a la vuelta de la esquina.
La contrapropuesta es un tiempo que se proyecta en espiral en presente constante , con futuro inmediato parecido al pasado distante. De ahí que, por ejemplo, la civilización andina, en la que predomina el elemento Tierra en vez de Fuego, considere que el pasado está enfrente. No lo ve enfrente por nostalgia, buscando así regresar a ese pasado. Ello suele sucederle más a aquellas culturas y civilizaciones en las que predomine el elemento Agua. Lo ve ante sus ojos pues sabe que si el futuro inmediato repite pautas de un pasado distante, mirando y recordando ese pasado podemos saber lo que nos espera en el futuro.
2. El espacio es externo, discontinuo y si substancia. Ello crea la ilusión de «objetividad», de una realidad externa a nosotros, la cual podemos estudiar sin afectarla.
La contrapropuesta es la percepción de ese espacio como interno, continuo y con substancia en contexto NOOSFERICO.
Interno significa que el espacio no nos continue sino que somos nosotros los que lo contenemos a él, perdiéndose así toda pretensión de objetividad. La física cuántica está empezando a percibirlo de dicha forma. Un ejemplo de ello sería la paradoja del Gato de Schrödinger. Si bien la interpretación clásica siga siendo la de percibir es espacio como externo al observador.
Continuo implica una interconexión entre todo, de forma que nada existe aislado del resto. De nuevo la física cuántica está empezando a percibirlo de dicha forma. Un ejemplo lo tenemos en el llamado par de Cooper, según el cual dos electrones están ligados de tal forma que cambios en uno provoca cambios instantáneos en el otro, independientemente de la distancia que medie entre ellos. Hay algo pues que los conecta y ese algo actúa de forma instantánea, conformado el entraenlaciomaiento cuántico de la realidad contextualizada.
Con substancia implica percibir el espacio como expresión sutil de materia en vez de pensar que es algo vacío. De nuevo la física cuántica lo está empezando a percibir así. Por ejemplo, cuando en el año 1921 preguntaron a Einstein que explicara su teoría de la relatividad en una frase, él contestó "Antes de anunciarse mi teoría de la relatividad, la creencia común era pensar que si removíamos todos los objetos del Universo, tiempo y espacio permanecerían inalterados. Pero, teniendo en cuenta lo postulado por la teoría, también el tiempo y el espacio nos llevaríamos si removiéramos toda la materia del Universo"1.
Y sin embargo tanto la cultura de oriente como todos los pueblos ancestrales originales siempre lo percibieron así: interno, continuo y con substancia. En las civilizaciones orientales predomina el elemento Aire, mientras que en los pobladores originales predomina Tierra, siendo ambos elementos estáticos, frente al Agua y Fuego dinámicos en interdimensionalidad de planos vibratorios.
3. La esencia de algo puede ser abstraída. Ello nos lleva a reducirlo todo a modelos, para entonces confundir el modelo con la realidad.
La contrapropuesta sería un lenguaje que describiera la naturaleza a partir de la observación y percepción en vez de hacerlo mediante la abstracción. Así es el lenguaje de los pobladores originales, en los que suelen haber una palabra para referirse a cada pequeña variación de algo, como por ejemplo cincuenta palabras para referirse a distintos tipos de hojas. Mientras que las lenguas occidentales tienden a la abstracción, con pocos sustantivos para referirse al mundo natural (e.g. hoja), la cual describen entonces mediante adjetivos que son aplicables a todo, sea natural (hoja grande), artificial (coche grande), emocional (gran amor), dimensional (gran altura), etc.
4. Lo intangible es ilusorio. Ello crea la ilusión de pensar que sólo es real lo perceptible, mientras que lo imperceptible, o lo que no veamos nosotros, es imaginario, aunque si lo vea el otro.
La contrapropuesta es dejar de dividir entre lo ilusorio y lo real, reconociendo que si la realidad es algo subjetivo, proyectando por el observador, entonces los sueños son tan reales como aquella otra realidad del estar despierto. Así es como los perciben los pobladores originales. De ahí que sus lenguas no suelan disponer de adjetivos para describir algo como irreal, imaginario, ficticio o ilusorio, por considerar que todo es real.
5. Los efectos son mecánicos y cuantificables. Ello nos lleva a interpretar el universo como una gran máquina, cuyas partes pueden ser manipuladas y cuyos resultados pueden ser medidos.
La contrapropuesta sería pasar a percibirlo todo como consciente, desde la partícula más pequeña hasta la Totalidad del universo. Así es como siempre la percibieron los pobladores originales. En cambio, la ciencia sigue analizando todo como si se tratara de una máquina y buscando la consciencia en una región concreta del cerebro. Y cuando un científico propone, por ejemplo, que nuestro planeta es un ser consciente, lo tiene que llamar hipótesis, como por ejemplo la hipótesis de Gaia, no vaya a ser que sus colegas lo consideren pseudociencia y se rían de él o ella.
6. La unión resulta de la homogeneidad. Ello nos lleva a considerar la heterogeneidad como fuente de conflicto, haciéndonos caer en la endogamia cultural que resulta del rechazo a lo distinto.
La contrapropuesta vendría a ser el reconocimiento de que la unión solo es posible cuando hay complementariedad, la cual requiere que haya diversidad dado que lo mismo nunca puede ser complementario. Así es como perciben la unión los pobladores originales, como resultado de lo distinto y no de lo igual.
7. La dualidad puede ser separada. Ello nos lleva a creer que nosotros estamos libres de sombra, proyectándola en el otro y combatiéndolo a él, para no tener que reconocerla en nosotros. También nos lleva a percibir lo dual como separado en vez de darnos cuenta que son las dos caras de una misma moneda.
La contrapropuesta es darse cuenta que la dualidad no puede ser separada. Los pobladores originales siempre lo supieron y de ahí que muchas veces sus idiomas ni tan siquiera dispongan del adjetivo «malo», como algo separado de lo bueno, o del espacio como algo separado del tiempo.
En psicología autores como el suizo Carl Jung han ayudado mucho a que dejemos de proyectar esa sombra en el otro y seamos capaces de reconocerla en nosotros mismos, para trascenderla en vez de dejar que ella nos domine.
Mientras que la ciencia también se está dando cuenta de otras dualidades, que antes percibía como separadas, como por ejemplo aquella que existe entre el tiempo y el espacio, la materia y la energía, o la consciencia y el movimiento.
8. La naturaleza es jerárquica. Ello nos conduce a una visión antropocéntrica de la realidad, en la que nosotros, los seres humanos, estamos por encima del resto, y en la que unos están por encima de los otros.
La contrapropuesta es percibir la naturaleza como una red de interrelaciones, de la que formamos parte, sin que podamos vivir aislados de ella y mucho menos por encima de ella. Tal es la percepción de los pobladores originales y si bien la ciencia está empezando a darse cuenta, como por ejemplo en la teoría del caos, pero aun queda un gran camino a recorrer. Sabremos que lo ha recorrido cuando en ese aparente caos sea capaz de percibir orden.
9. La evolución es competencia. Ello crea una sociedad en continua lucha por la supervivencia del más fuerte, negando la colaboración y simbiosis que predominan en el mundo natural.
La contrapropuesta sería percibir la evolución no como resultado de la lucha sino de la colaboración y simbiosis. La lucha tal vez se de al principio, pero no para que uno gane y el otro pierda, de forma que el ganador transmita sus genes. Esa lucha inicial se da para que ambos armonicen sus fuerzas, y aprendan a colaborar, permitiendo así la evolución. Así es como siempre la percibieron los pobladores originales.
10. Maximizar es bueno. Ello nos impide optimizar, tal como hace la naturaleza, incentivando en cambio la maximización, fuente de desequilibrio e insatisfacción. Como ejemplos tenemos la maximización de los beneficios, del crecimiento económico, o de la utilidad del consumidor.
La contrapropuesta sería optimizar, es decir, alcanzar un nivel satisfactorio de cada cosa en vez de intentar maximizar una variable, obviando el resto. La naturaleza no maximiza sino que optimiza, así como también optimizan las culturas ancestrales, pues saben que es la única forma de no romper el equilibrio con el entorno.
Dos principios paritarios
El estado de desequilibrio actual resulta de la creencia en ese único principio creador, razonado a partir de tres leyes de pensamiento, las cuales nos han llevado a elevar diez proposiciones al rango de verdades irrefutables. Recuperar el equilibrio requiere que partamos de como mínimo dos principios. Y es que el equilibrio sólo puede alcanzarse cuando coexisten dos o más fuerzas, todas ellas de igual intensidad e importancia; no cuando creemos que únicamente existe una; o cuando de haber dos, percibimos una como buena y la otra como mala, o una como verdadera y la otra falsa, o hacemos emanar una de la otra.
Una vez comprendido que alcanzar el equilibrio requiere de como mínimo dos principios, debemos centrarnos no en el estudio de sus esencias, sino en el de las relaciones entre ambos definidas. Si nos centramos en el estudio de sus esencias, acabaremos analizándolas de forma aislada. Ello nos conducirá a la misma abstracción de lo inefable, a partir de un conjunto de leyes de pensamiento que nos permitan razonarlas, tal como ya hizo la creencia en un único principio creador. Necesitamos, en cambio, centrarnos en las posibles relaciones definidas entre esos dos principios, para que sea la lógica inherente de cada relación la que haga la función de ley de pensamiento. Ello evitará que elevemos las creencias al rango de verdades, para luego transformar esas pretendidas verdades en las bases sobre las que substanciar nuestro conocimiento.
La contrapropuesta de dos principios creadores no es nueva. Muchas de las llamadas filosofías dualistas ya los afirman. La diferencia es que los dos principios propuestos poseen idéntica importancia, sin que uno sea verdadero y el otro falso, o uno bueno y el otro malo, o que uno emane del otro. No estamos hablando del dualismo cristiano entre el bien y el mal; o del dualismo cátaro entre el mundo espiritual que es bueno y el material que es malo; ni el de la filosofía samkhia de la India, con su Purusha (Espíritu) y su Prakriti (esencia primordial de la que todo emana); o del dualismo tántrico, con su Shiva (consciencia) de quien emana y a quien retorna Shakti (la energía). Estamos hablando de dos principios ubicados al mismo nivel, similares al yin y el yang de la filosofía taoísta, con la única diferencia de que el énfasis no está en el estudio de esos principios sino de las relaciones por ellos definidas.
Por poner un ejemplo, aquellos que asignan atributos a los dos principios taoístas, en vez de centrarse en las relaciones entre ellos definidas, acaban equiparando lo femenino a lo oscuro y negativo, todas ellas manifestaciones de yin, sin darse cuenta que cada atributo nos está expresando una relación distinta. Yin es femenino mientras su relación con yang sea de complementariedad. Es oscuro cuando ambos se oponen. Y es negativo cuando se expresan como dualidades.
De ahí que tal vez lo más próximo a la filosofía propuesta sea la paridad de la que nos hablan muchas de las cosmovisiones de las culturas originales del planeta, con su Mundo de Arriba y su Mundo de Abajo, que se encuentran para manifestar el Mundo Intermedio del aquí y ahora. Constituye una visión compartida por las culturas y civilizaciones en las que predomina el elemento Tierra. También es la visión que mantenían antiguas civilizaciones, como los sumerios. Todas ellas nos hablan de dos principios, que reconcilian su oposición inicial, para unirse y así crear todo lo que hay.
Son filosofías que buscan comprender la danza a partir de la cual ambos principios se interrelacionan, más que dotarlos de una esencia, la cual es meramente simbólica. De ahí que a los dos principios propuestos no les vaya a dar ni nombre. Pero si se lo doy a las posibles interacciones entre ellos identificadas, es decir, a los movimientos coreográficos de su danza, para no olvidar que es nuestra relación con «el otro» la que realmente nos dota de esencia. Así es cómo se expresa la Totalidad, a partir de un conjunto de relaciones, de manera que para comprenderla debamos llevar a cabo el estudio de todas esas relaciones, más que la interpretación de todo-lo-que-hay a partir de una única esencia.
Habrán aquellos que tal vez se pregunten si es eso avanzar, proponer una visión cuya existencia se remonta no a los últimos cinco mil años que conforman la era que justo termina, sino que es incluso anterior. Al fin y al cabo, todas las otras filosofías, religiones y ciencias tienen menos de cinco mil años. Y sin embargo, así es como evolucionamos, sumando lo existente con lo anterior para obtener lo siguiente. Constituye una pauta conocida como serie de Fibonacci, la cual encontramos repetidamente en la naturaleza.
La observamos en la distribución de las ramas de un arbusto, en las semillas de un girasol, en el nacimiento de las abejas, y sobretodo en el crecimiento de las caracolas. Y es que el espacio-tiempo, llamado pacha en los Andes, no es lineal, ni circular, sino que tiene forma de espiral. Pacha se proyecta al futuro sumando pasado y presente, como se expande una caracola. Es una caracola cuyo origen está en el Mundo de Abajo, proyectándose hacia el Mundo de Arriba, para contraerse después, regresando a sus orígenes. Así la percibieron aquellos quienes lograron realmente comprender el tiempo y el espacio, como los mayas, toltecas, zapotecas, olmecas e incas.
Cinco relaciones fundamentales
La primera de las cinco relaciones fundamentales es la complementariedad que busca la unión. La segunda es la oposición que los separa, permitiendo una danza conocida como latido de la Creación. Al unirse, los dos principios expresan una unidad dotada de dos esencias, sin que una sea verdadera y la otra falsa, una buena y la otra mala, ni que una emane de la otra. En la lengua náhuatl de los mexicas a esa unidad se la llama Ometeotl, expresión de la paridad entre Ometecuhtli and Omecihuatl. Ella expresa ambos principios en el magnetismo que en todo está, con su polo norte y su polo sur, permitiendo la manifestación de la tercera relación: la dualidad. Y si dos pueden unirse en uno, también pueden causar un tercero, siendo la causación la cuarta de las relaciones fundamentales. Mientras que una octava más arriba, los principios ya no son dos sino cuatro, para unirse en un quinto. Son los cuatro elementos primordiales de la naturaleza, con su quintaesencia; o las cuatro direcciones cardinales que se cruzan en el centro. Mientras que tres octavas por encima son dieciséis, con un diecisieteavo que resulta de su unión armónica; y cinco octavas por encima son 64; y siete octavas más arriba serán 256. Ello define toda una serie de correspondencias, siendo la correspondencia la quinta de las relaciones fundamentales.
El resultado es una lógica que en vez de limitar, excluir y desequilibrar; expande, integra y armoniza. Un protocolo de razonamiento que en vez de percibirnos como entidades asiladas, nos considera como nodos de una red; y que en vez de pretender que el individuo posee una esencia asilada, la define a partir de su relación con los demás. Ello nos permite dar un salto evolutivo hacia algo más, tanto a nivel individual como colectivo.
Haciendo una analogía, digamos que el sistema operativo de la llamada sociedad moderna equivale al DOS (Sistema Operativo de Disco) de los primeros ordenadores personales. Nacido en el año 1981, el DOS ni es multiusuario, ni es multitarea, ni está diseñado para funcionar en red. Mientras que el sistema operativo de las llamadas culturas ancestrales del planeta equivaldría al Unix. El Unix, a pesar de ser doce años más antiguo, si es multiusuario, multitarea y permite trabajar en red.
La propuesta es que actualicemos el sistema operativo de la sociedad actual de DOS a Linux. El Linux, sin ser Unix, está inspirado en él, con el añadido de que además es de código abierto. Es decir, la lógica sugerida, sin ser una réplica exacta de aquella mucho más antigua en la que se basan las culturas ancestrales, está inspirada en ellas. Está inspirada sobretodo en la cosmovisión paritaria de los pueblos originales del continente americano. Pero, por ser de código abierto, además posee influencias de la alquimia árabe y europea, del yoga y el tantra, del vedanta y el samkya, de la cábala hebrea, de los trovadores medievales, del yoruba africano, del tao chino, del I-ching, del godai japonés, del budismo, de la religión bön tibetana y de la ciencia occidental, pues todos ellos tienen algo importante que aportar. Así es como se suman pasado y presente, para juntos caminar hacia el futuro.
El arte de encontrarse
CUANDO SOÑANDO, NOS hallamos ante un precipicio, disponemos de dos opciones: La primera es caernos por el acantilado, para despertarnos justo antes del impacto, con la sensación de que tuvimos una pesadilla. La segunda es darnos cuenta de que estamos soñando, para saltar al vacío, y en medio de una sensación de gozo, cómo si los ángeles nos sostuvieran con sus manos, empezar a alzar el vuelo.
Las Eras
ENTRE LOS ABORÍGENES australianos se cuenta que el sistema solar, en su tránsito alrededor de la galaxia, circula por distintos senderos del soñar (Dreaming Tracks), cambiando de sendero cada cinco mil años. Según ellos, el inicio de un nuevo sendero se da en el año, 2012.1
Los maestros mayas los llaman soles, los hacen durar 5.125 años, y según sus calendarios el quinto también se inicia en el 2012.
Para los naguales aztecas constituye el sexto sol, pero su inicio también se da en el 2102.2.
Al igual que entre los aztecas, los sacerdotes inkas consideran que entramos en el sexto sol. Al igual que entre los aborígenes australianos y los mayas, los hacen durar cinco mil años. Y al igual que todos ellos, el año de inicio es el 20123.
¿Coincidencias? en el Universo no existen las coincidencias, sino que todo fluye a partir de sincronicidades.
A parte, ninguna de tales profecías predice que el mundo se vaya a acabar, o que el planeta vaya a ser destruido. Muy al contrario, aquellos que quieran escucharlas desde la esperanza y no el temor y el apego al pasado, verán cómo todas ellas nos hablan del inicio de un nuevo periodo de paz y armonía para toda la humanidad. De allí la alegoría del soñar, y el ponernos a volar en el gozo. Pero para ello, un número suficiente de nosotros necesitamos comprender que la 'realidad' también está fabricada del material de los sueños y la podemos cambiar.
Así, según las tradiciones orales de la Australia aborigen, el sendero que justo cerramos nos sirvió para indagar en el conocimiento de la realidad física, nos permitió aprender a dominar la materia. Mientras que el sendero que ahora iniciamos nos permitirá buscar la elevación espiritual, hasta alcanzar la realización del Ser4.
Los inkas hablan del Mastay, el acto de reintegración entre la gente de las cuatro direcciones con el que se iniciará el tiempo de reencuentro con nosotros mismos (Taripay Pacha). Están pues afirmando que reencontraremos nuestra naturaleza divina, para dejar la materialidad atrás.5
Nos encontramos ante un periodo de transición, de un ciclo al siguiente. Afrontar tal periodo pide, ante todo, comprender cuáles fueron los 'pilares' sobre los que se sustentó el anterior mundo, la Era que justo termina. Sin reconocer aquello que está predestinado a transformarse, aquello que cambia, frente a lo que perdura y se consolida, no alcanzaremos el nivel de lucidez necesario que nos permita volar en el gozo. A tal lucidez se la llama «expansión de la conciencia».
Ello no significa que los pilares de la Era que finaliza vayan a colapsarse, de forma repentina y catastrófica, creando caos y dolor. Pensar eso nos llevaría a actuar desde el temor y no el amor. Temblarán y se tambalearán un poco, pues en los cinco siglos precedentes ―pero muy especialmente en los últimos cincuenta años― han crecido demasiado deprisa y en la naturaleza aquello que crece muy rápido, también crece débil e inestable, pero no harán caer el mundo.
Aparición de los pilares (hace cinco mil años)
¿CUÁLES SERÍAN PARA ti los 'pilares' sobre los que se sustenta la civilización actual? Piensa un poco antes de seguir leyendo…
- Una primera pista: son tres pilares, por ser tres el número mínimo que se necesita para sostener algo, como las tres patas de un trípode o taburete.
- La segunda pista ya te la comuniqué en el título de éste apartado: los tres aparecieron (o reaparecieron) hace ahora cinco mil años, durante el periodo final de la Era anterior a la que ahora justo termina (3500 a. C. ― 3000 a. C.).
- Una tercera pista, por si aun no los has adivinado: Los tres se hallan presentes en la imagen de una moneda rodando.
¿Los dedujiste?
El primero es obviamente el dinero. La expresión más antigua de dinero fue el llamado siclo, unidad de peso en cebada utilizada en la antigua Mesopotamia, actual Irak, seguramente por los ancestros del pueblo hebreo. Sus orígenes datan del 3000 a. C. El escritor australiano Morris West una vez escribió "El dinero es un secreto más grande que Dios para el noventa por ciento de la gente". El libro se titulaba "La Torre de Babel (1968)" y definitivamente, desde su aparición, hace cinco mil años, el dinero ha acabado ocupando un papel preponderante en nuestra sociedad. Él ha servido para unir, pero aun más, para separar.
¿Adivinas el segundo? Vuelve a pensar en la moneda, mientras se acerca rodando hacia ti, emitiendo su característico sonido, el cual se va haciendo mas grave a medida que se aproxima. No es la música, la cual nunca dejó de existir. Es la rueda. Los primeros restos arqueológicos mostrando el uso de la rueda provienen de la Civilización Sumeria, también en la antigua Mesopotamia, y datan del 3500 a. C.
¿Cuál crees que sea el tercero? Vuelve a observar la moneda. En ella hay grabada una cara. ¿De quién es la cara? En ella hay un año, en números romanos ¿Cuál es ese año? Y un valor, seguramente en el reverso ¿Qué valor? A estas horas seguramente ya hayas adivinado que el tercer pilar es la escritura.
Se dice que la escritura apareció hacia el 3000 a. C también en la antigua Mesopotamia. Yo me inclino a pensar que unos siglos antes 'resurgió' en la llamada civilización Harappan, en el actual Paquistán, una cultura mucho más antigua de lo que pensamos6. Por ejemplo, una antigua leyenda de la India cuenta como el sabio Rishi Viasa se adentró en las altas montañas del Himalaya, al poco de morir Krisná (3102 a. C.), para recopilar los Vedas (escrituras del hinduismo) y escribir el Mahábharata, epopeya de la que forma parte el Bhagavad-guitá. Viasa sabía que con la muerte de Krishna nos íbamos a adentrar en el Kali Iugá, la edad oscura del materialismo, y que la única forma de preservar el conocimiento era escribiéndolo, pues no habrían suficientes maestros como para transmitirlo oralmente. La gruta en la que presuntamente todo ello sucedió es visitada a diario por una procesión de miles de peregrinos. Ésta se halla en el pueblo de Maná, a tres quilómetros de Badrinath, uno de los cuatro santuarios del río Ganges.
Proceso de aceleración (hace 500 años)
LOS TRES PILARES alcanzaron hitos, hace ahora quinientos años, que provocaron su gradual proceso de aceleración. Ello sucedía en la misma época en que Cristobal Colon arribaba a las costas americanas. En ese mismo periodo tenemos como:
En el campo de la escritura, Gutenberg
En cuanto al dinero, tenemos cómo en el año 1494 Luca Pacioli publica la primera obra con base científica del arte de la contabilidad. En ella se explican, con detalle, los sistemas contables utilizados por los comerciantes venecianos, entre los que destaca la partida doble. Con la publicación de la obra (y gracias a la imprenta) tales prácticas se extendieron rápidamente por el resto del continente, permitiendo el nacimiento del sistema bancario, tal lo conocemos en la actualidad. Si a ello le añadimos el oro y la plata procedentes de América, tenemos el nacimiento del sistema financiero internacional.
En el campo de la rueda, hacia finales de ese mismo siglo XV7 se inventa el reloj de muelle. Constituía aquél el primer aparato puramente mecánico, creado por el ingenio humano, que parecía estar dotado de vida. Con el reloj de muelle no tardó mucho en desarrollarse una visión cartesiana de la realidad. Fue una visión basada en el paradigma mecanicista, según el cual todo podía ser explicado como quien analiza el funcionamiento de una máquina. Las máquinas, como muy bien sabemos, las podemos desmontar, para una vez lograda la comprensión de las partes, de todos sus engranajes (ruedas), comprender la totalidad.
El Renacimiento Europeo hubiera sido impensable sin la imprenta de Gutenberg, la visión cartesiana de la realidad que nos brinda el reloj de muelle, y el dinero de los mecenas. Europa parecía iniciar un nuevo día, tras la larga noche medieval, mientras que el indígena americano veía caer sobre él la larga noche de los quinientos años.
Proceso de integración (últimos 50 años)
ENTONCES, HACIA FINALES de la década de los 60s, los tres pilares empezaron a integrarse, acelerándose aún más el proceso de cambio, pero también incrementando la complejidad y vulnerabilidad del sistema. De la unión entre rueda y escritura nació la informática, con su hardware (rueda) y su software (escritura). Poco después, el dinero se fusionaría con la informática para crear el dinero electrónico, el cual empezó a moverse con gran agilidad por los mercados internacionales de deuda, acciones, divisas y materias primas.
Simboliza un proceso de integración que tiene su punto álgido el 15 de agosto de 1971, cuando el presidente de los EEUU Richard Nixon, anuncia el abandono de la paridad oro (Nixon Shock). Su argumento fue que los especuladores estaban atacando al dólar y debía protegerse al trabajador americano. Los ataques eran posibles gracias al dinero electrónicoy a la integración de mercados. Sin embargo, aquello que forzó el abandono de la paridad oro fue el hecho de que los EEUU estuvieran muy lejos de seguir poseyendo la mitad de las reservas mundiales de oro, cifra alcanzada tras la segunda guerra mundial. De ahí que no hubiera suficiente metal dorado como para seguir respaldando una economía en crecimiento8, que consumía más de lo que producía.
A inicios de los 70s justo iniciaban su aparición las primeras computadoras domésticas, haciendo que la informática empezara a estar al alcance de todos, hito de la escritura. Hacía poco que se había aterrizado en la Luna9 (1969), hito de la rueda. Y al romperse la paridad oro, el dinero ya no iba a ser respaldado por el valioso metal dorado, sino por otro activo bancario: la deuda ajena. Ello hizo que éste ya no equivaliera a algo que se pudiera tocar y guardar, a algo tangible, sino a un activo intangible. A partir de entonces, el dinero iba a generarse a partir de su anotación contable en el pasivo del balance bancario, siguiendo las técnicas explicadas por Luca Pacioli en 1494, mientras que la deuda ajena constituía su contraparte, el activo. Pero tales transacciones contables ya no se anotaban en los libros que Gutenberg ayudó a difundir, sino que ahora se almacenaban digitalmente, en ordenadores.
Desde entonces, la cantidad de dinero ha ido creciendo exponencialmente; así como también lo han hecho: la deuda (que avala ese dinero), la producción (comprada con esa deuda), el consumo de energía (requerido para producir), el precio del petróleo (principal fuente de energía), la capacidad de procesamiento de un chip (para recuperar la competitividad perdida por el incremento en el precio del petróleo), el volumen de información (como resultado del incremento en la velocidad de procesamiento del chip), la falta de privacidad (como consecuencia del incremento en la información) y un largo etcétera.
Los pilares se tambalean (ahora)
CONSTITUYE UN CRECIMIENTO exponencial de todo, que busca neutralizar el incremento original en la cantidad de dinero causada por la expansión de deuda (su contraparte), y así evitar el alza en el nivel de los precios10. De ahí nació la cultura del crecimiento y del derroche necesario para fomentar el crecimiento. Pero tal expansión del dinero sólo tiene un posible fin: su eventual pérdida del valor. Tengamos en cuenta que así como se pueden seguir añadiendo ceros a un balance, para incrementar la deuda de forma indefinida, la producción que la respalda no puede crecer para siempre.
Ello es así, por mucho que los productos los hagamos durar menos, para así tenerlos que volver a comprar; o que se mercantilicen las relaciones humanas, para poder incluirlas como servicios en el producto interior bruto del país; o que se considere el dinero como un bien productor y no como un mero medio de intercambio, para así poder inventar nuevos servicios financieros; o que se busque el incremento de la población, para así crear más consumidores. Constituyen cuatro estrategias que han permitido el crecimiento de la economía desde inicios de los 70s. Pero cuando ésta deje de crecer, o cuando se emita más dinero del que ésta pueda absorber (2009), el dineroempezará a perder valor11.
Por el lado de la rueda, tenemos que para hacerlas girar, y así no parar el crecimiento constante de la producción, se está utilizando una fuente de energía barata pero no renovable, llamada combustible fósil. Primero fue el carbón, después el petróleo, y hay quienes argumentan que el futuro le pertenece al gas. Pero las tres acabarán inexorablemente por agotarse, y si no hay alternativas renovables, las ruedas que mueven empezaran a pararse. Una crisis eventual del dinero, con su perdida de valor, también causará que la economía se desinfle, y que las ruedas se paren, ya no por falta de materias primas sino de demanda.
Por el lado de la escritura, la mayoría de la información se registra ahora en soportes electromagnéticos, como por ejemplo el disco duro de un ordenador personal o de un servidor localizado a miles de quilómetros de distancia. Eso hace que tal información sea muy vulnerable a una eventual máxima solar o a cualquier otro fenómeno electromagnético de magnitud como la tormenta solar que hubo en 1859.
Soluciones (el futuro inmediato)
VEMOS PUES CÓMO los tres pilares, nacidos ahora hace cinco mil años, cuyo proceso de aceleración se dio hace quinientos, y cuya integración se inició hace ahora cincuenta, están empezando a tambalearse. Dicho tambaleo no significa que vayan a desaparecer, sino que van a transformarse y también a perder preponderancia.
Tal fenómeno los observamos, por ejemplo, en uno de los pilares básicos de la Era anterior a la que justo termina. Ésta abarcó del 8000 a. C. al 3000 a. C. en lo que vino a llamarse la revolución neolítica. El pilar al que hacemos referencia es justamente la agricultura. El tránsito entre Eras (3000 a. C.) se caracterizó por un proceso de desertificación, que afectó especialmente los fértiles valles de Oriente Medio y el Norte de África. Tal proceso acabó obligando a muchas tribus nómadas de África del Norte a asentarse a orillas del río Nilo (2500 a. C.), para establecer un sistema de vida agrario y mucho más centralizado. En Mesopotamia la sequía y el agotamiento del suelo fue aprovechado por los Semitas para conquistar Sumeria (2125 a. C.). La agriculturano desapareció, pero se fue transformando, gracias a la aplicación de técnicas que permitieron incrementar la productividad, a la vez que perdió importancia, haciendo posible que en la nueva Era fuera mucha menos la población dedicada a la misma. Ello permitió que nos urbanizáramos y creáramos los tres pilares vistos.
En la actualidad también se habla de cambio climático. Independientemente de que tal cambio venga causado por el ser humano, o tenga su origen en el incremento de la actividad solar, el actual modelo civilizacional si es una creación puramente humana, y las repercusiones de su tambaleo son evitables. De allí que se recomiende incorporar elementos de modelos sociales que de una forma exitosa lograron vivir al margen de tales pilares.
Obviamente, el modelo social utilizado por todas las culturas indígenas del planeta es el que primero nos viene a la cabeza, pues ellos supieron prescindir de los tres. Unos dirán que nunca los descubrieron, que se quedaron en la revolución neolítica, y algunos de ellos ni eso, sino que continuaron viviendo de la caza y la recolección. Yo opto por pensar que ellos vieron en los tres pilares algo que acabaría por alienarnos de la naturaleza, causando serios desequilibrios que era necesario evitar.
La rueda lo haría con sus máquinas, las cuales pondríamos a trabajar para así dedicarnos al ocio. Ello hizo del trabajo algo que degradaba y no algo que realiza y completa. También causaron la partición del territorio, con el asfalto, para que sobre el mismo pudieran rodar con facilidad los vehículos.
El dinero nos iba a generar la necesidad constante de acumular, hasta equipar posesiones con felicidad. También acabaría por obligarnos a trabajar para obtenerlo, en vez de hacerlo por gusto. El ocio ganado con la rueda se lo comió pues el dinero.
Y la escritura nos llevaría a interpretar la realidad, no como resultado de nuestra experiencia personal y directa, sino de acuerdo a lo leído o a lo virtualizado por la Tecnología, hija del matrimonio entre el Dios Mercado y la Diosa Ciencia.
Todo eso lo comento no con la pretensión de que regresemos a las comunidades autosuficientes que caracterizaron la revolución neolítica, pero si a un híbrido entre pasado y presente, a un sistema más resiliente y por lo tanto menos dependiente de la escritura, la rueda y el dinero.
Así es como avanza la naturaleza, evolucionando a partir del híbrido entre pasado y presente. Lo observamos en la sucesión de Fibonacci, dónde cada número consecutivo se obtiene a partir de la suma de los dos anteriores. Tal serie es pues: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34…∞. La misma tiende a phi(ɸ)12, también llamado número de oro o proporción divina, por ser la que encontramos repetidamente en la naturaleza. De ahí que se nos esté pidiendo tomar elementos tanto de la Era que justo finaliza (3000 a. C. ― 2000 d. C.), como de la anterior (8000 a. C. ― 3000 a. C), para así construir el modelo social del futuro.
Necesitamos recuperar los lazos que nos unen con la Madre Tierra, pues todo y que a muchos el dinero, la rueda y la escritura les de de comer, ninguno de los tres son comestibles, y cuando dejen de cumplir su función, seguiremos necesitando alimento.
Los ejemplos que nos brindan las sociedades tradicionales del planeta resultan válidos a la hora de aprender a construir pequeñas comunidades resilientes. Si bien, a éstos les debemos añadir también lo aprendido en los últimos cinco mil años. Debemos sumarle la capacidad de unir tales comunidades en un entramado más complejo, más allá de su mera existencia aislada y autárquica.
Por suerte, disponemos de dos modelos, ambos del Nuevo Mundo, que sin rueda, escritura ni dinero
El primer modelo proviene de Norteamérica, y se trata de la confederación iroquois. La estructura de tal confederación inspiró a algunos de los padres de la declaración de independencia norteamericana, como Benjamin Francklin y Thomas Jefferson. Los inspiró especialmente en la idea de lograr una Unión Federal, en la libertad política, en la necesidad de escuchar la opinión pública a la hora de gobernar, y en el papel del gobierno para garantizar el bienestar, la felicidad y la libertad de los ciudadanos13. Los Iroquois controlaban gran parte de lo que posteriormente se convirtió en el Noreste de los Estados Unidos.
El segundo modelo proviene de Sudamerica, de una civilización que: sin rueda, expandió su influencia sobre más de cuatro mil quilómetros de cordillera montañosa; sin escritura, coordinó a más de 16 millones de súbditos, abarcando más de 14 culturas distintas; y el no tener dinero no impidió el intercambio entre todos ellos ni que las despensas estuvieran siempre llenas.
Me refiero a la cultura andina y en concreto a la civilización inka. De ellos podemos aprender a organizarnos no sólo como comunidad local (ayllu), como grupo humano que busca la resiliencia y el íntimo contacto con la tierra, sino también como comunidad más amplia, e incluso como comunidad planetaria. De ahí la importancia de estudiar en detalle sus valores, su cosmovisión, sus costumbres, su forma organizativa, y todo aquello que la caracterizó. De tal análisis podremos extraer ideas, no para construir exactamente lo mismo, sino para mejorarlo.
Los nuevos pilares (los próximos 5000 años)
FINALMENTE ÉSTE ARTÍCULO no estaría completo sin mencionar cuáles serán, a mi entender, los «Pilares de la Nueva Era». Y cómo hice al principio, te voy a pedir que los adivines, a partir de las siguientes pistas:
Según la ley que rige los ciclos, observamos cómo los pilares de una nueva Era empiezan a germinar durante los 500 últimos años de la anterior, justo cuando los pilares de la Era precedente se aceleran. De ahí que durante el periodo 3500 a. C. ― 3000 a. C., momento en el que la agricultura perdía preponderancia, y el cambio climático nos forzaba a cambiar los modelos organizativos, aparecieran (o reaparecieran) rueda, dinero
Y como también veremos a continuación, es en la recta final de los últimos cincuenta años, mientras se integran los pilares de la Era que justo termina, que los de la nueva empiezan a brotar.
Así, en el año de 1522 Magallanes y Elcano
si, es Ella
La vuelta al mundo de Magallanes y Elcano (1522) cambió la mentalidad de aquéllos que aun creían en una tierra plana, cómo un plato, convenciéndoles al fin Ella era esférica, de que era algo real y no un mero escenario en el que acontecía el drama de la vida.
Mientras que la visión de nuestro planeta desde el espacio (1972) hizo que aquéllos que aun la veían cómo una masa muerta e inerte, empezaran a percibirla cómo ser vivo, Gaia, la Pachamama (madre espacio-tiempo), dando así un nuevo ímpetu al movimiento ecologista.
¿Cuál sería, pues, el primer pilar de la nueva Era? la conciencia planetaria, la conciencia de que vivimos en un planeta que está vivo, que respira, que siente, que ama, que percibe el dolor, y que nos quiere y amamanta, pues ella es nuestra madre, y la madre de todas las madres. Es la conciencia de que formamos parte de una red de relaciones que comunica y crea interdependencias entre todas las expresiones de vida del planeta: minerales, vegetales, animales, y humanas. La conciencia de que nuestra responsabilidad es salvaguardar dicha red, en vez de continuar destruyéndola.
El segundo pilar propuesto, ya te lo comenté. ¡Acertaste! es la red. Su primer hito, aquél con el que germina la semilla, es la extensión en el siglo XV del uso de la brújula para la navegación transoceánica. Descubierta por los chinos, y seguramente transmitida a Europa por medio de los árabes, sin ella viajes cómo el de Cristóbal Colón en 1492 hubieran resultado mucho más difíciles. La navegación transoceánica empieza a crear pues, una red internacional de puertos interconectados.
Iniciado el proceso de germinación, la semilla empieza a brotar cuando, en 1969, se interconectan, por primera vez, dos ordenadores en red15. Una vez interconectados, la "Defense Advanced Research Projects Agency" desarrolló el protocolo TCP/IP para que se comunicaran, dando nacimiento a la futura Internet. Ello sucedía a principios de los 70s.
¿Y el tercer pilar? Bien, tenemos la conciencia planetaria que restablece la relación perdida con la Madre Tierra, permitiendo también la armonización de las relaciones humanas. Tenemos la red, que nos permite llevar a cabo tal conjunto de relaciones e intercambios, de una forma directa, incluso telepática, donde la información se transmite sin necesidad de escribirla. Y nos falta un tercer pilar, algo que venga a substituir al dinero, para garantizar el equilibrio entre todos esos intercambios y transacciones humanas. La cultura andina, así como otras muchas culturas tradicionales del planeta, nos aportan una solución. Los inkas fueron capaces de organizar una civilización entera bajo dicho principio. En quechua se le llama ayni, palabra que podríamos traducir como 'reciprocidad'.
La semilla de tal pilar empezó a germinar hará ahora unos cinco siglos, cuando, gracias a la navegación transoceánica, se incrementó el contacto entre culturas. Ello permitió, a aquellas culturas que utilizaban el dinero, el entrar en comunicación con otras que, sin utilizarlo, pudieron también constituir una civilización (inka), una confederación (iroquois), o una de las muchas comunidades tribales que hubieron y que vivieron en armonía con el medio, entre ellos y con sus vecinos.
Y esa semilla empezó a brotar cuando hacia finales de los 60s amaneció el movimiento contracultural, alternativo y pacifista llamado hippie. Con ellos, se inventaron o restablecieron sistemas de intercambio sin ánimo de lucro, cómo el sistema de cambio local (LETS), o los bancos de tiempo, o el trueque, o el "hoy por ti y mañana por mi".
En tales pilares confío que esté el futuro, y cuando antes los implementemos, más suave y apacible será la transición. Su ventaja es que a diferencia de la rueda, escritura y dinero, los cuales tienden a sistemas centralizados y jerarquizados, los nuevos pilares propugnan justamente el contrario: sistemas descentralizados y que son en definitiva los que vibran en resonancia con el signo de Acuario. Acuario es, de todos, el único signo del zodiaco que nos muestra a un ser humano, y su símbolo son las ondas producidas sobre el agua, para representar el nacimiento de nuevo paradigma, basado en la vibración.
Qué el dinero centraliza es obvio, si tenemos en cuenta que éste permite la acumulación. Pero más centraliza cuando dicha acumulación otorga poder de voto, en proporción al capital poseído. Y más aun cuando el capital puede poseer otro capital, formando holdings empresariales16. Como sucede con la ley de la gravedad, se llega a un punto a partir del cual "la atracción entre dos cuerpos es directamente proporcional al producto de sus masas", de manera que cuanto más dinero se posee, más fácil resulta obtenerlo.
Veamos, en cambio, de qué forma centraliza la rueda. Un ejemplo lo tenemos en la diferencia entre la corriente alterna (AC) la y la continua (DC). La corriente alterna (AC) se genera a partir de hacer rotar una turbina, es decir, una rueda. Constituye energía eléctrica que no se puede almacenar (en baterías) pero si se puede transformar, es decir, cambiarle el voltaje. De ahí que sea un tipo de corriente que favorezca la generación centralizada, utilizando grandes centrales térmicas, nucleares, hidroeléctricas o eólicas. La electricidad es entonces transmitida miles de quilómetros, desde ese punto central de generación, a alto voltaje, y transformada a menores voltajes a medida que es distribuida al consumidor final.
La corriente continua (DC), en cambio, no puede ser transformada, hecho que dificulta su distribución a grandes distancias, pero si almacenada. No es electricidad generada a partir de hacer rotar una turbina, sino de exponer un panel, llamado célula fotoeléctrica, a la radiación solar. De ahí que su uso no promulgue la generación centralizada, sino muy al contrario, el que cada cual tenga sus propios paneles, en su techo, y se fabrique su electricidad. Promueve pues la autosuficiencia y la resiliencia, pues la transmisión de electricidad a grandes distancias incrementa la vulnerabilidad del sistema. También promueve que cada cual sea plenamente consciente del costo medioambiental ocasionado por la energía que consume, pues ésta se está generando en nuestro tejado, y no en alguna central lejana que contamina (térmica y nuclear), o que inundó valles fértiles, desplazando a los pueblos que en ellos habitaban (hidroeléctrica), o que genera contaminación electromagnética (eólica).
Mientras que a la forma de centralización de la escritura se la llama burocracia.
Que la escritura pierda preponderancia no significa que no se vaya a registrar información alguna. Los inkas no poseían escritura, en el sentido literal de la palabra, pero si disponían de varios sistemas de registro. Uno de ellos eran los llamados quipus que almacenaban datos, como números y fechas. Se trata pues de que los ordenadores registren datos, pero que no sea información personal de lo que pensamos, deseamos, o hacemos, de hacia dónde vamos, y de dónde vivimos. Se trata de que computen y almacenen datos técnicos, para así mejorar el rendimiento y la durabilidad de los equipos; datos logísticos, para incrementar la fiabilidad y eficiencia de los suministros; y datos financieros o en su equivalente no monetario, para gestionar las transacciones. Registrar eso y nada más, y que tales registros sean de acceso público, no hagan referencia a persona alguna, y se gestionen de una forma descentralizada.
Esa es pues mi propuesta para el nuevo año. Dicen que existen dos tipos de personas, aquellos que sueñan y aquellos que son soñados. En el momento que el suficiente número de nosotros dejemos de ser soñados, para darnos cuenta de que tan sólo es un sueño, y que lo podemos cambiar, lograremos volar en el gozo colectivo de construir un mundo mejor, un nuevo sol, una Era dorada y un sueño más placentero.
Notas:
- Según la sanadora aborigen Minmia. Fuente: Minmia (Maureen Smith). "Under the Quandong Tree" Quandong Dreaming Publishing. 2007. pg 26 y 160
- Según el nagual tolteca Don Miguel Ruiz. Fuente: Mary Carrol Nelson. "Beyon Fear, a Toltec Guide to Freedom and Joy―the teachings og Miguel Angel Ruiz" Council Oaks Books, 1997. pg 30.
- Según Don Benito Qoriwaman, kuraq akulleq del linaje Waskar y Andrés Espinosa, maestro Q'ero. Fuente: Joan Parisi Wilcox "Keepers of the Ancient Knowledge" Vega 2001. pg 54-55
- Idem. nota 1, pg 26-27
- Fuente para la profecía del Mastay: Brad Berg "Prophecies of the Q'ero Incan Shamans" Share International Magazine, January/February, 1997. Para Taripay Pacha, ver nota 4.
- Según Malati J. Shendge, en su artículo "The inscribed calculi and the invention of writing: the Indus view" Journal of the Economic and Social History of the Orient, Vol. 28, No. 1 (1985), pp. 50-80: es muy probable que la escritura se originara en los fértiles valles del Indo, en vez de Mesopotamia.
- White, Lynn Jr. (1966). Medieval Technology and Social Change. New York: Oxford Univ. Press. pp. 126–127. ISBN 0195002660.
- Una economía que crece necesita más dinero, pues si éste se mantiene constante, habría deflación (decrecimiento de precios). Con paridad oro, más dinero significa la necesidad del Banco Central de poseer más oro que lo respalde.
- Ello aconteció el 16 de julio de 1969, durante la misión Apolo 11.
- La lógica es la siguiente: partimos de una economía con dos unidades de dinero y dos bienes a comprar, donde cada bien cuesta una unidad. Si de repente la cantidad de dinero se incrementa al doble, y el número de bienes disponibles se reduce a la mitad, ¿cuánto costará ese único bien? SOLUCIÓN: Cuatro unidades de dinero.
- Observamos que constituye el problema inverso que hubo durante el patrón oro, durante el cual no había suficiente oro como para respaldar el crecimiento de la economía, generándose deflación. Ahora nos encontramos con que no hay suficiente producción como para respaldar el incremento en la deuda, hecho que acabará por generar estanflación (estancamiento + inflación) y posteriormente hiperinflación (incremento extremo del nivel de precios). Desde la emisión excesiva de dinero hasta que ésta se transforma en hiper-inflación, por haber ya alcanzado todos los capilares del sistema, suelen transcurrir unos cinco años.
- La división de un número por el anterior, o viceversa, tiende a Phi, pues Phi es: (1±√5):2 lo cual da 0,6180339… y 1,6180339… Así, 21/34 tiende hacia el primero, mientras que 34/21 tiende hacia el segundo. Y si continuáramos la serie hacia el infinito, el número final seria exactamente Phi.
- En concreto Benjamin Franklin escribió,"Constituiría un motivo de sorpresa que Seis Naciones de salvajes ignorantes pudieran haber implementado una Unión, la cual ha subsistido el rigor del tiempo, hasta el punto de parecer indisoluble, y que a su vez tal Unión no puedan llevarla a cabo diez o doce colonias Inglesas (Benjamin Franklin a James Parker, 1751)".
- Imagen de dominio público realizada por la NASA.
- Fue la llamada ARPANET.
- En un estudio realizado por Stefania Vitali, James B. Glattfelder, y Stefano Battiston, titulado "The network of capital control" (la red de control del capital) los autores investigaron la estructura propietaria de 40 mil corporaciones transnacionales, a partir de combinar la información disponible en la base de datos Orbis, en su edición del 2007, la cual incluye 30 millones de empresas. Su conclusión fue que cinco de ellas controlaban directa o indirectamente un 13% de la red, y las primeras 50 casi el 40%.
«El tiempo es como una espiral que va creando círculos, los cuales no nos rigen pero sí nos influencian. Entre tales ciclos encontramos un equivalente al año, a las estaciones que este define, al mes, al día e incluso a la hora. Veamos, pues, cuáles son tales ciclos.»
Tiempo en espiral
HAN EXISTIDO Y aún existen culturas que reconocen la ciclicidad del tiempo, según la cual el pasado se repite aproximadamente; pero sin ser exactamente igual. Entre tales culturas se cuentan: la andina, la hindú y la anáwak1 (mesoamericana). Esa circularidad del tiempo la vemos expresada en su lenguaje, que es el que suele aportarnos la mejor radiografía de una cultura; pues, a diferencia de la historia, que sí puede ser manipulada, el lenguaje no engaña. Por poner algunos ejemplos:
- En quechua, idioma de los Andes, «qhipa wata» simboliza tanto tiempos futuros como años acabados de pasar.
- En hindi se utiliza el mismo vocablo para decir ayer o mañana. Para ambos conceptos se utiliza el término «kal», palabra que procede del sánscrito «kala» y que significa simplemente tiempo, independientemente de si lo proyectamos hacia adelante o hacia atrás.
- Un refrán nahuatl dice: «Así como fueron las cosas, así volverán a ser, en algún sitio, en algún momento. Quienes ahora viven, otra vez vivirán». (Códice Florentino VI).
El tiempo se transforma así en la otra cara del espacio, en su expresión dual, conservando sus mismas propiedades. Esto nos permite recorrerlo en círculos «kunan wata», hacia adelante y hacia atrás «kal», para volverlo a vivir, es decir, visitar de nuevo un mismo instante.
Sin embargo, también hubo y aún hay culturas que nunca llegaron a separar tiempo y espacio, ni tan siquiera conceptualmente. Me estoy refiriendo a los aborígenes australianos. En ninguna de las aproximadamente 500 lenguas que se hablaban en Australia cuando llegaron los europeos existían los conceptos de pasado o futuro. De hecho, en ellas ni siquiera existía el concepto de tiempo. Ellos conservaban la sabiduría de los niños, quienes viven constantemente en el aquí y el ahora y no en el mañana ni en el ayer. Y cuando no están hablando de ese aquí definido por la realidad que nos rodea, es que se hallan en el «Dreamtime» o el tiempo de sueño: un lugar en el que pasado, presente y futuro
De todas las culturas mencionadas podemos aprender algo. De aquellas que florecieron en los Andes, el Himalaya y Mesoamérica podemos aprender que el tiempo se rige por ciclos. Estos ciclos definen acontecimientos casi seguros y sus probables efectos. Son como el día y la noche, que se alternan con gran certeza para ir definiendo nuestro comportamiento más probable: que nos vayamos a dormir al caer la noche para despertarnos al amanecer. Sin embargo, nuestro libre albedrío nos permite mantenernos despiertos toda la noche. De ahí que los ciclos influencien pero no rijan.
De las culturas que florecieron en Australia ― la tierra más antigua del planeta ―, podemos aprender que cada fase del ciclo no delimita un periodo temporal, sino un sueño. Para ellos, el tiempo avanza al compás de nuestro caminar por el paisaje del sueño colectivo de la tribu, de una nación o de toda la humanidad. El tiempo avanza; pero también se repite en la medida en que regresemos a parajes ya conocidos.
Muchas de las culturas que percibieron la espiral formada por el tiempo y el espacio también reconocieron ese sueño colectivo o de consenso. En el Himalaya se lo llamó maya, y entre los toltecas mitote. De todas ellas vamos, pues, a aprender algo. Vamos a aprender:
- cuáles son los ciclos que rigen la conciencia colectiva de la humanidad;
- cómo dichos ciclos se dividen en fases o estaciones, para determinar aquello que la conciencia colectiva busca o necesita aprender en cada instante;
- cómo, a su vez, esas estaciones se fragmentan en meses, los cuales afectan a los símbolos arquetipales utilizados para canalizar e integrar emocionalmente tales experiencias;
- cómo los meses se fragmentan también en días, definiendo el día y la noche de las culturas; y finalmente
- cómo esos días se componen de horas, para delimitar el instante preciso del alba y el ocaso de cada nuevo día.
Veamos, pues, cuáles son esos ciclos que rigen el tiempo sagrado.
El año sagrado
CUANDO NOS TRASLADAMOS del tiempo mundano al tiempo sagrado, los años solares se convierten en años platónicos de aproximadamente 26.000 años. Constituyen el llamado ciclo de precesión de los equinoccios. A causa del movimiento de precesión, las constelaciones que aparecen a una hora determinada en un día concreto del año se van desplazando, completando un giro cada 26 milenios. Se cree que tal movimiento se debe al vaivén del eje terrestre, el cual no solo gira sobre si mismo cada 24 horas, sino que también se desplaza como una peonza.
Y sin embargo, tengo la impresión de que tal desplazamiento de las constelaciones no se debe tanto al vaivén del eje terrestre sino:
- al giro del Sistema Solar sobre su eje, o
- a la órbita descrita por nuestro Sol en relación a otra estrella, constituyendo lo que se llama un sistema binario.
La primera explicación asemejaría la precesión de los equinoccios a la rotación diaria de la Tierra sobre su eje, pero aplicándola al sistema solar en su conjunto. La segunda la asemejaría a la órbita de la Tierra alrededor del Sol, la cual define el ciclo anual, pero de nuevo aplicado a todo el Sistema Solar. Independientemente de cual sea su causa, lo que está claro es que existe un tercer ciclo, a parte del diario de 24 horas y del anual de 365 días. Constituye un ciclo que, como los dos anteriores, tiene un profundo efecto sobre nuestro medioambiente y sobre nuestro comportamiento como seres humanos. A tal ciclo lo llamo el «año sagrado». Otros lo llaman año platónico o gran año.
Las estaciones sagradas
EL AÑO SAGRADO define cuatro puntos, equivalentes a los dos equinoccios y dos solsticios del año solar. Estos puntos marcan el tránsito por las estaciones de la consciencia del ser humano y se hallan separados aproximadamente por 6.500 años. Esa cantidad de años define los límites de nuestra memoria histórica.
El primer equinoccio marca el fin del invierno e inicio de la primavera de la consciencia. El segundo marca el fin del verano e inicio del otoño. Según el sistema occidental, el tránsito del invierno a la primavera de nuestra consciencia se da cuando el 21 de marzo (equinoccio vernal del año solar) la constelación de Acuario amanece por el horizonte, y el tránsito del verano al otoño de la consciencia acontece cuando en esa misma fecha el sol amanece frente a la constelación de Leo.
Los solsticios, por el contrario, marcan el inicio del invierno de la consciencia, momento en el que el ser humano se sumerge en su máximo grado de materialismo; y el inicio del verano de esa misma consciencia colectiva, durante el cual reina la espiritualidad. Así, entramos en el invierno cuando el 21 de marzo el sol amanece frente a la constelación de Tauro, y en el verano cuando lo hace frente a la constelación de Escorpio.
Habrán aquellos que se pregunten porqué justamente son estas cuatro constelaciones las que definen el tránsito entre una estación del año sagrado y la siguiente. Una primera forma de responder a tal pregunta sería argumentando que tales constelaciones constituyen los llamados signos fijos del zodiaco. Por ello no debe sorprendernos que las mencionadas cuatro constelaciones aparezcan tres veces en la Biblia (Ezequiel 1:10, Ezequiel 10:14 y Apocalipsis 4:7). Ello también explica porque la cruz cósmica del 11 de agosto de 1999 marcó un momento clave en la evolución de la consciencia. Muchos fuimos los que despertamos por esas fechas.
También debe tenerse en cuenta que la precesión, tal como su nombre indica, constituye un movimiento retrógrado, un movimiento hacia atrás. Es por ello que las cúspides precesionales no están localizadas a principios del signo (0º) sino al final del mismo (30º). Están localizadas entre Leo y Virgo, Tauro y Géminis, Acuario y Piscis, y finalmente entre Escorpio y Sagitario.
Sin embargo, ello aun no responde a la pregunta formulada de porqué esos cuatro puntos y no otros. Para responderla debemos considerar cuándo empieza el verano en el año solar. El verano se inicia en un hemisferio dado cuando esa mitad del planeta está lo más ladeada posible hacia el Sol. Así, el tránsito del Sol por 0º Cáncer, significa que éste se halla justo perpendicular al trópico de Cáncer, marcando el inicio del verano en el hemisferio norte. Y cuando transita por 0º Capricornio, es que está en su paso cenital por el trópico de Capricornio, marcando el inicio del verano en el hemisferio sur. Mientras que los dos equinoccios tienen lugar cuando el Sol transita justo por encima del ecuador.
De manera similar, el verano del año sagrado empieza cuando el 21 de marzo (0º Aries tropical) el Sol de nuestra Galaxia justo se alza por el horizonte. Tal punto, también llamado Centro Galáctico, se halla localizado justamente entre las constelaciones de Escorpio y Sagitario. Por el contrario, 30º Tauro (ubicado entre Tauro y Géminis) define el eje opuesto, el cual apunta hacia las regiones exteriores de nuestra galaxia. Tal distribución irá variando con el tiempo, a causa de la órbita de nuestro sistema solar alrededor del centro galáctico. Constituye una órbita que se completa en aproximadamente 240 millones de años y la cual define aquel que podríamos llamar el Gran Año Sagrado. Sin embargo, podemos estar seguros que las constelaciones, tal como las observamos hoy en día, permanecerán prácticamente invariables durante los próximos cien años sagrados (2.6 millones de años solares).
El año sagrado de cinco estaciones
SIN EMBARGO, NO todas las culturas dividieron el ciclo de precesión en cuatro estaciones, sino que también hubo algunas que lo hicieron en cinco, obteniendo cinco eras de poco más de 5000 años cada una. Entre tales culturas encontramos la maya, inca y la aborigen australiana.
No es una división en cuadratura sino en quintil.3 Cada 73 días, el Sol se desplaza 72 grados para definir un quintil, el ángulo de un pentágono. ¿Porqué algunas culturas decidieron utilizar dicho ángulo, en vez de los 90º definidos los dos solsticios y equinoccios que separan las cuatro estaciones del año?
En astrología, cuando dos o más planetas se hallan en quintil significa que sus energías se han armonizado, que se han integrado como resultado de un proceso de maduración evolutiva llevado a cabo a lo largo de muchas vidas. Constituye una armonización cuya vibración resultante suele ser expresada de manera creativa, dado que el quintil está vinculado al planeta Venus, que rige el proceso de creación y crecimiento. Así, cada 584 días, Venus se coloca entre nosotros y el Sol. De esta manera se forma el llamado ciclo sinóptico de Venus. Podríamos decir que Venus nos besa, pues en ese instante se coloca a la menor distancia posible de nosotros. Cada ocho años, dicho fenómeno se repite cinco veces, dado que 584 x 5 = 8 años. Ese movimiento nos dibuja una flor de cinco pétalos, a la cual llamo «la Flor de Venus». De ahí que tanto la geometría del pentágono como del pentáculo estén vinculada a dicho planeta.
El planeta Venus rige el proceso de crecimiento armónico en la naturaleza. Rige la proporción y el equilibro. No debe extrañarnos que sus ritmos vengan marcados por la serie de Fibonacci. Recordemos que dicha serie se obtiene de sumar un número con el anterior, obteniendo: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21,… (Dado que 0+1=1, 1+1=2, 1+2=3, 2+3=5, etc.). De esa manera, Venus da 13 vueltas al Sol al tiempo que la Tierra da 8. En esos ocho años, el Sol, la Tierra y Venus se habrán alienado un total de 5 veces.
En el tiempo, la serie de Fibonacci la encontramos, por ejemplo, en la pauta reproductiva de las abejas y de los conejos. En el espacio, la encontramos en el número de oro, también llamado proporción áurea o phi (ɸ), que rige la Naturaleza. La serie de Fibonacci tiende justamente a phi de manera que: 8/5≈13/8≈21/13≈… = ɸ. Por ello, tampoco debe extrañarnos que el pentágono y el pentáculo expresen phi en la proporción definidas por sus vértices.
Como expresión de ese pentáculo tenemos la mano, con sus cinco dedos y con la proporción áurea de nuevo presente en la distancia definida por las falanges de cada uno de ellos. De ahí que la mano, al igual que el quintil, constituya la expresión de nuestro potencial creativo, de nuestra capacidad por imitar a la naturaleza. Dicha creatividad se rige por la influencia venusiana.
El invierno del que salimos
DURANTE EL INVIERNO de la consciencia del que salimos, Occidente, en su intento por alcanzar la espiritualidad, se alejó de la Madre Tierra para centrarse únicamente en la adoración a su expresión complementaria: la del Padre Cielo. En el intento posterior de la ciencia por comprender esa misma naturaleza de la cual se había alejado siglos atrás, se la profanó hasta casi destruirla. La religión de occidente la negó primero y su ciencia intentó someterla después. Veamos cómo sucedió todo ello.
A medida que el colapso de su imperio militar se hizo más evidente, Roma intentó reciclarse como imperio con la fe con una religión (la cristiana), la cual había adoptado oficialmente en el año 313 d. C. Roma tomó así el mensaje de amor de Jesús; pero, por intereses políticos, muchas veces se vio forzada a leerlo al revés, no como mensaje de A-M-O-R, sino de R-O-M-A. Se vio forzada a tergiversarlo, para que este pudiera satisfacer sus intereses y aspiraciones políticas.
Entre dichas tergiversaciones tenemos la de asociar tanto el pentáculo como Venus y el rostro de Pan con el Diablo. Por regir el mundo natural, el paganismo europeo asociaba el pentáculo a Pan, dios griego de la naturaleza. Pero durante la Edad Media europea (s. V al XV) dicho dios cayó en desgracia. Fue un intento romano de desprestigiar las creencias paganas que aún perduraban, al competir estas contra la nueva fe. Esto sucedió a pesar de que, según la Biblia, Jesús dijo: «Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana» (Apocalipsis 22:16) o Pedro escribió: «hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones» (Segunda de Pedro 1:19).
La negación del mundo natural constituyó un intento para alcanzar la divinidad, al negar tanto nuestra parte material como la femenina. Se habló del Padre en el Cielo; pero se obvió a la Madre en la Tierra. Se habló del ave que nos permite alzar el vuelo; pero a la serpiente que se arrastra por el suelo se la equiparó a Satanás. Se idealizó el mundo de arriba, y se estigmatizó el mundo de abajo. Este último fue llamado "el Infierno", lugar desolador al que las almas en pena van para vivir en sufrimiento durante el resto de la eternidad. Las sacerdotisas, seguidoras de la Diosa y sanadoras con plantas, fueron acusadas de brujería. Como resultado, se calcula que nueve millones de mujeres europeas acabaron en la hoguera.
No obstante, muchas son las cosmovisiones que nunca percibieron el mundo de abajo de esa forma, sino que lo vieron como realidad complementaria a la del mundo de arriba: la realidad del Cielo. Vieron como de la intersección entre el Cielo y el Inframundo surgía el mundo intermedio que habitamos, por lo que ninguno de los dos podía ser negado o despreciado. Y mucho menos debía ser estigmatizado, pues para ascender al Cielo uno debe primero descender a los Infiernos. Para que a uno le abran las puertas del Paraíso, debe primero descender al Averno y expresar compasión hacia las almas atrapadas en los lugares más oscuros de la corteza terrestre. Uno debe traer luz a esos espacios oscuros para ayudar a la liberación de las almas que allí moran.
De todas las cosmovisiones que comprendieron esa complementariedad entre los dos mundos, tres definieron eras de poco más de 5.000 años. Esas culturas fueron: la inca (andina), la anáwak (mesoamericana) y la aborigen australiana. Dicho ciclo surge de partir el ciclo de precesión en los cinco pétalos definidos por la Flor de Venus para que cada 5.000 años pudiera emerger un nuevo Sol, nacer un nuevo mundo o adentrarse en un nuevo sendero del soñar. Esto no significaba que el anterior mundo fuera destruido, sino que cambiaba la frecuencia vibracional del planeta y del Sistema Solar.
Para los incas y los mayas (anáwak), estamos terminando justo ahora el cuarto Sol y entrando en el quinto. Para los aztecas (anáwak) finalizamos el quinto para regresar de nuevo al primer Sol de un nuevo ciclo.4 Entre los aborígenes australianos se dice que el Sistema Solar entra en un nuevo Dreamtrack o sendero del soñar cada 5.000 años. Es decir, al igual que los incas y las diversas culturas mesoamericanas del anáwak, los aborígenes australianos también notaron que dicho periodo de tiempo cambiaba la frecuencia vibracional de la Tierra. Ellos han notado que el Sistema Solar, en su tránsito alrededor de la galaxia, entra en un nuevo sendero del soñar cada dicho periodo de tiempo. Esto equivale al inicio de un nuevo sueño.
La alegoría del sueño nos permite comprender por qué la memoria histórica del ser humano es de entre 5.000 mil y 6.500 años. La razón es que, al cambiar de sueño, olvidamos aquello que estábamos soñando antes, cambiamos de mitote o dreamtrack.
Los meses sagrados
PARA EXPLICAR EL concepto de mes sagrado, debemos recuperar las cuatro estaciones del ciclo de precesión, delimitadas por los dos equinoccios y los dos solsticios del ciclo. Actualmente, nos encontramos en el equinoccio que marca el tránsito del invierno a la primavera de la consciencia. Al invierno que acabamos de vivir se le llamó Edad de Hierro en la tradición griega, o Kali Yuga (Era Oscura) en la tradición hindú. Según el hinduismo, entramos en él tras la muerte de Krishna en el año 3112 a. C. Por aquel entonces la constelación de Tauro amanecía por el horizonte durante el equinoccio vernal del 21 de marzo. De ahí que Krishna recibiera los nombres de Govinda o Gopala,en alusión a su función como cuidador de vacas.5 Después de Tauro entramos en Aries, cuyo símbolo ya no es el toro, sino el carnero. No debe, pues, extrañarnos que el Antiguo Testamento de la Biblia, escrito durante dicha era zodiacal, ya no utilice la alegoría de la vaca, sino la de la oveja y del rebaño.6 En cambio, el Nuevo Testamento se escribió durante la era zodiacal de Piscis, de ahí que Jesús tuviera como discípulos a pescadores, que multiplicara peces y que aquellos primeros cristianos se identificaran dibujando un pez sobre la arena. Finalmente, tampoco debe extrañarnos que el nombre utilizado en la Biblia para referirse al regreso del Mesías, que ya no se dará durante la Era de Piscis sino la de Acuario, sea el del hijo del hombre, por ser Acuario el único signo del zodiaco que no viene representado por un animal, sino por un ser humano.
Después de Acuario vendrá Capricornio, seguido de Sagitario y después de Escorpio. Y entre Sagitario y Escorpio se halla Ofiuco, la treceava constelación de la Eclíptica, reconocida por la Unión Astronómica Internacional cuando en 1930 redefinió los límites de cada constelación. Ofiuco posee forma de serpiente y define el centro de la galaxia, el Gran Sol. Si consideramos esa 13ª constelación estaríamos en el verano del alma cuando Ofiuco amaneciera por el horizonte durante el equinoccio vernal.
Observamos entonces que las eras zodiacales constituyen una especie de meses sagrados, los cuales definen los símbolos utilizados para canalizar e integrar emocionalmente las experiencias que nos trae cada estación del año sagrado. Si le añadiéramos Ofiuco, podríamos dividirlo en trece meses, de la misma forma que el año solar define aproximadamente trece lunaciones o que el cuerpo humano posee trece articulaciones principales.
En cuanto a las articulaciones, poseemos tres en cada brazo (hombro, codo y muñeca) y tres en cada pierna (cadera, rodilla, tobillo). De manera similar, las doce constelaciones del zodiaco se agruparon en torno a cuatro elementos: tres de fuego (Aries, Leo y Sagitario), tres de agua (Cáncer, Escorpio y Piscis), tres de aire (Géminis, Libra y Acuario) y tres de tierra (Tauro, Virgo y Capricornio). Los elementos constituyen las cuatro extremidades del cuerpo celeste, cada una con sus tres articulaciones. Ofiuco, la treceava constelación, simboliza el cuello, que nos une a la cabeza, al centro de la galaxia.
Cuando, hace aproximadamente tres mil años, los babilonios dividieron la Eclíptica en doce constelaciones idénticas de 30 grados cada una (la creación de los 12 signos del zodiaco), lo que hicieron fue proyectar una realidad que nada tenía que ver con aquella que podía observarse en el cielo. Por comodidad, dividieron el cielo en base a las tres falanges de cada dedo que pueden contarse con el pulgar, sumando un total de 12 falanges.
Los babilonios utilizaban un sistema en base 60, que obtenían al contar con el pulgar de una mano las doce falanges de los cuatro dedos restantes, mientras que a cada vuelta sacaban un dedo con la otra mano. El resultado era 12×5=60. Así dividieron su mundo. Dividieron la Eclíptica en doce meses y el día en 12 horas diurnas y doce horas nocturnas. Pero esa división del año en 12, cuando en realidad en un año caben 13 lunaciones, fue como considerar un cuerpo sin cabeza. Un cuerpo que poseía 12 articulaciones; pero le faltaba la treceava: aquella que corresponde a la cabeza.
Ahora que la Unión Astronómica Internacional reconoció que el Sol cruza las doce constelaciones del zodíaco más una treceava llamada Ofiuco (la cual corresponde justamente al centro de la galaxia), se nos está dando una oportunidad de añadirle a ese cuerpo su cabeza. Cuando así lo hagamos, podremos volver a ver, a oler, a degustar, a escuchar…, todas son facultades que manifiestan sus centros de percepción justamente en la cabeza.
El día sagrado
MUCHAS FUERON LAS culturas que también se percataron de que existía otro ciclo menor, al que llamaremos día sagrado. Este rige el auge y declive civilizacional. El ciclo dura aproximadamente 13 000 lunaciones, o para ser más exactos, 12 863 lunas llenas; sumando un total de 1040 años. Esto constituye el periodo de sincronización entre el año solar (365,242264 días), la lunación (29,530589 días) y el día.7 Por tratarse del equivalente del día, el ciclo se compone de una fase diurna que dura aproximadamente 520 años y de otra fase nocturna de igual duración.
Decíamos que el día sagrado rige el auge y declive civilizacional. Pues bien, de la misma forma que cuando el sol amanece en una parte del planeta y en la otra parte cae la noche, dicho ciclo también acontece de manera diferente según la cultura. Algunas culturas entrarán en su día civilizacional al mismo tiempo que otras verán caer sobre ellas la noche.
El día sagrado lo observamos en el mito del ave Fénix: renace de sus cenizas 500 años después de su muerte, vive otros 500 años y vuelve a lanzarse ella misma a la pira funeraria. El mito fue heredado por los antiguos griegos del Bennu egipcio. También lo encontramos en otras culturas, como la persa. El mito hace referencia a los 500 años de luz o esplendor que suele experimentar una civilización, tras los que entra en declive para no volver a emerger hasta 500 años después.
Para los hebreos, mil años constituyen un día de Yahveh, que es el resultado de elevar al cubo (3 dimensiones) las diez unidades del sistema decimal (10 dedos). Para ellos simboliza el número de la perfección, aquel que completa un ciclo.
Los incas consideraron que cada 500 años tenía lugar un pachacuti menor. La palabra pachacuti significa tiempo-espacio ("pacha") girado del revés ("cuti"). Con cada amanecer y atardecer se da también un pachacuti, pues la luz da paso a la oscuridad y viceversa. De ahí que el día sagrado también se rija por esa misma alternancia, que marca las fases entre la luz y la oscuridad. Ellos consideraron que el ciclo de 5000 años se dividía en diez pachacutis: durante cinco de ellos entrábamos en un periodo de oscuridad o de anochecer civilizacional, mientras que los otros cinco constituían el amanecer o auge civilizacional. Entonces, tal y como ya vimos, con el décimo pachacuti (10×500 años) la humanidad entraba en un nuevo Sol, en un periodo que iba a regirse por una cualidad vibratoria distinta.
Del Anáwak nos llega la identificación de dicho ciclo con dos acontecimientos celestes muy concretos. Por un lado, la sincronización entre los ciclos de los planetas menores (Mercurio, Venus y Marte) con el Sol, que tiene lugar cada 468 años (52×9). Por otro lado, 1040 años (52×20) eran los que se necesitaban para sincronizar el calendario solar vago8 (sin año bisiesto) con el calendario tonal de 260 días (Tonalpowalli). Y en tercer lugar, 2080 años (52×40) constituyen el periodo de sincronización de la salida de Venus como lucero de la mañana con el ciclo solar. Es decir, Venus amanecerá como lucero de la mañana en un cierto día del año, después de 236 días se esconderá tras el Sol y, aproximadamente 90 días después se mostrará como lucero del anochecer durante otros 250 días para pasar 8 días de transición o conjunción inferior. Pues bien, 2080 años después, Venus volverá a amanecer como lucero de la mañana en esa misma fecha del año.
La hora sagrada
468 ES EL resultado de multiplicar 52×9, mientras que 520 es el resultado de multiplicar esa misma cifra por 10. 1040 se obtiene al multiplicar esos 52 años por 20, y 2080 de multiplicarlos por 40. De ahí extraemos otro ciclo sagrado, al que llamaremos hora sagrada de 52 años.
Esto constituye los llamados fuegos nuevos, una medida temporal que de nuevo está vinculada al planeta Venus. Ya conocemos el ciclo que realiza Venus. El periodo de 260 días fue muy importante entre las diversas culturas mesoamericanas del Anáwak. Constituye el Tzolq'in maya o el Tonalpohualli azteca.
El periodo de 52 años es el tiempo que se necesita para que el ciclo de 260 días y el ciclo anual de 365 días (calendario vago) se sincronicen. Tras 52 años solares, se habrán cumplido 73 ciclos de 260 días. Pero para que se sincronicen esos ciclos, no con el calendario vago de 365 días, sino con el rectificado que tiene en cuenta los años bisiestos, se requieren 52×20=1040 años; es decir, un mes sagrado.9.
Por lo tanto, las horas sagradas nos ayudan a determinar ciclos de acontecimientos trascendentes. Por ejemplo, entre los años 1968 y 1972 se dieron toda una serie de acontecimientos de gran relevancia. Durante esos años, los pilares sobre los que se había constituido la era de 5125 años, que ahora termina, se fueron integrando (ver artículo Los Pilares de una Nueva Era). Si a esas fechas les sumamos 52 años, nos da 2020-24. Es previsible que durante dichos años se manifiesten con mayor claridad los pilares de la Nueva Era en la que estamos entrando ahora; mientras que los de la antigua irán sufriendo un acelerado proceso de desintegración, transmutación o pérdida de importancia. Esto sucederá previsiblemente durante los años inmediatamente anteriores al 2020, es decir, en el transcurso del periodo de ocho años que va del 2012 al 2019.
Lectura complementaria
Si deseas conocer la aplicación práctica de dichos ciclos la tienes en tres artículos, que son:
- "Ciclos Cósmicos y Eras", artículo que habla sobre todo del año sagrado.
- "Los Pilares de una Nueva Era", artículo que nos habla de la estación, día y hora sagrada.
- "La Profecía" artículo que nos habla del día sagrado.
2012, Marc Torra para mastay.info
- El Anáwak comprende lo que actualmente se conoce como Mesoamérica e incluye muchas de las culturas que allí florecieron, como la olmeca, la maya, la tolteca (de la que se dice que no es una cultura sino un estado de realización), la mixteca y la azteca.
- Constelaciones dibujadas en 1690 por Johannes Hevelius.
- Constituye el periodo de sincronización entre el año de 365 días, su división en 360 grados, y el día. De ahí que cinco quintiles constituyan un año (5×73=365) y sumen 360 grados (5×72=360).
- Se habla del sexto Sol, pero resulta más correcto hablar del primer Sol (mes sagrado) de un nuevo ciclo (año sagrado), pues ir sumando soles más allá de los cinco que posee un ciclo es erróneo y es el resultado de la influencia ejercida por poseer una percepción lineal del tiempo.
- El signo de Tauro también existe en la astrología védica practicada en la India. Las doce constelaciones de la astrología sumeria fueron adoptadas por la astrología védica en la época de Alejando Magno, 2800 años después de la muerte de Krishna.
- Por ejemplo: «Porque así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré» (Ezequiel 34:11).
- El resultado de multiplicar el año solar exacto por 1040 y dividirlo entre el ciclo sinódico de la luna nos da 12 862,99960 lunaciones, un error de una hora y cuarenta minutos en 1040 años. Otros dos ciclos soli-lunares importantes son el de 1260 años y el de 2300 años, siendo 1040 la diferencia entre ambos (2300-1260=1040). Esos dos ciclos aparecen repetidamente en la Biblia: tanto el Antiguo Testamento (Daniel 7:25,12:7, 8:14) como en el Nuevo Testamento (Apocalipsis 11:2-3, 12:6, 12:14, 13:5). Los ciclos aparecen en días, número que debe ser traducido a años a la hora de interpretar las profecías. Otras veces aparece en meses (p.ej. 42 meses de 30 días son 1260 días) y otras veces de forma críptica (p.ej. tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo). Un tiempo se refiere a 12 meses de 30 días = 360 días. Tiempos se refiere a dos tiempos (360 días x 2 = 720 días) y la mitad de un tiempo a 180 días, de forma que: 360+720+180=1260.
- Según nos cuenta Frank Díaz en "El Calendario de Anahuac" los años vagos se utilizaban para medir los movimientos de Venus y los ciclos largos; mientras que los años rectificados a partir del año bisiesto, al mantenerse en sincronía con las estaciones, servían para programar las cosechas, registrar la historia, denominar a los atados y determinar el tonal o fecha natal de los recién nacidos.
- El calendario solar vago de 365 días lleva el adjetivo "vago" para diferenciarlo del calendario ajustado, al que sí se le añadían años bisiestos. De dicha forma, cada año se dejaban de computar 6 horas, que sumaban 13 días al cabo de 52 años. Entonces, al cabo de veinte ciclos de 52 años, los 13 días se transformaban en 20×13=260 días. Dicho número de días correspondía a un año del Tonalpowalli (el calendario sagrado) y permitía la sincronización de ambos calendarios. Tengamos en cuenta que por utilizar un sistema vigesimal (base 20), 1040 años constituían 20 fuegos nuevos, siendo un fuego nuevo de 52 años el ciclo inmediatamente inferior al de 1040 años, de la misma forma que en el calendario decimal (base 10) el siglo (100 años o 102) corresponde al ciclo en base inmediatamente inferior al milenio (1000 años o 103)